Los caminos nos conducen a una determinada meta o dirección. Hoy se nos ofrecen multitudes de caminos para vivir la vida, pero no todos ellos nos conducen a la verdadera vida, a la felicidad auténtica, a la paz y la libertad sincera.
La sociedad es un gran supermercado en el que se nos brindan ofertas de apetitosos caminos para todos los gustos. Nos ofrece caminos fáciles, libres de responsabilidades algunas; caminos sin preocupaciones algunas y que nos invitan a caminar por la vida sin frenos algunos.
Hay mercados en rebajas que nos meten por los ojos caminos erróneos y engañosos que, al final, destrozan y malgastan la vida. Debemos estar espabilados ante esa abundancia de falsos caminos que conducen a la destrucción del ser humano. Porque con la vida no podemos jugar.
Muchos caminos son engañosos; por regla general, conducen a la destrucción del ser humano, “a la perdición” de la misma vida, (Mt.7,13), que es el tesoro más preciado que tenemos. Por ello no andes errante… y busca tu camino.
Cada uno debe buscar con toda sinceridad el camino que lo lleve a ser feliz en la vida. Como dice la canción: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” y cada uno buscará su propio camino por el que andará por la vida.
Pero nosotros los cristianos tenemos un camino seguro que nos conduce a la verdad y a la vida verdaderas que es Jesús, el Señor.
Jesús se nos ofrece como el camino que nos lleva al Padre: “Nadie va al Padre sino por mí… Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn.14,6).
Jesús, desde el primer momento nos pone en aviso y nos dice que seguirle a Él no es tomar caminos amplios que encandilan y seducen, sino empezar a caminar por caminos estrechos, sin cuentos ni trampas, sin mentiras ni engaños, pero que Él es la verdad y la vida (Mt.7,13-14).
Es en Cristo y en sus valores donde vamos a encontrar luz en la verdad. Es en Cristo donde vamos a encontrar que verdaderamente nuestra vida tiene sentido. Por eso, siempre nuestra oración debe de ser la oración del Salmista: “Señálame, Yahvé, tu camino, guíame por la senda llana” (Sal.27,11). “Muéstrame, Yahvé, tu camino, que recorreré con fidelidad” (Sal.86,11).
Ser cristiano es, pues, caminar en la verdad, como Él mismo nos ha dicho: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn.14,6).
La única manera de permanecer en la verdad es permanecer en Cristo Jesús y comulgar con su mensaje. Jesús es el único camino a la verdad que nos conduce a Dios, a la vida verdadera.
Caminar por el camino de la verdad es caminar en la sinceridad de la vida.
Caminar siendo misericordiosos, orantes, dispuestos a amar y servir.
Caminar con la familia y amistades unidos en un mismo pensar y sentir.
Caminar juntos como creyentes, siendo buenos cristianos y santos ciudadanos.
En la Última Cena Jesús pidió al Padre por todos nosotros para que camináramos por el camino de la vida con la verdad por delante: Padre, santifícalos en la verdad, tu palabra es verdad” (Jn.17,17).
Es en Cristo donde encontramos el camino sincero que nos lleva a la verdad y la vida.
El autor es sacerdote católico.