CONTENIDO EXCLUSIVO.
CONTENIDO EXCLUSIVO.Números
Las elecciones en Nicaragua serían un chiste, de no ser por lo que significan. Y lo que cuestan. A ver, hagamos algunos números al aire. Para este año el Consejo Supremo Electoral recibió la bicoca de 1,823.1 millones córdobas de nuestro dinero, porque esa plata la pagamos usted y yo. Si estaban llamados a votar 3.7 millones de ciudadanos y, según los mismos datos del Consejo, solo participó el 57.09 por ciento de esa cantidad de votantes, tenemos que se pagaron 863 córdobas, equivalentes a 24.2 dólares, por cada voto para dejar al país peor de lo que estaba. Y eso con las cuentas oficiales, que son de dudosa credibilidad.
Urnas Abiertas
Con los números de Urnas Abiertas el asunto sale peor. Este organismo monitoreó la elección a través de 1,600 observadores clandestinos que reportaron la asistencia a 366 centros de votación de todo el país. Con un margen de error del 5 por ciento, se estableció una participación de apenas el 17.3 de la población votante, lo cual es congruente con los centros de votación vacíos que se vieron en sus propias fotografías. Esto significa que cada voto costó en realidad 2,848 córdobas, equivalentes a 80 dólares por voto.
Circo
Se imaginan lo que significaría para una familia de tres miembros en edad de votar, recibir esos 8,544 córdobas (o 2,589, según las cuentas del CSE) en vez de que se desperdiciaran en unas elecciones que no eligen a nadie. Daniel Ortega bien pudo decidir desde su reclusión en El Carmen que todas las alcaldías ahora serían suyas y nos salía más barato. Pero había que simular. Un circo. Un mal circo.
Zancudos
Entre el dinero tirado al albañal están 450 millones de córdobas que alegremente se van a repartir por los votos recibidos los partidos políticos que participaron. Eso quiere decir que cada voto registrado por el Consejo Supremo Electoral es un cheque por 21.3 córdobas. Así que hagamos números. Obviamente casi todo el pastel va para el Frente Sandinista, cuya dirección queda en la bolsa de Ortega. Pero, aún con los sobrantes que les regalaron, los partidos zancudos salen ganando su dinerito, y eso explica por qué van ahí de vergüenza en vergüenza.
Democracia
No es que las elecciones sean innecesarias. No. O que gastar en elecciones es malgastar el dinero público. Tampoco. El dinero destinado a mostrar con bastante certeza la voluntad de los ciudadanos es una de las mejores inversiones que puede hacer esa sociedad. Baste pensar en las elecciones de 1990. ¿Cuántos de los jóvenes de entonces estamos vivos gracias a los resultados de esa elección? La democracia es fundamental para que una sociedad funcione. Nadie se puede arrogar el derecho de decidir en nombre de ella, porque ese alguien cree saber lo que más le conviene.
Doble robo
El problema, en el caso actual, es cuando se gasta tanto dinero en una simulación de elecciones. No solo se está perdiendo el dinero que tanta falta hace en Nicaragua, sino que con esas farsas, una tras otra, hemos perdido algo más importante: las elecciones mismas. Las elecciones como un ejercicio periódico, libre y transparente donde todos, todos, no solo los que Daniel Ortega quiere, decidimos cómo y quién manejará el país. Lo que vemos ahora es entonces un doble robo: nos roban el dinero y nos roban las elecciones.
Envidia
Podemos pensar desde nuestras creencias que Brasil se equivocó al elegir a Lula, o Colombia a Petro, o México a López Obrador. Equivocados o no, los nicaragüenses miramos con envidia un sistema que, con todo y sus problemas, escoge a quien la mayoría decide. Puede que haya sido la peor opción, pero, en teoría, siempre tendrán el sistema para rectificar en otras votaciones. En Nicaragua no tenemos eso. No podemos escoger y no podemos rectificar si nos equivocamos. Solo tenemos un mecanismo corrupto, diseñado para suplantar las elecciones y para saquear el tesoro público.