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La nueva cruzada en contra de los que atropellan a nuestra fe religiosa

En nuestra patria, estamos en momentos en que los nuevos infieles, vestidos de ovejas, los que como auténticos lobos se ensañan contra nuestra madre Iglesia de diversos modos y maneras. Profanan iglesias, cometen verdaderos actos de sacrilegio como el incendio de la capilla de la Sangre de Cristo en la Catedral de Managua, igualmente contra la capilla de la Divina Misericordia en Sébaco; encierran y condenan injustamente a nuestros sacerdotes e incluso han llegado a secuestrar a monseñor Rolando Álvarez Lagos, obispo de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la de Estelí y varios sacerdotes que le acompañan en el palacio episcopal de su ciudad, y ya le están fabricando un delito de incitación al odio, para condenarlo con su sistema judicial corrupto.

Dos sacerdotes ya se encuentran detenidos en las ergástulas de los falsos cristianos. El padre García de la iglesia del Calvario de Nandaime, ya fue condenado injusta e ilegalmente sin guardar el debido proceso por algo que no hizo, aderezado porque la supuesta víctima del delito niega que lo haya cometido. El sacerdote de la iglesia del Perpetuo Socorro de Boaco, monseñor Leonardo Urbina, se encuentra detenido a la espera de otro falso juicio, acusado de una supuesta violación a una menor de edad, y ya sabemos que los que imparten “justicia” no en aplicación de la ley sino de los infieles que manejan la “yihad” nacional, solo recetan condenas, haya o no delito.

Antes ya habían cometido otros actos que son prueba evidente de su anticristianismo, como han sido el cierre del Canal Católico y su radio, así como el cierre de otras 7 estaciones de radio que transmitían la palabra de Dios en Matagalpa. Asimismo otro acto cometido por estos fariseos fue la expulsión instantánea del nuncio de su santidad y embajador del Vaticano, monseñor Sommertag; el exilio forzoso del obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, sobre quien existían fuertes indicios de cometer un magnicidio sobre su persona y el asedio a varios sacerdotes en sus parroquias, como el caso del sacerdote Padilla en Masaya, entre otros, y el acoso a que están sometiendo al cardenal Brenes, arzobispo metropolitano de Managua, que comprende Managua, Masaya y Carazo. Y la expulsión de los monjitas de la Orden Misioneras de la Caridad, fundada por Madre Santa Teresa de Calcuta, que tanto bien hacían al pueblo humilde de nuestro país y el cierre de varias ONG de carácter católico.

Los cristianos que verdaderamente lo somos y defendemos nuestra fe con la Conferencia Episcopal a la cabeza, estamos asistiendo a este espectáculo dantesco y propio de quienes verdaderamente no son cristianos y quienes dicen serlo, que ya sabemos quiénes y dónde se encuentran, son los que expulsan, acosan, atemorizan, dictan las condenan y que incluso ya las tienen en modo de corta y pega en el lenguaje informático. A ello debemos responder sin temor y apartar nuestros miedos pues la fe se defiende contra quien la ultraja y la trata de reducir a la nada.

Podríamos decir con Mateo 16-24 “renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme”. En consecuencia debemos renunciar a nuestros miedos, que nos tienen atemorizados, acalambrados y silenciados, sin temor a que nos digan que incitamos al odio o somos peligrosos contra la sociedad a la que pertenecemos pues tales denuestos solo vienen de quienes son los verdaderos incitadores de odio y violencia contra la Iglesia que somos todos los bautizados y aún los no bautizados que creen en Cristo nuestro Señor como son otra denominaciones religiosas.

Debemos estar alertas a las ofensas que provienen de los falsos cristianos y que lo único que adoran y defienden son sus propios intereses y atornillarse al poder para seguir enriqueciéndose a costas del sufrido pueblo, “corderos entre lobos hambrientos” de poder en el que se sostienen por la fuerza de las armas de una Policía y un Ejército al servicio de los lobos y otros especímenes de la misma ralea de los que violan todos los sacramentos de la madre Iglesia, como la llamada Asamblea Nacional, la Contraloría que no se controla ni ella misma y los nuevos burgueses enriquecidos a la sombra del inmenso árbol de la corrupción, regado y mantenido desde El Carmen.

Por ello debemos levantar nuestra voz, dentro y fuera de la patria, para que todo el mundo sepa del momento que vivimos como Iglesia y como fieles de la misma, superar nuestro propio miedo que como dice la Biblia, Dios nos dio la libertad y la libertad de la que estamos dotados, nos debe dar el coraje y la fuerza necesaria para enfrentarnos contra quienes en su ruta quieren destruirnos como Iglesia, pero que no se les olvide que los presidentes, que los caudillos, que los dictadores pasan pero la Iglesia ya tiene dos mil y pico de años de existencia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

Nuestra cruzada no va acompañada de “golpes de Estado” ni tampoco de levantamientos militares que solo sangre y sufrimiento añadirían a nuestro escenario, estamos pensando en desterrar de la mente de quienes apoyan a los infieles que la reconciliación y el amor entre los seres humanos existe y que siempre habrá puntos de encuentro que inciten al diálogo sincero y franco entre hijos de una misma patria. En estos parámetros se mide nuestra Cruzada por la recuperación de muestra fe. De manera pacífica y cívica, sin ofensas y denuestos propios de pueblos o tribus de antaño que es lo que abunda en nuestro solar patrio.

Si no despertamos de este mal sueño, que más que mal sueño es una horrible pesadilla, estaríamos abriendo las puertas de par en par al maligno, con sus representantes en nuestra marianísima tierra y por tanto cristianísima a quienes son los nuevos apóstatas del cristianismo moderno radicado en nuestra patria.

Ya es momento a tiempo completo que emprendamos nuestra Cruzada, en rescate de nuestra Iglesia y nuestro cristianismo que no solo está amenazado, sino que ya prácticamente seremos una iglesia de las catacumbas como hubo en tiempos pasados. Y si hay que martirizarnos no tener miedo al martirio que ha sido propio muchos seguidores de Jesucristo, hijo de Dios encarnado y que murió por nosotros y resucitó al tercer día según las Escrituras. Eso es lo mínimo que podremos hacer compensando a quien es nuestro Padre Celestial.

El autor es abogado

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