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Machado o el rescate de la esperanza

 Los venezolanos comprometidos con la democracia han vuelto a dar un ejemplo de constancia y compromiso con su país. Logro en el cual el liderazgo de María Corina Machado, una mujer con coraje y convicciones para regalar, ha sido esencial.

Machado venció abrumadoramente a sus rivales y enemigos. Aun más importante, logró que, tanto dentro del país como en el exterior, sus connacionales salieran a las calles a votar, un soberano derecho que los déspotas tratan de conculcar.

El electorado creyó en ella con tanto fervor que votaron masivamente a su favor, a pesar de las dificultades instrumentada por los autócratas, entre otras, la inhabilitación de la candidata, condición ampliamente repudiada por los electores con el rotundo apoyo que le dieron.

El castrochavismo insufla entre sus gobernados, al menos, dos terribles virus: la desesperanza y la certeza de que el final de la tiranía solo puede producirse con ayuda extranjera.

La desesperanza es causada por el alto nivel de frustración de los gobernados. Un sentimiento que es proporcional a la duración del mandato que se padece y correspondiente al entusiasmo que generan los demiurgos que se proponen ser dioses.

Después de la exaltación inicial que provoca una victoria populista cargada de demagogias y falsedades, se viene una cotidianidad que demanda trabajo, disciplina, probidad y constancia, gestión en la que los pueblos de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia han podido apreciar que sus autócratas, además de corruptos, han sido unos ineptos.

La pérdida de la esperanza es lo más pernicioso que puede padecer un pueblo, cierto que hay quienes no dejan de luchar, aunque la más tenebrosa oscuridad los envuelva, sin embargo, la mayoría ciudadana necesita ver una luz, por mínima que sea, al final del camino, albor, que evidentemente, María Corina Machado, una lideresa excepcional, ha hecho posible que su pueblo perciba.

Mi admirado compañero de presidio, el embajador Armando Valladares, escribió un libro antológico sobre ese sentimiento titulado Contra toda esperanza y es que en la prisión pueden morir todas las esperanzas al igual que bajo las tiranías, aunque, por desgracia para los tiranos, nunca faltan las rosas blancas de José Martí en el más lujurioso campo de cardos y ortigas.

Machado derramó la esperanza entre los venezolanos. Borró los muchos desaciertos de estos años, incluidos los de sus colegas que intentaron reproducir tímidamente conductas y discursos de sus enemigos. La candidata hizo germinar de nuevo la confianza y devolvió la certeza de que es posible el disfrute de una vida mejor, con un futuro promisorio para los hijos.

La jornada fue un cuestas arribas, nunca exento de peligros. Retaba a Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, dos sujetos con un prontuario criminal aterrador, sin embargo, el camino que resta no es menos complejo y abrupto, razón por la que la postulante sigue teniendo la necesidad de contar con el respaldo de sus huestes y ella, de seguir interpretando a cabalidad los sentimientos y requerimientos de sus partidarios.

La esperanza ha sido recobrada, confío que la experiencia cubana de que hay aliados más fríos que los polos, se convierta en certeza para quienes sufren regímenes que se perpetúan porque saben elegir a sus enemigos.

El castrochavismo estigmatiza a la oposición cuando la acusa de ser agente extranjero, esta se mutila si llega a creer que los ajenos serán firmes aliados en sus empeños, lo que motivó al apóstol José Martí a escribir: “Los enemigos de la libertad de un pueblo, no son tanto los forasteros que lo oprimen, como la timidez y la vanidad de sus propios hijos”.

Fui un testigo parcial de ese mágico entusiasmo venezolano. Compartí con amigos y desconocidos, la alegría de vislumbrar un futuro mejor, aun más, la expectativa de volver a ver las nubes cubriendo el cerro del Ávila o simplemente conducir por debajo de las torres del Silencio.

Hasta soñé con que los cubanos un día logremos tener una experiencia semejante, de pronto, me vino un aparte del poeta Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”; y es que, tanto en Cuba como en Venezuela, no han faltado caminantes que los han dado todo por sus derechos y peregrinos como María Corina Machado, remedando al poeta, con conciencia suficiente de volver la vista atrás sin repetir la senda que conduce a la esclavitud.  

El autor es periodista cubano. Fue preso político en Cuba.
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