En un país con tradición de caudillos y dictadores, la oposición y la competencia sana rara vez han sido bien vistas. Hombres que lo tenían todo para ser presidentes de Nicaragua fueron apartados del escenario, a veces con violencia, a veces con marrullerías y traiciones. La lista incluye a los dos políticos que en 2006 podían haber impedido el retorno de Daniel Ortega al poder

Con Agüero muero
Si alguien podía poner fin, por la vía pacífica, a la dinastía de los Somoza, ese era Fernando Agüero. Como médico oculista había adquirido fama de “doctor del pueblo”, porque no le cobraba un centavo a la gente que no tenía dinero para pagarle y muchos de sus pacientes le agradecían sus servicios llevándole gallinas y huevos. El pueblo lo quería y la clase política lo consideraba sucesor del caudillo Emiliano Chamorro en la dirección del Partido Conservador, cuya presidencia ganó en 1960.
Tanta era la aceptación de la que gozaba que su canción de campaña para las elecciones presidenciales de 1967 se convirtió en una especie de segundo Himno Nacional. A lo largo y ancho del país la gente andaba cantando “Con Fernando ando, con Agüero muero, porque para Agüero el pueblo es primero” y, según el compositor del estribillo, el disco con el tema vendió 60 mil copias.
En un país con tradición de caudillos y dictadores, la oposición y la competencia sana rara vez han sido bien vistas. Hombres que lo tenían todo para ser presidentes de Nicaragua fueron apartados del escenario, a veces con violencia, a veces con marrullerías y traiciones. La lista incluye a los dos políticos que en 2006 podían haber impedido el retorno de Daniel Ortega al poder.
El candidato de la Unión Nacional Opositora (UNO) tenía, además, el apoyo de la influyente Juventud Conservadora y la amistad del periodista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, con quien lideró la famosa marcha del 22 de enero de 1967, previa a las elecciones del 5 de febrero. Se estima que 50 mil personas se concentraron en la Plaza de la República en una manifestación que terminó en una masacre de civiles, luego de que un disparo impactara mortalmente al teniente somocista Sixto Pineda, cuando repelía a los manifestantes con fuertes chorros de agua. Murieron unas 300 personas, aunque también se dijo que podían ser un millar.
Días después, Anastasio Somoza Debayle ganó las elecciones en un proceso completamente fraudulento. En adelante, la imagen política de Agüero vendría en declive y llegó a su final en marzo de 1971, cuando firmó con Somoza el pacto Kupia-Kumi (“Un solo corazón”, en misquito). Según Agüero, con el pacto buscaba allanar el camino para unas elecciones libres bajo la observación de la OEA. Lo cierto es que permitió al dictador reformar la Constitución e instaurar la reelección presidencial que había estado prohibida durante el gobierno de su hermano Luis Somoza.
Aunque Agüero, fallecido en 2011, vivió hasta los 94 años de edad y fue parte de la Contra, nunca volvió a ser un líder de multitudes.

El popular Pedro Joaquín
Pocas veces ha surgido en Nicaragua una figura tan presidenciable, aunque no fue candidato a la presidencia. Desde su puesto como director del diario LA PRENSA, el político y periodista Pedro Joaquín Chamorro era el más claro y beligerante opositor de la dictadura de los Somoza, respetado y admirado por miles de nicaragüenses. Sabía que moriría asesinado.
En diciembre de 1974 fundó la Unión Democrática de Liberación (UDEL), en la que unió a distintos partidos políticos y sindicales para organizarse contra la dictadura somocista. También se sabe que tenía cierta relación con el Frente Sandinista e incluso llegó a firmar para el escritor Sergio Ramírez Mercado, quien encabezaba el Grupo de Los Doce (intelectuales, empresarios, sacerdotes y civiles que apoyaban al Frente), con la leyenda: “Sergio, un abrazo del posible número 13”. Sin embargo, en 2017 su hermano Jaime aseguró que el periodista jamás habría aceptado la forma de gobierno de los sandinistas en los años ochenta.
Su principal lucha fue la que llevó a cabo desde las páginas de LA PRENSA, donde denunciaba las arbitrariedades y la corrupción de la dictadura y sus allegados. La gente lo quería tanto que su asesinato, ocurrido el 10 de enero de 1978, aceleró la insurrección popular y, por consiguiente, la caída de los Somoza.

