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Rubén Darío centroamericanista

En estos días en que conmemoramos la Independencia de Centroamérica, cabe destacar la convicción unionista de nuestro Rubén Darío.

Si bien Rubén nunca militó oficialmente en ningún partido político, ideológicamente, como hombre de su época, se identificó con el pensamiento liberal de fines del siglo pasado, que por entonces encarnaba los ideales más progresistas. Sin embargo, es preciso reconocer que en un artículo publicado bajo el título “Unión liberal” y firmado con el seudónimo “Tácito” en el “Diario de Centroamérica” (Guatemala, 11 de junio de 1891), Darío escribe: … “Como liberal sincero propongo a mis correligionarios: que nuestro partido imite… a los partidos de los países adelantados en prácticas políticas”. El mismo nos dice que nunca le interesó el activismo político.  Ciertamente, no fue un político, en el sentido criollo de la palabra. Esto no significa que menospreciara la política, como preocupación ciudadana por los altos destinos de la patria y el bien común.

En el discurso del retorno (León, 1907) Rubén consideró necesario recordar a sus conciudadanos que él, alejado de las disensiones políticas, había luchado y vivido, no por los gobiernos, sino por la patria, y agrega:  “Si algún ejemplo quiero dar a la juventud de esta tierra ardiente y fecunda, es el del hombre que desinteresadamente se consagró a ideas de arte, lo menos posiblemente positivo, y después de ser aclamado en países prácticos, volvió a su hogar entre aires triunfales”.  Sin embargo, juzga también oportuno hacer un reconocimiento al Presidente de entonces, el general José Santos Zelaya: … Y yo, que dije una vez que no podría cantar a un presidente de República en el mismo idioma en que cantaría a Halagaabal, me complazco en proclamar ahora la virtualidad de la obra del hombre que ha transformado la antigua Nicaragua”…

Rubén creció y se formó, ideológicamente, en una atmósfera dominada por el pensamiento liberal centroamericano finisecular, una de cuyas características era la vocación unionista, la pasión por reconstruir la patria centroamericana. El otro ingrediente, propio del liberalismo nicaragüense de entonces y que lo distingue del liberalismo de los otros países del istmo, fue la relación ambivalente con el “coloso del norte”, los Estados Unidos, visto, a la vez, como modelo de democracia y progreso y como potencia invasora, entrometida en los asuntos internos de Nicaragua. Esta ambivalencia es visible también en la obra de Darío y de otros intelectuales nicaragüenses.

El liberalismo de Rubén, salvo en su etapa juvenil, nunca fue radical ni se contrapuso a sus creencias cristianas. Darío logró conciliar su fe cristiana con su opción ideológica liberal, algo nada raro entre los intelectuales de su época.  Su liberalismo era la expresión de su fe en el progreso, la justicia, la libertad y la perfectibilidad del hombre.

La otra fuente que alimentó su pensamiento, y que indudablemente matizó su ideología política, fue su nunca desmentido cristianismo, que transforma la fraternidad liberal en el amor a nuestros semejantes, como el más alto principio inspirador de la conducta humana y social, lo que lleva a Rubén, como veremos después, a rechazar el liberalismo económico puro que se rige por leyes ciegas y a abrazar un humanismo a la vez liberal y cristiano, sintetizado en su estupenda frase: “La mejor conquista del hombre tiene que ser, Dios lo quiera, el hombre mismo”.

Rubén fue un convencido unionista. Centroamérica fue siempre su patria grande y a ella dedicó poemas inspirados en un profundo sentimiento centroamericanista, sentimiento que se manifestó desde sus primeros versos juveniles y le acompañó a lo largo de su vida. Así, en 1885, a los 18 años, Rubén exclama, en su poema Unión Centroamericana (1885), dedicado al presidente de Guatemala general Justo Rufino Barrios:

“¡Centroamérica espera

que le den su guirnalda y su bandera!

¡Centroamérica grita

que le duelen sus miembros arrancados,

y aguarda con ardor la hora bendita

de verlos recobrados!…”

                              (Unión Centroamericana).

Y, enseguida, desfilan en el poema los próceres del unionismo:

… “Morazán, el guerrero

de brazo formidable

blandió su limpio acero

por ella”…

… “Valle y Barrundia, un sabio y un profeta

de la Unión Nacional”…

… “Cabañas, el airoso, el aguerrido,

de esa causa gigante fue soldado”…

… “Gerardo Barrios, paladín brioso

fue del mismo ideal”…

… “Jerez, aquel grandioso alucinado,

fue sacerdote del ideal sagrado”…

En 1889, al enunciar los propósitos del diario La Unión, que él dirigía, Rubén escribe: “Venimos a ser trabajadores por el bien de la patria; venimos, de buena fe, a poner nuestras ideas al servicio de la gran causa nuestra, de la unidad de la América Central”. Para Darío, los “separatistas” eran “una raza de Caínes”.

El 20 de octubre de ese mismo año, en el poema leído por Darío en el banquete dado por los Plenipotenciarios de Centroamérica al presidente de El Salvador, general Francisco Menéndez, el poeta canta las bondades de la unión:

… “Unión, para que cesen las tempestades;

para que venga el tiempo de las verdades;

para que en paz coloquen los vencedores

sus espadas brillantes sobre las flores;

para que todos seamos francos amigos,

y florezcan sus oros los rubios trigos;

que entonces, de los altos espíritus en pos,

será como arco-iris la voluntad de Dios.”…

                                   (Unión Centroamericana).

En ocasión de su retorno, Rubén les dijo a sus paisanos: “Viví en Chile combatiente y práctico…; viví en la República Argentina… tierra que fue para mí maternal, y  que renovaba por su bandera blanca y azul una nostálgica ilusión patriótica, viví en España, la Patria Madre, viví en Francia, la patria universal…”  “Si se ensancha el concepto de latinidad al de la antigüedad clásica, el de la cultura mediterránea, afirma Pedro Salinas, se podría llamar patriade Rubén a la latinidad. Por eso yo podría llamar a la de Rubén la patria humanística… magnipatria… La patria creada, conforme a la sed espiritual del hombre y sin otros límites que los mismos de la visión y del ensueño del ser humano”…

Más adelante será el poeta por excelencia de la hispanidad.

En ocasión de un aniversario más de nuestra Independencia cabe recordar el verso de Salomón de la Selva en su poema Canto a la Independencia de México: “La Independencia fue para que hubiese pueblo/ y no mugrosa plebe; hombres, no borregos de desfile”.

El autor es académico, abogado y educador.

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