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El corazón de fray Mamerto Esquiú y Rubén Darío

Un despacho de agencia AFP hace algún tiempo informaba del robo del corazón de fray Mamerto Esquiú, muerto en 1883, exhibido como reliquia religiosa en la iglesia San Francisco de la provincia argentina de Catamarca. Agrega el despacho noticioso que el robo fue perpetrado por un joven quien, para apoderarse del corazón de fray Mamerto, rompió con una piedra el cofre de vidrio donde se guardaba la reliquia.

Fray Mamerto Esquiú fue obispo franciscano de la ciudad de Córdoba (Argentina). Murió en olor de santidad y fue beatificado el 4 de septiembre de 2021. Luego de su muerte, al exhumar sus restos, se descubrió que el corazón de fray Mamerto permanecía incorrupto. Se le atribuyen centenares de milagros.

El robo del corazón de fray Mamerto mereció su divulgación por una agencia internacional. Posiblemente la noticia haya sido leída por muchos nicaragüenses como una simple curiosidad. Sin embargo, a los estudiosos de Darío nos trajo, de inmediato, el recuerdo de la polémica que provocaron, en 1886, unos versos que Rubén Darío escribió en honor de este virtuoso obispo de Córdoba.

En septiembre de 1886, Rubén Darío viajó a Córdoba invitado para recibir un homenaje de El Ateneo de esa ciudad. Al acto concurrieron los más sobresalientes intelectuales y lo más granado de la sociedad cordobesa. Rubén leyó primero una cuartilla de agradecimiento, en la que destaca el carácter universitario y doctoral de la ciudad: “Córdoba, ilustre de antiguo, no en vano fuera llamada la Doctora; vuestra universidad ha sido por mucho tiempo el hogar del pensamiento argentino; y siento particular satisfacción en que quien me haya dirigido la palabra esta noche, en nombre de este instituto, sea quien ha levantado el monumento hasta hoy más valioso, en gloria de la universidad cordobesa”. Años después, en 1918, fue en esta Universidad donde se inició el movimiento de Reforma Universitaria más importante de América Latina, conocido como “La Reforma de Córdoba”.

Conocedor de la historia y abundantes méritos del recién fallecido obispo de Córdoba, fray Mamerto Esquiú, Rubén le dedicó su poema En elogio del Ilmo. Sr. Obispo de Córdoba Fray Mamerto Esquiú, O.M, más tarde incorporado en su libro El canto errante (1907). La primera estrofa del poema dice así: “Un báculo que era como un tallo de lirios,/ un ávida en cilicios de adorables martirios,/ un blanco horror de Belzebú,/ un salterio celeste de vírgenes y santos,/ un cáliz de virtudes y una copa de cantos,/ tal era Fray Mamerto Esquiú”.

Ambas intervenciones de Darío fueron aplaudidas con regocijo por el selecto público asistente. Pero, la novedad de la hermosa prosa leída por Rubén esa noche y lo innovador de su poema, provocaron la ira de un académico provinciano, cuyo nombre hoy se recuerda únicamente por su insólita protesta por el homenaje tributado a Rubén y su decisión de renunciar a seguir siendo miembro del Ateneo ya que, en su concepto, la presencia de Rubén había transformado a la ilustre corporación en “un manicomio”.

Dirigió, el despistado ateneista, Rodríguez del Busto, una carta escrita, con inusitado furor, al presidente del Ateneo, doctor Cornelio Moya Ganzúa, en la que le dice adiós a la institución y reclama: “Yo no se quien ni cómo ha resuelto esa velada literaria que se dio anoche en el Club Social a nombre del Ateneo en honor del señor Rubén Darío”. Y agrega, que en su criterio, estrecho por cierto, el homenaje “ha rebajado el nivel moral del Ateneo y ha destruido su autoridad en cuestiones literaria”. Y, como justificación de su indignación le pregunta al presidente del Ateneo: ¿Quiere usted conocerlo? (refiriéndose a Darío). “Lea los versos en que elogia al señor Obispo Esquiú, publicados en Los Principios de hoy, en los que comienza llamando blanco al horror… “Yo quiero salir del manicomio donde se llama blanco al horror”…

Por supuesto, que la deplorable actitud de este académico provinciano fue repudiada por los demás miembros del Ateneo, que siguieron homenajeando, quizás con más entusiasmo, al entonces ya reconocido jefe de la nueva escuela literaria, el Modernismo. Desde Buenos Aires, se asocian al homenaje cordobés tributado a Rubén los más reconocidos escritores bonaerenses: Ricardo Jaimes Freire, Luis Berisso, Leopoldo Díaz, Eduardo Schiaffino y Miguel Escala, todos ellos amigos y discípulos de Darío.

He querido recordar este episodio de la estancia de Darío en Argentina (1893-1898), a propósito de la triste noticia del robo del corazón de Fray Mamerto Esquiú, varón de altas virtudes entre ellas, de seguro, ser capaz de sentir “un blanco horror de Belzebú”.

La autor es académico, historiador y educador.

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