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Las fiestas griegas de la reconciliación

Prometí en el artículo sobre Alalcomeneo publicado el viernes 29 de julio pasado en LA PRENSA, escribir sobre las Dédalas, las fiestas de la reconciliación que se celebraban antiguamente en la región griega de Beocia.

       Las fiestas de la reconciliación fueron instituidas para conmemorar un arreglo matrimonial de Zeus con Hera, su esposa, que se logró gracias al consejo de un ser ctónico (de la tierra) llamado Alalcomeneo.

Eso ocurrió en una ocasión cuando Hera  llegó al límite de su paciencia ante las infidelidades de su mujeriego esposo. Lo repudió diciéndole que había dejado de amarlo.

Alalcomeneo aconsejó a Zeus hacer una estatua de madera y vestirla como una novia con la que se iba a casar.  Cuando Hera se dio cuenta de la supuesta boda de su esposo, bajó del Olimpo para reunirse con Zeus, decirle que lo seguía amando y pedirle que volviera al hogar. Es decir, para reconciliarse con él.

Los habitantes de la ciudad de Alalcomeneo, vecina de Platea, festejaron cada año la reconciliación de sus dioses supremos. Y cuando aquella ciudad vino a menos los platenses decidieron seguir la tradición de celebrar aquellas fiestas en un bosque localizado entre las dos ciudades.

Durante las Dédalas la gente salía a la calle encabezada por una carreta halada por bueyes, en la que llevaban una estatua de madera de roble vestida con ropas nupciales. En otra carreta iba una hermosa muchacha vestida también como una novia. La procesión llegaba al río Asopo, en cuyas aguas se purificaban y luego regresaban al bosque para hacer sacrificios, bailar, beber y comer.

Había dos de esas fiestas, las Dédalas menores que celebraban anualmente y las mayores, que se hacían cada sesenta años. Las estatuas de madera que desfilaban en las Dédalas menores eran  guardadas para ser quemadas en las Dédalas mayores, junto con los animales que sacrificaban y el mismo altar en el cual se hacían los sacrificios.

Los participantes en los sacrificios ponían en el suelo pedazos de carne cocida, para que los cuervos bajaran a picotearlas. Observaban en qué árbol se posaban las aves después de picotear la carne, lo talaban y de su madera hacían 14 pequeñas figuras llamadas dédalas (que significaba “hechas a mano”), las cuales eran repartidas en varias ciudades de Beocia.

El mitólogo francés del siglo XIX, Jean Francois Michel Noël, escribió en su Diccionario de la Mitología Universal una versión distinta de las Dédalas, a las que llamó Dedalías.

Dice que en el año 471 antes de Cristo, la ciudad de Platea fue invadida y saqueada por los tebanos. Los platenses emigraron  masivamente y fueron a refugiarse en Atenas, donde permanecieron durante sesenta años.

Pasado ese tiempo, los platenses se reconciliaron con los tebanos y regresaron a su suelo patrio. Reconstruyeron la ciudad e instituyeron las Dedalías, o fiestas de la reconciliación, en recuerdo del arreglo pacífico con Tebas que les permitió retornar a su patria.

Las Dedalías se hacían cada año, pero como fueron seis décadas las de su exilio cada sesenta años las celebraban con especial y grandiosa solemnidad.

Pero el mitólogo francés también relata un mito similar al de Alalcomeneo, el que aconsejó a Zeus cómo reconciliarse con Hera. Cuenta que hubo en Platea un rey llamado Citerón que era el hombre más sabio de su tiempo. Y dice que el enojo de Hera con Zeus  fue por la relación sexual que este había tenido con la Ío, una ninfa a la que convirtió en ternera para poseerla.

Hera le pidió a su marido que le regalara aquella ternera. Zeus se la dio pero luego la hizo volver a su forma natural, lo que enojó de gran manera a su esposa que se sintió doblemente burlada.

El resto del mito es igual. Citerón aconsejó a Zeus la simulación de la boda con la estatua de madera para provocar los celos de su resentida esposa. Y  cuando Hera supo la verdad, lo tomó por el lado humorístico y se reconcilió con su mujeriego marido. Zeus premió a Citerón dando su nombre a una montaña cercana a Platea, la que fue una de las residencias de las Musas. Y también allí se realizaba las orgías del culto a Dionisos, mejor conocido como Baco porque así se le llamaba en la mitología romana.

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