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En esta imagen, la ahora excarcelada y desterrada política Tamara Dávila intenta evitar que los policías antidisturbios se lleven a otras manifestantes en Camino de Oriente, Managua, durante las protestas de abril de 2018. LA PRENSA/Archivo

Opositores se plantean superar la violencia política cíclica con la asistencia psicológica a las víctimas

Existen grandes resentimientos en la sociedad nicaragüense por la impunidad y falta de justicia tras cada conflicto

La violencia política cíclica en la historia de Nicaragua es atribuida a la falta de reparación de las víctimas tras cada guerra civil, que deja dolor y muerte en el país.

Algunos de los 222 presos políticos desterrados y desnacionalizados de Nicaragua el pasado 9 de febrero, expresaron que en los primeros días fuera de la prisión no podían dormir, otros tienen ansiedad o depresión por no poder regresar a su país, también sufren por no poder estar con sus hijos, madres, cónyuges, entre otras pérdidas.

Ocho días después de ser liberada y expulsada a Estados Unidos, la opositora de 23 años, Samantha Jirón, reveló en un foro público que aunque estaba libre, tenía pesadillas de que todavía estaba presa.

Lo mismo ocurrió en su momento con los presos políticos de 2018. El líder estudiantil Levis Rugama, encerrado a los 20 años por protestar, dijo que había pensado en suicidarse y ahora, tras tres años de duro exilio lejos de su familia, todavía tiene largas crisis de depresión que a veces le impiden salir de la cama.

Han sido miles de nicaragüenses que han huido del país por la represión de Ortega, dejando sus hogares y su país para vivir en la marginación en otros países.

Impunidad de los criminales políticos

La represión contra las protestas civiles en 2018 también dejó víctimas de violaciones sexuales, familias sin justicia que tienen que ver a los asesinos de sus parientes en el poder, hablando de paz y reconciliación, y premiando a los ejecutores de los asesinatos.

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La opositora y ex presa política desterrada, Tamara Dávila, manifestó que se debe de pensar en la aplicación de justicia en Nicaragua a la par de la atención psicológica de los ex presos políticos, desterrados, exiliados, familiares de asesinados y otras víctimas, para superar el odio y el dolor que está dejando esta nueva etapa de violencia política que vive el país.

“Son cientos y cientos de miles de nicaragüenses que estamos partidos, que estamos en unas situaciones humanitarias bien complejas, no solo los que estamos afuera, sino los que están adentro del país, tiene que haber todo un trabajo en paralelo para seguir sanando, para que podamos construir una sociedad sobre la base de la justicia y no de la venganza”, dijo Dávila.

La opositora Tamara Dávila frente al Consejo Permanente de la OEA, en el momento que el embajador de Chile ante ese organismo le cedió su puesto para que ella denunciara las violaciones de derechos humanos que vivió como presa política de la dictadura de Daniel Ortega. LA PRENSA/Captura de video

La opositora dijo que actualmente hay un esfuerzo de las redes de solidaridad para el apoyo humanitario, de parte de diferentes actores individuales y colectivos, pero hay que hacer un mayor esfuerzo a nivel nacional en el futuro.

“Hay que seguir poniendo la justicia como marco de acción, porque en Nicaragua no puede haber perdón y olvido, ningún proceso de transición democrática puede empujarse sobre la base de que aquí no pasó nada. Sí ha pasado, ha pasado desde siempre y tiene que haber procesos de justicia transicional y un compromiso de los distintos liderazgos dentro y fuera del país de impulsarlo”, agregó Dávila, quien fue separada de su hija de 5 años mientras estuvo más de un año en la cárcel y se reunió con ella en el exilio.

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El psicólogo y ex preso político, Róger Alfredo Martínez, manifestó que la violencia política en Nicaragua ha sido una constante en los últimos 40 años y que esto ha tenido un impacto significativo en la salud mental de las personas que han sido víctimas directas de la violencia, como los presos políticos y sus familiares.

“La salud mental de los presos políticos y otras víctimas, así como el círculo de violencia política que ha vivido Nicaragua en las últimas décadas, es una cuestión muy compleja y multifacética que requiere una comprensión profunda del contexto político y social del país”, valoró el psicólogo.

Impacto psicológico duradero

Martínez confirmó que la tortura, los maltratos y las detenciones arbitrarias son experiencias traumáticas que pueden causar trastornos de estrés postraumático, depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental en las personas afectadas. Además, dijo que la incertidumbre y el miedo asociados a la amenaza constante de violencia pueden generar un impacto psicológico duradero.

“Hay una urgente necesidad de tratamiento psicológico para las víctimas de la dictadura en Nicaragua y de todas aquellas personas que se han visto afectadas por estos procesos sociales, desde quien sufrió tortura, aquellas familias de personas asesinadas, los que murieron en las guerras, hasta los que perdieron oportunidades laborales a consecuencia de persecución, tan así es de necesario, es crucial no solo para la recuperación personal, sino también para ayudar a sanar a la sociedad en su conjunto”, manifestó el psicólogo.

Psicólogo y ex preso político, Róger Alfredo Martínez. LA PRENSA/Archivo

Martínez dijo que sobre todo la impunidad ha sido como una herida que sigue abierta. “La impunidad ha sido el cabo suelto y que ha dejado ciclos pendientes de cierre, por lo tanto si queremos mejorar el ambiente para que la salud mental sea tratada de manera efectiva a nivel global en la sociedad nicaragüense, los responsables históricos de un proceso de cambio deben estar comprometidos con la justicia para definitivamente poder hablar de cerrar estos capítulos dolorosos”, agregó el profesional de la salud mental.

Política guerra civil Justicia Nicaragua archivo

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