“El tipo no es simpático como ya lo habrás visto, pero batea como loco. Eso sí, no defiende nada”, fue el diagnóstico puntual de Argelio Córdoba sobre el espigado tercera base que se acababa de incorporar al Chinandega mediados de los ochenta. El joven se llamaba Genaro Llanes y luego de varios intentos fallidos el “Brujo” atinó al convertirlo en receptor.
Y se volvió uno de los mejores cátcheres que han desfilado por el beisbol nacional en los últimos años. Un receptor fiero con o sin la máscara. Su juego fue equilibrado. Temible al bate, seguro a la defensiva y respetable con su brazo. Junto a Próspero González y Pablo Juárez hizo mucho ruido con el equipo chinandegano.
Llanes se retiró luego de 16 temporadas con un promedio ofensivo global de .327, con 95 jonrones entre sus 1,084 hits, 583 anotadas y 614 empujadas. En 11 de sus 16 campañas terminó sobre .300 y en dos oportunidades fue líder en remolques de la liga. Y probó que no solo bateaba aquí. También brilló con la Selección.
Después de comenzar con .262 como novato en 1985, Genaro mejoró a .289 y 2.91 en las siguientes dos temporadas. Y para 1988 estaba convertido en una fiera. Ese año terminó con .375, 16 cuadrangulares y 72 empujadas, líder del torneo. En 1989 el promedio bajó a .317, pero volvió a pegar 16 jonrones y lideró con 72 impulsadas.
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Justo en esa época estaba convertido en el mejor receptor del país. Reynaldo Téllez estaba en el exterior, Tomás Guzmán había decrecido y Julio Vallejos estaba en formación. Genaro era la tajona. Después de batear de 6-2 en el Mundial de Italia en 1988 como suplente de Guzmán, en 1989 se adueñó de la titularidad en la Selección.
Ese año, registró .550 (20-11) en el torneo Huelga en Cuba y le ganó la batalla por el título de bateo a Omar Linares. Y cuando Nicaragua ganó el subcampeonato mundial en 1990 en Edmonton, Canadá, Llanes bateó .353 (34-12) y se elevó a .400 en la Copa Intercontinental de Barcelona en 1991, ganando la medalla de bronce.
Bajó a .273 en los Panamericanos de La Habana en ese mismo 1991 con un jonrón y seis remolques en un equipo que se vino a pique, pero fue convocado al Juego de Estrellas del mundo realizado por la Federación Internacional de Beisbol (IBAF) en aquellos días en Los Ángeles, California.
Sus rodillas comenzaron a crearle problemas y en la Copa de Italia en 1993 se vio limitado a dos turnos, mientras cerraba con .222 en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Ponce, Puerto Rico, y .400 en el Premundial en Managua ese año. Sin embargo, para 1994 llegó el turno de Julio Vallejos y se volvió el titular.
Al final, cuando se retiró de la Selección lo hizo con .359 de promedio por 61 hits en 170 turnos, con 35 anotadas y 26 remolques, con tres jonrones. Participó en 11 torneos, entre ellos tres Mundiales y dos Copa Intercontinentales. Fue un bateador serio dentro y fuera del país.
Llanes salió de Chinandega en 1993 y se unió a los Dantos, estableciéndose luego en Granada, un año en León, antes de regresar al club naranjero, convertido en un bateador designado. Y aunque su hilera de 11 temporadas sobre .300 (1988 a 1998) llegó a fin, quedó constancia de su gran calidad como bateador fino.
En 3,318 turnos, Llanes solo se ponchó en 244 ocasiones y recibió 368 bases por bolas. Y con la Selección también mostró su clase. Tuvo torneos incluso como la Copa de Barcelona en 1991 en la que no ponchó ni una vez en 30 turnos. Era un peloterazo, pero sus rodillas apuraron su retiro y se fue en el 2000 jugando para el Norte.
Cuando se pase lista a los grandes receptores del país, los cuales son encabezados por el gran Vicente López, el mejor de todos, Llanes tiene que estar en esa lista. Su bate, su brazo y su defensa lo mostraron como un cátcher confiable y de equilibrado desempeño, mientras dejaba huellas que son inalterables ante el tiempo.