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El ensimismamiento y la sordera

La palabra ensimismamiento significa “recogimiento en la intimidad de uno mismo, desatendido del mundo exterior” (RAE). Esto puede ser bueno, si se trata de un recogimiento para reflexionar sobre uno mismo y los demás. Es malo, si se trata de un “ensimismamiento narcisista” que, como lo señala David Goleman, nos separa del mundo que nos rodea, ya sea porque asumimos que de ese mundo no tenemos nada que aprender, o porque carecemos de la empatía que se necesita para decir, como lo dijo José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y el otro, si no se salva el otro, tampoco me salvaré yo”.

Desde esta perspectiva, podemos decir que el discurso dominante dentro de la oposición nicaragüense, es un discurso ensimismado, en el sentido narcisista del que nos habla Goleman. Más aún, es un discurso esencialmente auto-referencial, porque con este discurso, los líderes de la oposición, al menos los más mediáticos, se dirigen a los que integran su propio mundo social para apoyarlos (y apoyarse); para calmarlos (y calmarse); y para motivarlos (y motivarse) a actuar, no solo frente a Daniel Ortega, sino contra cualquier cosa que los amenace. Ese discurso tiene un propósito fundamentalmente terapéutico. No es un discurso político, ya que la política implica la intención de establecer un diálogo afectivo con personas que no viven en nuestro mundo o no piensan como nosotros, con el propósito de convencerlas del valor de nuestras posiciones e ideas.

Más aún, un discurso político debe ser capaz de recoger y expresar las aspiraciones y necesidades de los diferentes sectores de la sociedad a la que se dirige. Por otra parte, el discurso de la oposición es mudo ante las angustias de la vida cotidiana de la inmensa mayoría de los nicaragüenses, es decir, de la población que vive “de pago a pago” o, peor aún, de “golpe a “golpe” (de comida). Ese discurso tampoco dice nada del sufrimiento de, por ejemplo, las mujeres, niños y niñas abusadas y, menos aún, de los homosexuales, las lesbianas y las personas transgénero que sufren discriminación y violencia en nuestro país. A toda esa población marginalizada se le ofrece una Biblia para rezar o una transición democrática que tendrá costos de los que nadie dice, por ejemplo, cómo se van a distribuir. Igual cosa sucedió con la transición del 90, cuando, como hoy, se dijo alegremente: “¡Es la hora de los servidores públicos!” sin aclarar si se trataba de la hora de su seguridad laboral, o la del patíbulo, como fue el caso de los miles de empleados públicos que perdieron su trabajo mientras otros se engordaban.

Ensimismados y sordos

  Regresemos al tema del líder ensimismado del que nos habla Goleman. Típicamente, ese líder vive en su mundo y no oye más que las alabanzas que alimentan su vanidad. Tampoco quiere entender nada que le perturbe su seguridad. Así pues, le pueden dar “la piedra” –como en mi juventud llamábamos al esclarecimiento de un enigma–, pero es incapaz de reconocerla, sobre todo si se la ofrece alguien que no es de su círculo. Un ejemplo de esta actitud ensimismada lo ofreció recientemente el político de la oposición, Juan Sebastián Chamorro, en un artículo de opinión publicado en LA PRENSA, en el que cuenta de su interacción con el interrogador al que tuvo que enfrentarse durante su injusto encarcelamiento en el Chipote (07/07/2023).

Chamorro describe a ese hombre como “inteligente y meticuloso”, pero también como un “fanático” porque “cree que Daniel y la compañera Rosario son lo mejor que le ha pasado a Nicaragua. Siempre decía que, en tiempos de los liberales, cuando él era niño, tenía que llevar el pupitre a la escuela, y que ahora la escuela de sus dos hijos está equipada y bien pintada”.

  ¿Fanático por pensar así? Tal vez fanático y hasta criminal por otras razones. Pero, ¿fanático por decir lo que cuenta Chamorro? ¿Fanática entonces también Jennifer Alonzo Obando, quien declaró en una entrevista a LA PRENSA (05/11/2021), que el Puerto Salvador Allende, era “una maravilla” y que “jamás pensó que se lograra hacer algo así”? ¿Fanático Álvaro Martínez Quiñónez, por declarar, en esa misma entrevista, que los proyectos de Casas para el Pueblo, son una “genialidad” de la que él se benefició?

Desde una elevada y ensimismada posición social, tal vez no se entienda que los sandinistas entrevistados por LA PRENSA o el interrogador de Chamorro vean los programas sociales de la dictadura como cosas extraordinarias. Pero, y aquí viene la “parte filosófica de la canción”, para la inmensa mayoría de los nicaragüenses, lo que le dijo a don Sebastián su carcelero cuando comparó su niñez con la de sus hijos, son buenas razones para otorgar su apoyo al mismísimo Satanás. Yo, al menos, no podría asegurar que no le vendería mi alma al diablo para salvar a mis hijos y nietos de la miseria.

Un verdadero líder debe saber escuchar

A don Sebastián le entró por un oído y le salió por el otro la lección que le ofreció su carcelero. Él y otros políticos como él deberían aprender esa lección para dejar de hablar de una democracia sin frijoles, sin techo, y sin pan; deberían poner su mirada y su corazón en el pueblo nicaragüense más que en Washington y Bruselas; y deberían aprender a hablar de los nicaragüenses como seres humanos, enfrentados a desafíos mundanos como la escuela de sus hijos o la alimentación de su familia, y no, simplemente, como la fuerza política que necesitan para satisfacer sus ambiciones. Un poco de humildad les ayudaría a elevar su inteligencia emocional, reducir su ensimismamiento y empatizar con los demás, lo que no significa simpatizar o estar de acuerdo con sus carceleros, sino ponerse en sus zapatos para entender lo que los mueve.

El autor es profesor retirado del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Western Canadá.

Opinión empatía líderes Nicaragua oposición archivo
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