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La derrota de Putin es la derrota de Ortega

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Ucrania

A medida que se evidencia el fracaso de la invasión rusa a Ucrania, se desvanece por igual el discurso de apoyo guerrerista de Daniel Ortega. ¿Se acuerdan aquellos días de febrero de 2022 cuando un Ortega eufórico ya se veía participando en una coalición internacional para destruir al “imperio yanqui”? No solo eso. Ofreció a Nicaragua, y la sigue ofreciendo, como base rusa en América. Pero cada vez más le va bajando el tono, y de la campaña de sus aliados en Ucrania ya no dice ni una sola palabra.

Derrota

Técnicamente Rusia está perdiendo la guerra en Ucrania. Es posible que no veamos esta vez una retirada como la de Estados Unidos de Vietnam o la de Rusia de Afganistán, pero el balance es sencillo: Rusia ha perdido más de lo que pretendía ganar con su aventura en Ucrania. Se quedó prácticamente sola, castigada con sanciones durísimas y, sobre todo, perdió esa imagen de súper potencia militar con la que fanfarroneaba.

Guerra Mundial

Todavía para principios de mayo, dos meses después del inicio de la campaña rusa, Ortega defendía el derecho de Rusia a invadir Ucrania, porque, según él, ya estaba instalada una “tercera guerra mundial” y “Estados Unidos pretendía derrocar a Putin”. Pero, para ese tiempo, ya iba bajándose del discurso guerrerista y decía que la solución “es el diálogo”. Claro, un diálogo como él suele entenderlo: uno donde al abusivo le den todo lo que pide y él prometa comportarse mejor.

Pretextos

Recuerdo que para esos días un amigo comentaba, medio en broma, medio en serio, que si la justificación de Putin para la invasión —que Ortega da por válida— es que Ucrania históricamente forma parte de Rusia y que en ese territorio estaban asentadas colonias rusas que deben ser protegidas, no estaría largo el día en que a Daniel Ortega se le ocurriera hacer algo similar, con las mismas justificaciones, con Nicoya y Guanacaste, en Costa Rica, por ejemplo.

Mal ejemplo

De estos tipos se debe esperar cualquier cosa. Muchos países con intenciones similares estaban esperando a que Rusia se saliera con la suya. China, por ejemplo. Si Rusia se anexaba Ucrania o imponía un gobierno títere, y no pasaba nada en el mundo, es probable que China hiciera lo mismo con Taiwán. De tal forma que la opinión del amigo sobre Ortega no era totalmente descabellada, sobre todo en un régimen donde la locura forma parte del estilo de gobierno.

Aventón

El asunto es que a Rusia le ha salido el tiro por la culata. Ucrania ha resistido a costa de grandes pérdidas humanas y materiales. A estas alturas, ser amigo de Rusia dejó de estar de moda, y los incondicionales aliados de antes han comenzado a tomar una prudente distancia. Créanme, si Ortega pudiera bajarse del “ride” en que se montó, lo haría. El dilema para él es, ¿bajarse ahora para qué? ¿Dónde más se montaría?

Divieso

A su vez, Ortega se ha convertido en un divieso en Latinoamérica, del que incluso sus viejos amigotes toman distancia. No hay ideología ni tercera guerra mundial con la cual justificar la crueldad y el desastre que ha producido Ortega en Nicaragua. Lo toleran y evitan pleitos, pero no lo quieren. Ningún país del mundo quiere ser algo parecido a lo que Daniel Ortega ha hecho de Nicaragua.

Blofeo

Lo que sucede en Ucrania, a 11 mil kilómetros, rebota en Nicaragua.  No es lo mismo un Daniel Ortega aliado de una potencia victoriosa y prepotente, que uno aliado de una potencia apaleada y con el rabo entre las piernas. Ya una vez lo que sucedió en Moscú decidió la suerte de Nicaragua. Fueron acontecimientos que se sucedieron en cascada a partir de 1988: perestroika, caída del muro de Berlín, invasión a Panamá, descalabro de la Unión Soviética y derrota de Ortega en Nicaragua. Ortega otra vez apuesta mal, blofea, pero no tiene cartas con las cuales ganar la partida.

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