Las palabras duras del jefe del Ejército de Nicaragua, general Julio César Avilés, contra los medios de comunicación y los “vividores” que según dijo denigran a las fuerzas armadas del Estado y piden sanciones internacionales contra ellas, causaron lógicamente una gran conmoción mediática.
El general Avilés no especificó a qué medios y personas se refería, de manera que prácticamente toda la gente de los medios de comunicación independientes, se ha sentido aludida y agraviada por las palabras del jefe militar.
Por supuesto que todos los medios de comunicación y periodistas independientes han rechazado la acusación del general Avilés. Y han aclarado que ellos solo reflejan o publican, como lo manda su profesión, lo que dicen los políticos opositores, y en el caso de las sanciones internacionales, tanto de quienes las piden como las de aquellos que no están de acuerdo con tales medidas de presión contra el régimen, incluyendo al Ejército.
Y no solo eso. También los medios independientes suelen reproducir declaraciones de los más altos personeros del régimen cuando denuncian las sanciones y atacan a los países e instituciones que las imponen.
Ahora bien, aunque solo sea como ejercicio intelectual debemos mencionar que según las modernas ciencias políticas y militares los miembros de las fuerzas armadas no deben involucrarse en las controversias políticas. La política por ser esencialmente polémica tiene un factor disgregante que no debe penetrar en los cuarteles militares. Esto se puede entender fácilmente porque mientras la política es el arte y la práctica de la controversia en la lucha por el poder político, el arte de lo militar es la disciplina y la obediencia. La primera condición del militar es obedecer sin discutir ni deliberar sobre las órdenes.
Por supuesto que nos referimos a un Estado democrático de derecho en el cual las fuerzas armadas, por su naturaleza castrense y su definición constitucional, obedecen sin condiciones al poder civil que nace de las urnas electorales donde se manifiesta la voluntad mayoritaria de los ciudadanos.
El militarismo moderno como involucramiento de los militares en las controversias y las lides políticas surgió en Francia a mediados del siglo 19, cuando Luis Napoleón Bonaparte dio golpe de Estado a la II República para entronizarse en el poder como nuevo emperador. Joseph Proudhon, Víctor Hugo y Carlos Marx analizaron y explicaron desde distintos ángulos de enfoque la naturaleza, causa y consecuencias del naciente militarismo.
En la época actual el militarismo es considerado como uno de los diversos síntomas o manifestaciones del subdesarrollo político. Es un problema característico del tercer mundo, dice el enciclopedista político Rodrigo Borja. En cambio, explica, “en las sociedades avanzadas el sometimiento de las fuerzas militares al poder civil es un axioma”.
Pero es un sometimiento consciente, no obligado. En la sociedad democrática los militares están claros y conformes con que perteneciendo a una institución armada y siendo portadores autorizados de las armas de guerra, no pueden ni deben intervenir en las discusiones políticas que por lo general alteran emocionalmente a las personas. Las controversias políticas corresponden únicamente a los ciudadanos civiles.
En Nicaragua se avanzó en un proceso de despolitización y profesionalización de las fuerzas armadas durante el período democrático de 1990 a 2006. Eso incluyó la institucionalización de la alternabilidad programada en el ejercicio de los altos militares, a fin de sustentar su saludable y tranquila renovación.
Visto desde una perspectiva democrática fue un proceso exitoso y constituyó una de las piezas principales de la transición a la democracia; la cual lamentablemente se frustró por la debilidad de la cultura política de los nicaragüenses, la fortaleza de la tradición caudillista y el predominio de las ambiciones de poder desmedido, personal y partidista, sobre la sociedad.