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La tarde del sábado 19 de agosto en que la Policía llegó a tomarse la residencia Villa Carmen, propiedad de la Compañía de Jesús de Nicaragua y en donde vivía el padre Adolfo López de 98 años, él no se encontraba. Al regresar le dijeron que no podía vivir más ahí porque el inmueble ahora le pertenecía al Estado.
El padre Adolfo, como le llaman quienes lo conocen, salió antes de que la Policía llegara junto a otros cinco sacerdotes que también vivían en la residencia Villa Carmen, ubicada en la zona sur de la Universidad Centroamericana (UCA), confiscada tres días antes. Él solamente se quedó con su reloj y su billetera, pero el resto de sus pertenencias, como su colección de 12,000 piezas de conchas y caracoles, quedaron en el lugar con la Policía.
De acuerdo a una nota de prensa divulgada por la Provincia Centroamericana de la Compañía de Jesús, los sacerdotes mostraron a los policías la escritura y los documentos que comprobaban que la propiedad pertenecía a la Asociación Compañía de Jesús de Nicaragua, pero los agentes no les prestaron atención y les ordenaron salir de la residencia.
La Asociación Compañía de Jesús operaba en el país desde mayo de 1995. Esta fue cancelada el miércoles 23 de agosto, por el Ministerio de Gobernación, es decir cuatro días después de que la Policía se tomara Villa Carmen. Para ese día, el padre Adolfo ya había sido acogido en la comunidad San Ignacio del Colegio Centroamérica en Managua en donde permanece actualmente, pues se niega a salir del país.
Moluscos
El padre Adolfo López de la Fuente es originario de Bilbao, España. Nació en 1924 en el seno de una familia católica de ocho hermanos, cuatro varones y cuatro mujeres. La familia se mudó a Inglaterra y más tarde a Bélgica.
Regresó a España en 1939 y estudió Ingeniería en el Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI) de Madrid. En 1949, ingresó a la Compañía de Jesús. Pronto sería enviado a China en una misión religiosa y en 1951, lo enviaron a estudiar Filosofía y Teología en Filipinas. Fue ahí donde se interesó por la malacología, una rama de la zoología encargada del estudio de los moluscos.
Su afición por la malacología se la llevó a Estados Unidos, en donde estudió un doctorado en Ingeniería en la Universidad de Missouri, el cual culminó en 1967. Posteriormente, regresaría al continente asiático para dar clases en la Universidad Chengkung, en Taiwán, y en la San Carlos University, en Filipinas.
En 1976, fue enviado a Nicaragua a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Centroamericana (UCA) y un año después, junto a su hermano y también sacerdote jesuita y científico, Julio López de la Fuente, fundó el Centro de Malacología y Biodiversidad Animal.
En sus inicios, este Centro se dedicaba únicamente al estudio de moluscos marinos, pero a partir de 1988, ampliaron su campo de estudio a los moluscos continentales, acuáticos y terrestres. Estos estudios, encabezados por el padre Adolfo, han dejado un valioso aporte a la ciencia.
En 2010, el doctor Carlos Tünnerman detalló en un escrito que lo estudios hechos desde el Centro de Malacología dirigido por el padre Adolfo “han dado como resultado ejemplos de modelos estadísticos y matemáticos de apoyo a la docencia e instrumentos de medición del estado de la biodiversidad de Nicaragua”.
En octubre de 2013, las autoridades de la UCA inauguraron un laboratorio de ingeniería con el nombre de los hermanos Julio y Adolfo López de la Fuente, S.J., en reconocimiento por su aporte a la ciencia y la investigación en el país,
Para entonces, los medios de comunicación oficialistas destacaron la construcción del laboratorio y también el trabajo de ambos sacerdotes: el del padre Adolfo en el campo de la malacología, y el de su hermano el padre Julio, con sus estudios de radiación solar en el país. “Las clases de ingeniería que damos aquí procuramos buscar que los graduados tengan en mente no solo el fin económico, industrial de lo que hacen, sino también el bien del pueblo”, dijo entonces el padre Adolfo.
Para 2019, el Centro de Malacología tenía un inventario de más de 2,000 especies de moluscos. La mayoría eran originarias de Nicaragua y otras recolectadas en el Mar Mediterráneo, Nueva Zelanda, Australia, Japón, Chile, Cuba y Filipinas. En este centro de investigación también se han realizado decenas de publicaciones científicas, incluidos 4 libros. En noviembre de ese año, la Academia de Ciencias de Nicaragua incorporó al padre Adolfo como científico honorario.
