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El abandono de León Viejo en 1610

Según documento del Archivo de Indias, en 1578 vivían en León de Imabite 62 vecinos españoles, de los cuales 27 eran encomenderos. Ese año el tesorero de Granada, Mateo Bela, escribía al rey: Desde que mataron al obispo en dicho lugar (León) parece de mal en peor, así por la vida humana, como en asolamiento del lugar que está en el suelo todo.

Por eso persistía en los vecinos españoles de León el deseo de trasladar la capital de la provincia a Granada. Decían que el bochornoso calor los obligaba a vivir en el campo. Las pestes, sobre todo, la del sarampión, diezmaba a las familias, en particular a los niños. El poco tráfico, por lo desviado del lugar, no estimulaba los negocios. Creían maldita y excomulgada a la ciudad. No llovía. Las cosechas eran malas. Los niños al nacer no se pegaban, pues todos morían. También pensaban que las hediondas a azufre aguas del Xolotlán, donde se proveían para el uso diario, eran las causas de sus aflictivos malos. Que un día el lago se los había de tragar y el volcán Momotombo los cubriría de hirviente lava.

En 1580 los oficiales reales, o funcionaros, no podían sustentarse con sus salarios. El tesorero Álvarez de Toledo, en su informe del 29 de febrero del mismo año, se quejaba de que con todos sus ingresos anuales (200 mil maravedís de salario, 50 mil por avaliación en El Realejo y 36 mil por cobranza de alcabalas) no le ajustaba para vivir decentemente con su familia.

Por su lado, Antonio de Ágreda señalaba que León de Imabite no poseía casas decorosas para guardar, segura, la Caja Real por aver falta de casas en la ciudad de León, donde residen, y las más de ellas son de paja, porque las que hay de tejas son de vecinos particulares que las han hecho y labrado a su costa para su vivienda, de modo que no se les pueden quitar, y por esta causa la Caxa de Su Magestad no tiene donde estar y los dichos oficiales reales no pueden pasar cómodamente sin tener la dicha casa.

Además, se sufría una inflación: fuera de Nicaragua no valía siete reales el peso —equivalente a ocho—, ni querían recibir tal moneda fuera de dicha provincia. La población indígena tributaria disminuyó, provocando desaliento entre los vecinos que veían reducir los beneficios de sus encomiendas. Dos años después, en 1586, el desaliento de la población sería muy evidente, pues se informa que ya no se reconstruían las casas que se caían y que los vecinos se iban muriendo o se iban a morar a Granada. Y dicen todos que es esto juicio grande de Dios y castigo de su mano, por la muerte que dieron [en] años pasados dos hermanos al Obispo que entonces era de Nicaragua. Firmó dicho testimonio Antonio de Cibdad Real (1551-1589), secretario de fray Alonso Ponce (¿1500?- 1617), comisario general de la orden franciscana (1584-1589), en visita al país.

En el año del terremoto de 1594 las viviendas que no cayeron, quedaron inhabitables; de manera que optaron por el éxodo. En 1602 el fiscal de la Audiencia de Guatemala, licenciado Bartolomé de la Canal y Madrid, consignaba la despoblación y muerte de sus vecinos españoles de manera que solo habían quedado 6. En 1603 apenas existían 10 casas y no había suficientes vecinos, ni ningún comercio; de manera que su abandono era inminente. En 1605 León de Imabite no podía mantener más de un clérigo por la escasez de diezmos, derechos y limosnas.

La ciudad se hallaba en sus últimos días. Tal lo reveló en carta del Oidor de la Audiencia de Guatemala, licenciado don Manuel de Ungría Jirón, el 8 de octubre del mismo año: “La iglesia catedral de Nicaragua ha estado desde su fundación en la ciudad de León, la cual está tan despoblada que casi está yerma, y por esa causa no hay prebendado ni clérigo que en ella resida. La ciudad de Granada, que es de la misma provincia, es de muchos vecinos y comercio; convendría que vuestra Magestad, siendo servido, diese orden que la catedral se traslade a ella, y que tuviese algunos prebendados por estar solo el maestro de escuela, por haber muerto este año un solo canónigo que había”.

El 11 de enero de 1610 ocurrió un tremendo terremoto que terminaría de arruinar la ciudad. Cayeron casi todas las casas y si algunas permanecieron en pie, ya no podían ser habitadas. Los once temblores siguientes impulsaron a los escasos y temerosos vecinos, por iniciativa del síndico Agustín Díaz Larios, a realizar ––tres días después–– un cabildo abierto a campana tañida, procediendo a una desesperada mudanza, sin poder consultar a las autoridades superiores. O sea: la civil y la eclesiástica, respectivamente, el gobernador interino Fernández Álvarez Serrano y el obispo Pedro de Villarreal. Ambos residían en Granada, ciudad mucho más saludable, segura y rica.

