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Semana Santa sin procesiones

El historiador y escritor español José Antonio Pérez Rioja escribió en uno de sus libros que en las procesiones las personas “exteriorizan de manera colectiva sus sentimientos más íntimos”. Representan, agregó, “el éxodo del pueblo israelita de Egipto y son un símbolo de la peregrinación de la Iglesia hacia el cielo”.

Como sea, las procesiones constituyen una manifestación muy importante de la fe, sobre todo —en el caso de los católicos— las que se celebran durante la Semana Santa.

Lamentablemente esta vez los católicos de Nicaragua no tendrán procesiones en la Semana Santa, solo podrán participar en oficios religiosos celebrados en el interior de los templos. Lo cual se debe a las críticas circunstancias políticas del país, a pesar de que las procesiones, como lo indica el mismo sentido de esta palabra, son siempre ordenadas y pacíficas.

 De manera que este Domingo de Ramos no habrá la bonita “procesión de la burrita”, que representa la entrada triunfal de Jesús de Nazaret a Jerusalén, antes de ser apresado, condenado a muerte y crucificado en el Calvario. Ni podrán celebrarse procesiones tan solemnes como la del Silencio, el Jueves Santo; el Santo Entierro, el Viernes Santo;  y la hermosa procesión de la Resurrección de Jesús en el Domingo de Pascua.

Las procesiones son la principal celebración exterior del culto cristiano católico. Sin procesiones, la Semana Santa parecerá incompleta o mutilada, le faltará el cuerpo de la participación popular en el exterior de los templos, en las calles que los creyentes recorren fervorosamente en procesión.

 Se puede decir que las procesiones de Semana Santa, comenzando con la del Domingo de Ramos, son parte de la identidad cultural nicaragüense. Hace unos días, al informar con tristeza que este año no sería posible hacer la procesión de la burrita, el obispo de León, monseñor Sócrates Sándigo, habló del arraigo de esta celebración en el alma nicaragüense, y recordó que Rubén Darío cuando era un niño escribía versos alegóricos que se repartían en esa procesión, en la ciudad de León.

En efecto, así lo relató el mismo poeta nacional de Nicaragua en su libro La vida de Rubén Darío escrita por él mismo: “Por la puerta de mi casa –en las Cuatro Esquinas—pasaban las procesiones de la Semana Santa… Cuando pasaba la procesión del Señor del Triunfo, el domingo de Ramos, una granada se abría y caía una lluvia de versos. Yo era el autor de ellos…”

En la historia de la humanidad las procesiones religiosas son muy antiguas. Se conoce que ya en las antiguas Grecia y Roma se celebraban y las cristianas comenzaron poco después de la crucifixión de Jesús. Según algunos historiadores, la procesión del viacrucis se comenzó a realizar de manera espontánea, cuando algunos cristianos  comenzaron a recordar y rendir culto a Jesucristo recorriendo a pie la misma ruta que Él recorrió hasta el monte Calvario, donde fue crucificado.

Al pasar el tiempo la procesión solemne del Viacrucis se convirtió en la columna vertebral de la celebración de la pasión de Jesús en la Cuaresma y la Semana Santa, que culmina gloriosamente con la Resurrección en el Domingo de Pascua.

Pero en Nicaragua las procesiones de Semana Santa están prohibidas, por ahora. Las imágenes sagradas permanecen encerradas en los templos,  como otra muestra de la tribulación que sufre la Iglesia católica en este país.

A pesar de eso, es evidente que la gente no renuncia a su fe, más bien la fortalece. Los católicos oran sin descanso dentro de los templos y en el silencio de sus hogares, con la esperanza en que la mala situación de ahora pasará más temprano que tarde.

Y que se volverán a abrir las calles para llenarse de la gente fiel que de nuevo podrá salir en procesión con sus imágenes veneradas.

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