El académico Ernesto Medina conoció al padre Adolfo en el año 2,000, cuando era rector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN León). Un día, relata Medina, visitó la UCA y alguien le presentó al padre Adolfo, quien rápidamente le mostró su colección de moluscos.
“Debo confesar que hasta entonces nunca había escuchado la palabra malacología. No era una ciencia que me fuese familiar y me dio mucha curiosidad y pues conversé con él para que me explicara de qué se trataba la malacología”, comenta Medina, quien describe al padre Adolfo como una persona sencilla y activa, a pesar de su avanzada edad.
El académico cuenta que, para aquellos años, el padre Adolfo estaba interesado en hacer un estudio lo más completo posible sobre los moluscos en Nicaragua, el que se materializó en 2008 con la publicación de su libro Moluscos de Nicaragua, para el cual viajó por todo el país buscando a estas especies.
“Sin duda alguna, ese era un trabajo de santo, porque me imagino recorrer todas las playas de Nicaragua, con lo que eso significa. Bajo el sol, bajo la lluvia, en diferentes temporadas, porque seguramente los ciclos de vida de estos moluscos eran todos diferentes”, comenta Medina, quien considera que la obra del padre Adolfo es una de las más completas que existe en América Latina.
Un periodista de temas científicos que conoció al padre Adolfo en 2015 y que solicita anonimato, relata que “un día por la curiosidad se me ocurrió visitar su laboratorio. Le toqué la puerta y salió el viejito a paso lento y me dejó entrar sin ningún problema”.
“Inmediatamente me empezó a hablar sobre el trabajo que hacía y me mostró la colección de conchas. Tenía conchas de molusco por doquier. Dentro de la gaveta, sobre su escritorio, sobre el microscopio de su gaveta. Recuerdo bien que en la pared arriba de su escritorio se exhibía la trompa de un pez sierra. Le gustaba platicar bastante sobre su trabajo”, recuerda el periodista, quien describe al padre Adolfo como una persona seria, intelectual, riguroso y a pesar de su accesibilidad puede ser complicado sostener una conversación con él por el nivel de tecnicismos que usa al hablar.
Trabajo robado
Tras la expulsión de los jesuitas de la residencia Villa Carmen, varios religiosos de la tercera edad fueron trasladados a nueva comunidad en El Salvador, pero el padre Adolfo no quiso dejar Nicaragua. Los jesuitas respetaron su decisión y estarán pendientes de su situación de salud.
El padre ya tiene más de 45 años viviendo en Nicaragua. En una entrevista que concedió al medio de comunicación Onda Local, la única que ha brindado tras ser expulsado de Villa Carmen, el padre dijo que no sabía si salir del país. “Si nos vamos de acá no sé a dónde iré. Quizá a Costa Rica, porque a España no sé si llegaré antes de morir”, mencionó.
“Soy extranjero, pedí la nacionalidad, pero no me la dieron, a pesar de que escribí tres libros sobre moluscos de Nicaragua”, agregó, y atribuyó que le negaron la nacionalidad nicaragüense porque fue uno de los especialistas que criticó y escribió sobre el impacto ambiental de la construcción del Canal Interoceánico. Para Ernesto Medina, el trato que ha dado el régimen al padre Adolfo es “humillante”.
“Solo lo puede hacer un gobierno de bárbaros, que no respeta primero la edad de este señor y que ni idea tenían y tienen, creo yo, del trabajo que este sacerdote y científico hizo por Nicaragua, porque ese es un estudio por Nicaragua y para Nicaragua, o sea, sin él, sin ese trabajo de él, yo creo que nosotros estaríamos ahora sin conocer una parte de Nicaragua”, menciona Medina.
Ahora, todo el trabajo del padre Adolfo y el Centro de Malacología que fundó en la UCA están en manos de la dictadura, que confiscó la casa de estudios y la renombró como “Universidad Casimiro Sotelo”.
En su entrevista con Onda Local, el padre se muestra nostálgico con todo lo que dejó en la residencia de la que lo expulsaron. “Yo dejé todo en Villa Carmen, todas mis posesiones privadas, además de mis cosas de malacología. Dejé una colección con 12,000 piezas de conchas y caracoles. Lo único que saqué fue mi reloj y mi cartera. No pensaba que aquello era una despedida y que iba a volver ese mismo día. Les mando muchos recuerdos a mis compañeros de la UCA. No sé si los volveré a ver. Tengo casi cien años y ya está bien”.