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La Vénus d’Ille de Mérimée

 En el capítulo X de Las metamorfosis, de Ovidio (poeta romano 43 a.C.-17 d.C.) se relata como Pigmalión, figura de la mitología de Chipre, se enamora perdidamente de una de sus preciosas esculturas llamada Galatea, la cual había sido cincelada en marfil blanco por él mismo. Afrodita, la diosa del amor, quien conmovida por el sufrimiento del rey y escultor, hace que Galatea despierte y cobre vida entregándosela para que la amase y la defendiese del mal. Este mito ha sido ampliamente transmitido y representado en todas las artes plásticas y culturas occidentales a través de los siglos.

En la historia de la antigüedad han existido muchas otras variantes sobre este tipo de enamoramientos. Plinio el Viejo (escritor y militar romano, siglo I) narra que Alejandro Magno, rey de Macedonia (336-323 a.C.) le cedió a su concubina preferida Campaspe, a Apeles, pintor griego (352-308 a.C.) para que le sirviera de modelo para su Venus Anadiómena. Al observar el desnudo, Alejandro Magno comprendió que tal perfección podría solamente haber sido creada por alguien que la amara más, cediendo a Campaspe al pintor para que la hiciese su esposa, renunciando con ello a su propia felicidad.

Lope de Vega (1562-1635) años más tarde compuso un poema que decía: “Yo te doy a mi Campaspe,/ que es como arrancarme el alma/ Y darela dando fin/ a todas mis esperanzas. / Yo te la doy por esposa/ que, en dando esta prenda, nada/ tiene mi poder que dar; / todo con ella se acaba”.

Praxíteles, escultor del clásico griego (440-320 a.C.) se inspiró en su modelo predilecta, la hetaira Friné para la creación de la Venus de Cnido (360 a.C.). Según lo narrado por Plinio el Viejo, Praxíteles esculpió dos estatuas, una desnuda y la otra vestida. La ciudad de Cos compró la púdica (Venus de Cos) y la de Cnido (Venus de Cnido) compró la desnuda. La ciudad de Cnido dio la bienvenida a la escultura instalándola en un santuario dedicado a la diosa Afrodita en el centro de un templo monóptero.

Pausanias, (viejo viajero y geógrafo del siglo II de nuestra era) relata que el santuario de Afrodita conmemoraba la victoria naval ateniense contra los espartanos, (394 a.C.) ocurrida en la ciudad de Cnido. En la obra Diálogo de las cortesanas, Alcifrón relata esta leyenda de Friné para Praxíteles: “No temas; has creado una obra de arte muy bella, como nadie, (…) Porque es a Praxíteles a quien la gente alaba cuando me observan a mí”.

Se ha visto en otras ocasiones que es la estatua misma cuando al cobrar vida, la que se enamora de sus elegidos. Este suceso ocurre en La Vénus d’Ille, novela de Prosper Mérimée (1803-1870) publicada en (1837) y catalogada como cuento fantástico durante el auge del romanticismo.

La Vénus de Ille, se enamora de Alphonse, el hijo de su propietario Monsieur Peyrehorade, quien sintiéndose rechazada por el joven le da muerte la noche de su boda. La Venus además está maldita pues pasan sobre ella muchos presagios. Alphonse decide antes de su boda jugar al Paume con sus amigos. Gana el juego y sus compañeros le juran venganza. A la mañana siguiente, todavía en su lecho nupcial, encontraron a Alphonse comprimido bajo el peso de la estatua. La esposa de Monsieur Peyrehorade madre de Alphonse en castigo dio a fundir a la Venus en campana, la cual luego fue donada a una iglesia local. Desde entonces cuenta la leyenda, La Vénus d’Ille ha destruido muchos cultivos del campo en el municipio del Languedoc-Rosellón.

 A continuación un poema de mi inspiración detallando lo que acontece en esta triste historia de amor.

La Vénus d’Ille de Mérimée

En la apacible noche,
bajo la luna resplandeciente desde el ventanal, el arqueólogo veía
una figura esbelta y soberana,
era ella una estatua, griega o romana.
Su pupila era blanca,
y su sonrisa tan maléfica,
que a bajarle la mirada,
a todos, ella, así obligaba.
Desde lejos, el parisiense atisbó a un grupo de pequeñuelos; —que por lo acontecido a Jean Coll a quien la diosa dejó cojo, en desquite, y con muchísimo enojo, a la diosa lapidaron.
Una de las broncas piedras fue volando por los aires, y sobre el bronce duro, muy atinadamente revotó, golpeando la testa acertadamente de uno de los inquietos mozuelos.
Todos muy sorprendidos, en desbandadas, salieron al través de la alborada.
La bella Venus, sin embargo, se sonreía,
pues… no parecía ser de metal,
mas sí, de carne viva,
maliciosa, insensible y brutal.
Y he aquí lo que luego aconteció:
El novio quien ya listo para el altar se encaminaba,
por jugar con sus amigos al “Paume”
erróneamente decidió colocar la nupcial sortija de diamantes en el anular de la diosa malvada.
La noche de bodas, así acaeció
la Venus con la sortija muy bien empuñada, así desposada se creyó, y a la recamara nupcial, así se encaminó,
apretujando bajo si, a quien pensaba
era su Vulcano o su Adonis ya.
La infeliz y virginal novia, en el lecho nupcial aún yacía, e Impávida, y horrorizada, a gritos contaba
¡su triste y trágica historia de amor!
Pasado el funeral,
la madre y esposa de M. Peyrehorade dueña real de la bárbara soberana en bronce bruto, la amalgamó. Hoy en campana transformada, la muy malvada, Vénus de Ille de Mérimée
en la torre de la iglesia
se la pasa, la muy maligna y mal intencionada… asustando con sus dobles, a la población del Lanquedoc-Roussillón.
Desde entonces, con sus toques las cosechas secas y marchitas, aún, así, siempre prevalecen.

La autora es máster de Literatura Española.

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