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Los políticos y su “fecha de vencimiento”

La “fecha de vencimiento” que aparece en las envolturas de los alimentos que consumimos nos indica hasta cuándo es recomendable ingerirlos. Desdichadamente, los políticos no traen grabadas en sus frentes la fecha que marca su caducidad; es decir, la fecha que nos indica el momento en que se hacen dañinos. De todas formas, hay muchas maneras de saber cuándo una figura política ha dejado de ser digerible o, puesto de otra forma, cuándo el consumo de su discurso y sus actuaciones se hacen nocivas a la salud del cuerpo político de una sociedad. La edad y la salud física y mental, por ejemplo, son buenos indicadores de cuándo una figura política tendría que pasar a retiro, como puede verse en los lastimosos y peligrosos casos de Joe Biden, Donald Trump y varios senadores/as y congresistas en los Estados Unidos.

       En Nicaragua nos hemos acostumbrado a consumir productos políticos “vencidos”, lo que explica que la política criolla se asemeje a una permanente gastroenteritis vírica, o gripe intestinal (mejor conocida como diarrea). En la actualidad, por ejemplo, nos atiborramos de los rancios y cada vez más ridículos discursos de la diarquía de “El Carmen” y nos empachamos con las peroratas de líderes opositores que, desde hace rato, “pasaron burro”, expresión que escuché de Chichí Fernández en los 80, cuando él hablaba de personajes que, por edad o incapacidad, habían dejado de ser consumibles o potables.

Félix Maradiaga es un clásico ejemplo del político que ha sobrepasado su fecha de vencimiento, pero que se sigue vendiendo como cuajada fresca. Aun después de los famosos audios en los que lo escuchamos promocionándose como una ganga para Nicaragua y haciendo aparecer a “Monteverde” como un monte marchito, continúa hablando y actuando como si la plasta que dejó caer en medio del escenario político nicaragüense no fuera de él.

Juan Sebastián Chamorro también ha empezado a despedir apestores (para usar una palabra que nunca debió haber sido descontinuada). A decir verdad, Chamorro nunca fue un producto político fresco y apetecible porque su discurso y actuaciones jamás fueron capaces de despertar la confianza y el entusiasmo que un líder debe generar. Hágale cualquier pregunta y él va a responder con perogrulladas como, “la unidad de la oposición es importante”, “Nicaragua debe orientarse hacia la democracia” y otras parecidas.

¿Criticar o no criticar?

La crítica a los liderazgos vencidos de Maradiaga y Chamorro es necesaria para evitar que la permanencia de ambos personajes continúe bloqueando el potencial surgimiento y desarrollo de nuevos liderazgos. Este “bloqueo” se hizo evidente en la primera conferencia de prensa ofrecida por Juan Sebastián Chamorro y Carmen Chamorro en representación del indefinido e indefinible Monteverde.

En videos que muestran a Carmen Chamorro hablando de la realidad nicaragüense, antes de asumir la vocería compartida de Monteverde, Carmen se muestra juiciosa, genuina y convincente. Sin embargo, en su conferencia de prensa del 29 de agosto pasado, ella lució robótica y distante porque se limitó a refrendar el discurso de su sénior, quien acaparó la mayor parte del tiempo de la conferencia. Más aún, Carmen pareció seguir un guion prefabricado para dos personas y, por lo tanto, articulado para que ella y su correligionario monteverdino mantuvieran un equilibrio discursivo a punto de repetir lo de siempre: “Nicaragua vive bajo una dictadura”, “la unidad de la oposición es necesaria” y “estamos hablando con otras plataformas”.

Cambiar o caer en la irrelevancia

La represión se ha hecho rutina y el pragmatismo resignado, que ha sido una de las marcas culturales y un mecanismo de defensa de nuestra sociedad, empieza a restablecerse, después de haber sido desplazado momentáneamente por la fuerza del voluntarismo heroico que hizo posible la protesta social que culminó en la masacre del 2018. Así pues, los presos políticos de hoy no atraen la atención de los que fueron deportados en febrero de este año, en tanto que los abusos del gobierno escandalizan cada vez menos porque nuestros cuerpos/mentes se atemperan a la nueva realidad del país.

Para cambiar este estado de cosas, la oposición debe levantar el dique que impide el desarrollo de nuevos y jóvenes liderazgos con, ojalá, nuevas y jóvenes ideas. Sobre todo:

  • Debe pasar de la agitación –la llamada incidencia política internacional– a la práctica de una política reflexiva –pensada y pensante– orientada a los y las nicaragüenses y no primordialmente dirigida a los estadounidenses y europeos.
  • Debe articular visiones que puedan ser comunicadas al pueblo nicaragüense mediante un discurso afectivo que recoja las necesidades y aspiraciones de todos los sectores sociales del país. En este sentido, debe abandonar la lucha por una Nicaragua construida a la medida de la mitad de la patria, es decir, una Nicaragua que excluya al sandinismo y a los sandinistas. 
  • Debe despojarse de su visión de clase media porque la visión que domina su discurso solo puede captar las cosas que son importantes para quienes nunca, por ejemplo, han conocido la pobreza que muerde a los que reciben agradecidos el “asistencialismo populista” de los OrMu.
  • Debe dejar de pensar exclusivamente en la derrota de los OrMu para pensar cómo organizar y gobernar una Nicaragua pos-dictadura. Porque de la manera en que Nicaragua salga de la crisis que la ahoga hoy, dependerá la calidad y legitimidad de la transición política posterior a la caída del régimen actual.

La locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando nuevos resultados”. Nada va a cambiar hasta que los que quieren cambiar Nicaragua cambien su visión y actuaciones. Eso empieza con una revisión de quiénes y qué cosas “han pasado burro” para abrir caminos a otros rostros, otras voces y, sobre todo, otras visiones y estrategias para salir de la crisis.

El autor es profesor retirado del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Western Canadá.

Opinión agrupación política discursos archivo
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