Portando el Santísimo Sacramento, insignias reales y campanas, se marcharon hacia otro sitio con más disponibilidad de recursos: agua, tierras aptas para la agricultura, proximidad al mar y suficiente mano de obra indígena. El 16 de enero se clavó el estandarte violeta de las armas de Castilla, cerca de un frondoso árbol de guácimo, en el nuevo asentamiento, junto al pueblo indígena de Sutiaba: en unas cabañas rasas, sitio muy sano, de buenos vientos y junto a un río de muy buena y sana agua. El 17 fue celebrada la primera misa y el 19 se trazó el plano por orden de Pedro Munguía de Mendiola, alcalde ordinario de la “ciudad vieja”. Munguía de Mendiola mandó a echar el cordel y cuadrante utilizando un agujón, delineó la planta y forma de la nueva ciudad para que las calles fueran conformes y derechas […] y quedase todo en cuadrante y más recogida.

El capitán general de Guatemala y presidente de la Audiencia, doctor Alonso Criado de Castilla, autorizó la decisión del traslado el 19 de febrero del mismo año de 1610 y el 9 de abril de 1619 lo haría el Rey de España. Todavía en 1613, de visita a lo que aún quedaba de los vestigios de León de Imabite, el carmelita descalzo Antonio Vásquez de Espinoza observó que algunas personas andaban llevando materiales para la nueva ciudad. Todo ello le produjo un sentimiento de lástima, o más exactamente, le movió a compasión. En fin, el traslado desde su primitivo asentamiento junto a los ejidos del pueblo de Sutiaba era ilegal, pues ––de acuerdo con la legislación española–– tales ejidos pertenecían a la comunidad indígena y no podían de ninguna manera ser enajenados. Las autoridades de Sutiaba protestaron por la instalación de la ciudad en sus tierras, pero todo fue en vano. El nuevo León ––refiere el historiador Germán Romero Vargas–– “quedó hasta nuestros días en los terrenos ejidales de Sutiaba”.

La acción fundacional de la ciudad ––que partir de 1610 debería llamarse León de Sutiaba–– consistió en poner una cruz en la parte donde se ha de edificar dicha iglesia [catedral]; y se puso horca y cuchillo en la plaza en nombre del rey Felipe III [1578-1621], de acuerdo con el acta de su nueva fundación el 16 de enero de 1610. De hecho, León de Imabite ––establecida en una región indígena densamente poblada–– había perdido su razón de ser. Cinco erupciones del Momotombo (en 1554, 1578, 1594, 1605 y 1610) y terremotos la habían desolado. Los indios que servían a los vecinos eran escasos; mejor dicho, en palabras de Romero Vargas: “La región de Imabite fue completamente despoblada en menos de cincuenta años a tal extremo que los mismos españoles, ante la falta de trabajadores, emigraron estableciéndose en tierras usurpadas al pueblo de Sutiaba”. Realmente, su carácter de cabecera administrativa y sede episcopal había desaparecido; además, carecía de inmueble seguro para guardar la caja real. Y el gobernador Álvarez Serrano ––informa Salvatierra–– ordenó el encarcelamiento en Granada del alcalde de León “por haber permitido la traslación sin su permiso”. Por su lado, “el obispo Villareal no influyó en la determinación tomada”.

En síntesis, el nuevo León de Sutiaba llegó a 412 años en 2022, ya que sería otra ciudad distinta de León de Imabite, fundada en 1524 por Francisco Hernández de Córdoba. ¿Acaso existe en el León de nuestros días una estatua al fundador de la destruida ciudad vieja? Granada la posee gallardamente desde 1974, cuando celebró sus 450 años de existencia, permaneciendo en su asiento original. Es, por tanto, la única ciudad del continente con ese rango. No le corresponde, entonces, a León de Sutiaba conmemorar en 2024 quinientos años. Solo León de Imabite (o actual Ruinas del Sitio Histórico León Viejo) tiene derecho a conmemorar los cinco siglos de su fundación, mas no de existencia, pues apenas duró 85 años: desde finales de1524 hasta enero de 1610, cuando fue destruida por las fuerzas de la naturaleza y abandonada.

El autor es miembro de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua.

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