Este domingo, los hijos gemelos de Lester Castillo Jarquín y Joseling Sánchez López cumplen dos años de vida. A diferencia del primer año, en este no hay piñata ni pastel ni globos ni tiempo para pensar en celebración. El padre ha muerto en el extranjero y la madre recorre las calles de Boaco con alcancía en mano intentando reunir el monto de 5,500 dólares para la repatriación de su cuerpo.
Castillo, de 29 años, salió de la comarca El Capitán, en Boaco, un mes antes. Se despidió de Joseling, de 27 años, de su hijo mayor, de seis años, y de los gemelos. Les prometió que volvería para construirles la casa que ellos se merecían y esta vez sí lo iba a lograr porque su destino era Estados Unidos.

Joseling recuerda que durante las temporadas de cortes de café y de caña su esposo emigraba al vecino país de Costa Rica, sin embargo, últimamente se sentía desmotivado porque cada vez los ingresos eran menos. Un hermano que vive en Estados Unidos lo animó a probar suerte en esa nación y Lester ahorró una parte para el costo del viaje y se endeudó para conseguir el resto del dinero.
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A Joseling la voz se le corta y las lágrimas se le escapan al recordar que el cuerpo de su esposo está desde hace dos meses en una morgue de Laredo, al sur de Texas en Estados Unidos. Lester es uno de los migrantes nicaragüenses ahogados aquel fatídico 26 de mayo de 2022 en las peligrosas aguas del Río Bravo.

Eran las 4:10 de la tarde hora de Nicaragua y 5:10 p.m. hora de México cuando Joseling atendió la llamada de Lester anunciándole que estaba listo para cruzar el río. “Mi marido logró cruzar, pero se regresó porque vio a una señora que se estaba ahogando y como él sabía nadar pensó que iba a salir también. Lastimosamente no pudo, pero la señora sí”.
A los dos días, Joseling recibió una llamada de alerta que prefirió ignorar. “Un compañero de viaje me llamó y me dijo que se habían ahogado cinco y no estaba seguro si era Lester porque habían rescatado un migrante con vida y yo pensaba que era él porque mi marido sabía nadar bien”.
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El 25 de julio Texas Nicaraguan Community (TNC) confirmó que el cadáver de Lester Castillo era uno de cinco migrantes nicaragüenses recuperado en las riberas del Río Bravo y estaba bajo la custodia de las autoridades estadounidense.

Sin embargo, Joseling seguía incrédula y al día siguiente viajó a Managua para indagar más detalles y verificar los datos de TNC con el Ministerio de Gobernación. “Cuando TNC tiró el bombazo yo me fui a confirmar. Y sí, me dijeron que los resultados estaban desde el 27 de junio y que ya no había nada que hacer porque tienen diez cuerpos de nicaragüenses y de esos diez uno era mi marido”.
“Perdí a mi padre y a mi hermano el mismo día”
Marcela Zelaya no supera la muerte de su padre Melvin Alexander Zelaya Hurtado de 42 años. “Teníamos la esperanza de que mi papá estuviera vivo pero el 29 de junio nos dimos cuenta que lamentablemente no y está en la morgue de Texas porque a falta de dinero no hemos podido repatriarlo”.

El 30 de abril, Melvin Alexander Zelaya viajó junto a su hijo menor Kevin Alexander Zelaya Espinoza de 22 años con destino a Estados Unidos. Siendo los hombres del hogar salieron con la idea de encontrar empleo, reunir dinero y enviárselo a la familia en Nicaragua.
Marcela dice que su padre renunció al cargo de auditor de calidad en una empresa de zona franca de Managua y su hermano consiguió parte de dinero con familiares en el extranjero. Los dos juntaron liquidación y préstamos para costear el viaje irregular que acabaría con sus vidas.
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“Nosotros sabíamos que ellos iban a cruzar el Río Bravo el 26 de mayo porque mi hermano le envió un mensaje de texto a mi tía a eso de las tres de la tarde”.

Pasaron dos días para que Marcela tuviera noticia de sus familiares. “Hasta el 28 de mayo que encontraron el cuerpo de mi hermano con su identificación. Los de TNC nos hicieron una video llamada. Nos mostraron las pertenecías y las características, vimos su rostro y así supimos que era él. Pero de mi papá se desconocía el paradero”.
Las cenizas de Kevin ya reposan en Nicaragua. “Nos costó asimilar que ellos se fueran de viaje. Luego, saber que nunca más los volveremos a ver como mucha gente ahora tiene la dicha de comunicarse por teléfono y escuchar la voz al otro lado. Es un proceso difícil de entenderlo”.
Marcela está convencida de que su hermano y su padre mintieron en la travesía para evitar preocupar a la familia. Las pocas veces que se comunicaban decían que se encontraban bien, que comían bien, que habían dormido y que el viaje era tranquilo.
“Yo sé que sufrieron mucho, pasaron hambre, sed, incluso tuvieron un accidente en México y nosotros no lo supimos. Mi papá iba con su brazo fracturado y no nos dábamos cuenta hasta ya después de la tragedia”.

Melvin Zelaya fue para Marcela el mejor padre, sabe que la decisión de emigrar lo tomó pensando en el bienestar familiar. Lo hizo para mejorar las condiciones de ella, su mamá, su hermana de doce años y su hijo de cinco años.
“Tenía ilusiones de sacarnos adelante. Luchó por darnos lo mejor hasta el día que murió, a pesar de que tuvo una infancia triste quiso ser mejor papá y lo fue. A mí me dejaron sola estando embarazada y mi padre se ocupó de mí y de mi hijo”.
Sufrió extorsión por su hijo fallecido
Cuando don José María García recibió la llamada de TNC avisándole que el cuerpo de su hijo mayor José Antonio García Ramírez se encontraba en una morgue de Texas pensó que se trataba de una nueva extorsión.
Recuerda que a inicios de junio recibió una llamada del número móvil que usaba José Antonio. La persona tenía acento mexicano y le pidió cinco mil dólares porque supuestamente tenía a su hijo secuestrado y le daba veinte minutos para responderle de lo contrario le cortarían la cabeza. “Yo pedí pruebas de vida y me dijo un montón de groserías. Se lo comenté a conocidos y me dijeron que era un timador”.

A dos meses de la muerte de José Antonio, este padre dice que su hijo tenía ocho días de fallecido cuando lo quisieron extorsionar.
“Mi hijo murió el 26 de mayo. Hasta el momento manejo dos versiones: la primera que el coyote que lo llevaba lo abandonó a la orilla del Río Bravo porque la Migra iba detrás de ellos, otra versión es que lucharon para pasar y en la lucha se zafaron y murieron cinco que iban en el grupo que era como de 35 migrantes”.
Don José Antonio recuerda que su hijo llegó de Costa Rica a Nicaragua dos meses antes de partir a Estados Unidos. “El grupo salió de Nueva Guinea y Managua. A mí me dijo hasta que ya iba en la excursión. Según tengo entendido pagó cinco mil dólares al coyote. Él traía una plata de Costa Rica donde se ganaba la vida en la construcción y prestó otra plata sobre la casa para completar el costo del viaje”.

Kelvin Antonio Torrez Medina y Carelia del Carmen Velásquez Selles son otras víctimas del Río Bravo, según registro de TNC fallecieron el 24 y 27 de mayo. Sus cuerpos permanecen en la morgue de Laredo donde esta organización precisó “hay muchas sospechas que haya más nicaragüenses en esa morgue en condición de no identificado”.
