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¿Será cierto que van a “cubanizar” la economía de Nicaragua?

A raíz de la cancelación de la personería jurídica del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) y de las demás cámaras empresariales privadas independientes, analistas y líderes políticos de oposición advierten que según ellos el objetivo del régimen es  “cubanizar” la economía nacional.

Pero, ¿será cierto eso? ¿En qué se basan quienes dicen tal cosa con tanta seguridad?

La economía de Cuba es básicamente comunista. En ese país, cuyo régimen es estrecho aliado del de Nicaragua, no existe la economía capitalista basada en la propiedad y la iniciativa privada. Raúl Castro, después de la muerte de su hermano Fidel que le heredó el poder, ante el desastre económico del país y como medida desesperada de sobrevivencia, permitió la expansión de pequeños negocios privados, personales y familiares. Se trata de los llamados “cuentapropista”, que constituyen casi medio millón de personas en una población de más o menos doce millones. Pero nadie puede ser dueño de medios de producción ni dar empleo a más de 50 trabajadores, pues según la doctrina marxista-leninista oficial eso sería “explotar el trabajo ajeno”.

Según las estadísticas que filtra el mismo Estado de Cuba —donde no hay libertad de prensa ni acceso independiente a la información de interés público—, más del 75 por ciento de los empleos del país está en las empresas del Estado, las productivas y las burocráticas. La economista y académica cubana Vilma de los Santos, de la Universidad de La Habana, dice en un estudio divulgado por internet que “el modelo económico cubano se ha caracterizado por un escaso protagonismo de los mercados…” Y explica  que  las empresas públicas operan  bajo un modelo empresarial centralizado, “donde predominan estructuras monopólicas u oligopólicas”.

En Nicaragua, poco después del estallido social y político de abril de 2018, Daniel Ortega aseguró que no entregaría el poder y que para sostenerse estaba dispuesto a llevar la población a una situación económica de subsistencia, a una “economía del gallo pinto”. Es decir, que la gente de abajo sobreviva comiendo gallo pinto, como se le llama a la comida criolla elaborada a base de arroz mezclado con frijoles.

 Pero la verdad es que el sistema económico de tipo capitalista ha funcionado bien bajo el régimen orteguista. Floreció durante el período del contubernio gubernamental con el Cosep, que fue llamado modelo de diálogo y consenso. Siguió  funcionando bien después de la ruptura de dicho modelo, a raíz de los sucesos de abril de 2018 y a pesar de la pandemia y de la crisis económica internacional. Y continúa básicamente normal hasta ahora, como lo ha certificado el Fondo Monetario Internacional.

El régimen ha desmantelado las organizaciones gremiales de la empresa privada independiente, pero no las operaciones industriales, comerciales, financieras y de servicios del sistema capitalista criollo. Es posible que por obcecación ideológica y odio a Estados Unidos y Europa Occidental, el régimen quiera seguir el rumbo del modelo económico comunista de Cuba. Pero no necesita hacerlo, le basta con copiar el modelo cubano de régimen político, que de hecho es  lo que viene haciendo desde que aplastó la rebelión popular de 2018.

Para el régimen de Ortega el mejor  modelo de economía puede ser el de China y Vietnam, una mezcla de neoliberalismo salvaje y capitalismo de Estado con la superestructura  política de una dictadura totalitaria. “Qué más da si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”, expresó Deng Tsiao Ping, el líder de China que promovió la reforma para sustituir la economía comunista con la capitalista de Estado, conservando el régimen político totalitario.

“Socialismo con características chinas”, llaman al sistema económico capitalista imperante en la gran potencia asiática que ha devenido en un nuevo imperialismo mundial que amenaza a Occidente y pretende dominar el mundo. Y a cuya sombra se cobija el régimen de Nicaragua.

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