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Lo que natura no da, el Chipote no lo presta

Muchos esperábamos que la dolorosa experiencia de la cárcel que sufrieron los líderes de la oposición los haría madurar políticamente y alcanzar la visión y coherencia que no lograron desarrollar antes de su encarcelamiento. La imagen del preso político que sale de la cárcel “iluminado” se alimenta de ejemplos como el de Mandela, convertido en un símbolo mundial de tolerancia después de 27 años de encierro. El mismo Mandela alimentó esta imagen cuando señaló: “La celda es el lugar idóneo para conocerte a ti mismo. Me dio la oportunidad de meditar y evolucionar espiritualmente”.

Desdichadamente, el caso de Mandela no es la regla sino la excepción. Por cada Nelson Rolihlahla Mandela hay mil ejemplos de presos políticos a quienes la cárcel no logró hacerlos crecer. Daniel Ortega es uno de ellos. Dos ejemplos más recientes son los de Juan Sebastián Chamorro y Félix Maradiaga, los excarcelados del régimen Ormu que más claramente han revelado el impacto de la cárcel en su desarrollo político y su visión de país.


¿Política “contra” o “para”?

Inmediatamente después de ser liberados, Chamorro y Maradiaga desempolvaron su viejo discurso anti-Ormu, que repite lo que todos ya sabemos de la dictadura, pero que no nos dice absolutamente nada sobre cómo ellos piensan que podrían gobernar el país en el eventual caso de que lograran alcanzar el poder. Así, ni sabemos lo que le ofrecen a la Nicaragua sandinista y no sandinista, ni conocemos los sacrificios que ellos esperarían de los diferentes sectores de la población para sacar adelante al país. Una y otra vez prometen abstracciones como “la democracia”, el “Estado de Derecho”, y “la libertad”, faltándoles solamente ofrecer, como Sandra Bullock en la película Miss Simpatía, “¡Y paz mundial!”

¿Política “hacia adentro” o “hacia afuera”?

Chamorro y Maradiaga también retomaron su discurso “hacia afuera”, es decir, orientado prioritariamente a los estadounidenses y europeos, en un esfuerzo por convencerlos de que ellos deben resolver la crisis nicaragüense. Esta inclinación puede ser el reflejo de un inconsciente reconocimiento de su incapacidad para construir un verdadero movimiento político dentro del país. También podría reflejar el inconfesable deseo de convertirse en las versiones pinoleras de Juan Guaidó.

“Hay que ser realistas”, dijo Chamorro a El País la semana pasada, “se hace más difícil el trabajo político [en Nicaragua] desde el destierro” (15/04/23). Así es, pero se puede. El temido Ayatola Khomeini hizo una revolución, en 1979, enviando clandestinamente a Irán sus mensajes y comunicados, grabados en casetes que luego circulaban clandestinamente entre la población de ese país. En el 2023, las posibilidades de comunicación al alcance de Chamorro y Maradiaga son infinitamente mayores que las del ayatola. Para aprovecharlas solamente se necesitan dos cosas: la voluntad de dialogar con los nicaragüenses y, por supuesto, tener algo que decir.

¿Política “hacia adelante” o “hacia atrás”?

Todos tenemos derecho a pensar y creer lo que queramos. Pero, como políticos, Maradiaga y Chamorro no tienen derecho a enredar al país en la contradicción que significa vender la idea de un país democrático –para lo cual necesitamos articular un discurso político secular con el que podamos entendernos todos las nicaragüenses– y, al mismo tiempo, bombardearnos con un discurso religioso decimonónico y sectario que asume que todos creemos, por ejemplo, que su excarcelación fue “un milagro del señor” (Maradiaga, 100% Noticias, 18/02/23).

Tampoco tienen derecho a arrastrar al país a viejas épocas pasadas, cuando nuestros líderes y gobernantes se relacionaban con los Estados Unidos con un discurso obsequioso y servil, como el que usó el mandatario nicaragüense Norberto Ramírez en 1849 para recibir al enviado de Washington, Jorge Squier: “Nicaragua sentía necesidad de abrigarse bajo el esclarecido pabellón de Norteamérica; pero no había llegado aún la hora en que el árbitro de las Naciones debía levantarnos a tan alto grado de dicha y prosperidad”.

Recordé a Ramírez cuando leí que, en su visita al senador republicano Bill Cassidy, ardiente promotor del muro de Trump en la frontera con México, Chamorro y Maradiaga le aseguraron al estadounidense que en el Chipote los “animó constantemente” la declaración de la independencia de los Estados Unidos y el símbolo del Capitolio, el edificio del Congreso estadounidense.

Al mejor estilo de Norberto Ramírez, Chamorro confesó emocionado a los periodistas presentes en el encuentro: “Me parece mentira, me parece un sueño que esté con él [con el chele Cassidy] acá en libertad, describiendo lo que hace menos de diez días estábamos hablando con nuestros compañeros de celda sobre este edificio” (Chamorro, 27/03/23). Días antes, frente a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, se había desbordado diciendo que la ciudad de Washington irradia “la luz de la libertad, que ilumina a millones de personas en el mundo” (Chamorro, 23/03/23).

¿Otro discurso es posible?

En medio del cansado espectáculo de Chamorro y Maradiaga, Tamara Dávila ha aparecido como un pequeño rayo de esperanza. Joven, combativa, inteligente, empática, pragmática (pero no resignada) y, sobre todo, auténtica porque “se muestra tal y como es”; es decir, no practica la desagradable política de pasarela, tan común en nuestro país.

A mí me impresionó la espiritualidad expresada por Tamara en su relato sobre “las arañitas” de su celda; la fortaleza y dignidad que mostró durante su separación y reencuentro con su hijita; la empatía que reveló en su reconocimiento de la humanidad de los policías del Chipote; y el pragmatismo progresista que muestra en sus entrevistas.

Tamara tiene que problematizar y pulir aún más sus posiciones; pero debe continuar lo que ha empezado, tratando de evitar ser arrastrada por la viciada cultura política que empuja a Chamorro, Maradiaga y otros políticos nicaragüenses a hacer política “contra”, “hacia afuera”, y “caminando al revés”.

P.D. Hablo de Tamara, no de Unamos, una organización que yo no logro aún descifrar.

El autor es profesor retirado del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Western Canadá.

COMENTARIOS

  1. Hace 1 año

    Vos querés que Chamorro y Maradiaga repartan lo que no tienen y vendan un proyecto de país que aún no existe, acá los nicaragüenses estamos de manos atadas frente a un poder criminal sin escrúpulos y totalmente acorralado dispuesto a todo, frente al cual la única vía es la de las armas y esa solo puede alcanzarse con el concurso de las naciones democráticas desarrolladas del mundo, porque sino, acá terminaremos como Cuba, en la más absoluta de las ruinas material y moral con 60 y pico de años y contando, de una dictadura feroz y desalmada

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