La Universidad Centroamericana (UCA) ha estado bajo ataque permanente de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, desde el estallido de la crisis sociopolítica en abril de 2018, por haberse convertido en uno de los bastiones de los manifestantes opositores y por haber servido de refugio de miles cuando huían de los disparos de las fuerzas policiales y paramilitares del régimen.
Este gesto, que seguramente salvó cientos de vidas, le ha costado a la UCA —que para ese año estaba bajo la dirección del sacerdote jesuita José Alberto Idiáquez— el odio de Ortega y Murillo, que ha arreciado su embestida contra la universidad, pasando de reducir drásticamente la asignación presupuestaria a congelar todas las cuentas bancarias e inmovilizar su bienes inmuebles. Mismas medidas que han venido aplicando a todo el clero católico.
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El padre Idiáquez formó parte, como miembro de la sociedad civil, del primer Diálogo Nacional, donde los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) sirvieron como mediadores entre el régimen y la oposición, para intentar encontrar una salida a la crisis, pero no se logró por “falta de consenso”. Esa participación le ha costado a la UCA y su exrector y los obispos, amenazas de muerte, asedio, destierro, exilio forzado y cárcel.
El papel de la Iglesia católica en la crisis
La Iglesia, los obispos, los sacerdotes, han cumplido un papel clave en la crisis, incluso a riesgo de sus libertades y sus vidas. En una entrevista concedida hace cinco años (junio 2018) el padre Idiáquez dijo al diario español El País que hicieron lo que tenían que hacer. “El papa Francisco ha sido claro al decir que tenemos que ser sacerdotes con olor a ovejas”, y afirmó que como rector (en ese momento) de una universidad jesuita “es mi responsabilidad estar al frente con todos los estudiantes”.
Señaló que “después de todo lo que ha sucedido en Nicaragua, pienso que Ortega puede hacer cualquier cosa, incluso mandar a matar a quien sea” y puso como ejemplo el ataque a la Marcha de las Madres. “La masacre de las madres del 30 de mayo fue una salvajada y demuestra su desesperación y de lo que es capaz. Lo que sucedió ese día sirvió para comprobar que estamos con un Gobierno irracional, que no le importa matar a lo mejor que hay en un país, que es la juventud”, agregó.
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En la entrevista el sacerdote destacó que los nicaragüenses tenían una “gran confianza” en los obispos, la Iglesia, para marcar un cambio en el país, por el papel que jugaron en el diálogo. “Han sido los sacerdotes los que han hecho un gran trabajo de mediar para que no maten ni a policías ni a la población. Hay una gran valentía. Las declaraciones de los obispos son posiciones claras para tratar de parar la represión”, expresó.
Y reconoció que era una responsabilidad muy grande, “máxime porque estás hablando con una persona que parece que no entra en razón, pero lo que me interesa es que haya alguien que logre parar la dinámica de estos señores (Ortega y Murillo), que no asumen la responsabilidad de estar asesinando diariamente, desde el 18 de abril hasta esta fecha”.
“Todos los días nos levantamos viendo cuántos murieron, o cuántos desaparecieron, o cuántos han sido torturados. Que a estas alturas no hayan parado de matar es un mal signo, una señal muy negativa, pareciera que su opción es imponer el miedo y el terror. ¿Quién puede gobernar matando gente? ¡Es imposible! Eso hace que la población siga enojada, golpeada”, agregó Idiáquez.
Amenazas de muerte y destierro de exrector de la UCA
El 1 de julio de 2018, el padre jesuita Idiáquez, en ese momento rector de la UCA, fue amenazado de muerte debido a su participación en la mesa de Diálogo Nacional, y por denunciar los atropellos cometidos por Ortega y Murillo contra la población, y responsabilizó al régimen si le llegara a pasar algo.
“Sí. Tengo claro que si me matan es el Gobierno el que habrá dado la orden o gente afín a ellos. Lo que he hecho es defender a mis estudiantes y tengo que ponerme del lado de un pueblo que está siendo crucificado y asesinado todos los días. Y como jesuita y rector de esta universidad tengo la responsabilidad de hablar en este momento, porque nuestra misión no es solo estar en lo académico, es también proteger la vida”, fueron las declaraciones de Idiáquez, al ser consultado por las amenazas que recibió.
No obstante, cuatro años más tarde, en junio de 2022, al padre Idiáquez la dictadura le negó regresar a Nicaragua, cuando se encontraba en México atendiendo problemas de salud. Él intentó asistir al traspaso de la rectoría que ahora se encuentra bajo la dirección del padre Rolando Alvarado López.
Inseguridad
En cuanto al tema de la seguridad de los religiosos en Nicaragua, el diario El País recordó que la comunidad jesuita mantiene viva en su ADN la matanza de sacerdotes ocurrida en la UCA de San Salvador en 1989, a lo que el padre Idiáquez señaló que “este es un país donde hay un desgobierno, no hay control de nada y en cualquier momento te matan, o te amenazan por haber dicho una cosa que no le gusta al Gobierno”.
“Este es un país en el que todos estamos viviendo una gran inseguridad. Da la impresión de que el mensaje que manda el Gobierno es que la vida no vale nada aquí, que nos pueden matar por disentir, por pensar, por buscar la libertad de expresión, por protestar. Pero el hecho de recibir amenazas no va a implicar que me van a callar, voy a seguir denunciando que se está matando a jóvenes en Nicaragua”, sostuvo el religioso.
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Sobre Daniel Ortega, el religioso opinó: “Para mí ha sido una tristeza, decepcionante, ver que un señor que en un momento hablaba tanto de la libertad, de la revolución, termine así. Pensábamos que nunca volveríamos a tener a un Somoza, pero Ortega y Murillo están dejando a Somoza pequeño. A mí me parece que una persona que le ofreció al pueblo el cielo y que ahora nos tiene en un infierno, bajo fuego, va a terminar como un asesino, va a pasar a la historia de una manera muy triste”.
Para Idiáquez, Ortega “no está dispuesto a dejar el poder de forma pacífica. Lo que hemos conversado con los obispos es que tenemos que luchar con todos los medios posibles para que no haya más derramamiento de sangre, una guerra civil, que este país no va a poder resistir. Da la impresión que el señor Daniel Ortega y la señora Rosario Murillo quieren dejar destruido el país”, concluyó la entrevista, la cual fue publicada el 15 de junio de 2018.