El más presidenciable
Hubo una época en la que Eduardo Montealegre Rivas fue visto como la opción más presidenciable dentro del sector liberal y muchos esperaban verlo recibir la banda de mandatario. Pero las cosas no se dieron así.
Joven, profesional graduado de Harvard, acaudalado banquero y recientemente iniciado en la política como secretario de la presidencia y canciller de Arnoldo Alemán, en 2001 su nombre destacaba entre los cuatro precandidatos a la presidencia de la República por el Partido Liberal Constitucionalista (PLC). Sin embargo, Enrique Bolaños Geyer entró a ser el quinto aspirante y arrasó en la consulta del partido, dejando a Montealegre en segundo lugar.
Bolaños le ofreció la candidatura a la vicepresidencia, pero Montealegre no la aceptó. La fórmula con José Rizo logró un aplastante 56.31 por ciento de los votos en las elecciones de ese noviembre, la tercera derrota de Daniel Ortega en sus intentos de volver al poder.
La siguiente oportunidad de Montealegre para alcanzar la presidencia fue la de 2006. Nadie sabía que también sería la última. Luego de fundar, junto con otros disidentes del PLC, el Movimiento Vamos con Eduardo, el favorito de los empresarios se unió a la contienda bajo la bandera de la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN). Pero esas elecciones se caracterizaron por una profunda división en el liberalismo que dio como resultado el triunfo de Daniel Ortega con apenas el 38 por ciento de los votos.
Las discrepancias entre el PLC, cuyo candidato era José Rizo, y la ALN no permitieron un acuerdo que llenara las expectativas de ambos bandos. Montealegre quedó en segundo lugar, con un 29 por ciento de los votos, mientras que Rizo obtuvo el 26.21 por ciento.
Dos años más tarde, Montealegre participó como candidato de la Alianza PLC a la Alcaldía de Managua, en los comicios municipales, recordados como el primer gran fraude electoral orquestado por el Frente Sandinista. En 2011, año de la reelección inconstitucional de Ortega, Montealegre intentó otra vez llegar a la presidencia, pero al final tomó la decisión de renunciar a su candidatura. En 2016 anunció oficialmente su retiro de la política, luego de que la Corte Suprema de Justicia le arrebatara la representación legal del Partido Liberal Independiente (PLI) para entregarla a un completo desconocido llamado Pedro Reyes.

“Porque lo quiere la gente…”
En aquellos días sonaba mucho aquel estribillo “porque lo quiere la gente, Herty será presidente”, en apoyo a quien fue “el mayor dolor de cabeza” de Daniel Ortega. La persona que se interponía entre él y su ansiado regreso al poder.
Herty Lewites, antiguo miembro del Frente Sandinista y carismático exalcalde de Managua, había tenido la osadía de solicitarle a Ortega que decidieran en elecciones internas quién sería el candidato rojinegro para las elecciones presidenciales de 2006. Eso le valió que en 2005 lo expulsaran de un partido del cual era miembro histórico y Rosario Murillo lo cubriera de insultos como “pantano ambulante” y “gelatinoso astro de la impostura”.
Así fue como lanzó su candidatura de la mano del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), dividiendo el voto duro sandinista que Ortega tanto necesitaba. Aunque algunos miembros de su equipo aspiraban a impedir el retorno de Ortega con un triunfo de Eduardo Montealegre en segunda vuelta y establecer en la Asamblea Nacional un equilibrio de cuatro fuerzas políticas, Lewites estaba seguro de que iba a ganar.
“Las encuestas sirven para que los candidatos midan cuáles son sus debilidades”, declaró entusiasta en una nota publicada por el diario La Prensa el viernes 30 de junio. Ese día los resultados de la última encuesta de CID Gallup lo colocaban “virtualmente empatado” en segundo lugar con Montealegre.
Daniel Ortega, el eterno candidato del Frente Sandinista, encabezaba el sondeo con un 23 por ciento de intención de voto; lo seguía Montealegre, con el 17 por ciento; después estaba Herty, con 15 por ciento, y por último José Rizo, candidato del Partido Liberal Independiente (PLC), que se quedaba con el 11 por ciento de las simpatías. Con esos porcentajes ninguno podía ganar en primera vuelta, pero en una segunda ronda Montealegre podía unir al voto liberal.
Las cosas cambiaron con la repentina muerte del “Tigre Judío”, el 2 de julio de 2006, cuatro meses antes de las elecciones con las que Ortega volvió a colocarse la banda presidencial. Lo que debió ser una cirugía ambulatoria para extraer un pólipo rectal, que además estaba supuesta a realizarse luego de los comicios, acabó con un dictamen de infarto cardiaco. No pudo saberse más porque la viuda no autorizó la autopsia.
Hasta la fecha, la familia Lewites continúa esperando una investigación que arroje luz sobre el caso de Herty, el hombre que pudo haber impedido el retorno de Daniel Ortega.