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Josefina “Pinita” Gurdián cumple un mes de haber superado el covid-19. Estuvo cinco días hospitalizada, desde el 10 de junio de este 2022. “Ahorita tengo bajo los niveles de sodio. Yo tengo cáncer y el tratamiento es fuerte. Me quita el apetito. Me dan náuseas y así me la paso, pero no me puedo morir sin estar con ellas”.
Pinita habla de su hija menor Ana Margarita Vijil y su nieta mayor Tamara Dávila. Ambas fueron detenidas en junio del año 2021. Ella desatiende sus males para demandar la liberación de todos los presos políticos. Su enfermedad es progresiva, pero no es lo peor. “El cáncer que más me mata es la cárcel de mi hija y mi nieta”.
Está convencida que sus parientes fueron detenidas porque no se quedaron calladas. “Lo que pasa es que son verdaderas líderes y si me llego a morir… yo quisiera estar con ellas”. No desea que la noticia la reciban en la cárcel, sería un golpe demasiado grande que no puede permitirse. “No estoy para adelantarme a morir”, dice a los 78 años de edad.
Cualquiera puede morir en prisión
Teme que la muerta no sea ella sino una de sus parientes en prisión como le ocurrió al preso político Hugo Torres en febrero de este 2022. “A Hugo lo dejaron morir. Tuvo síntomas en la cárcel que no supieron atender cuando lo llevaron al hospital pues ya no tenía remedio. Era un hombre que entró totalmente sano. Yo creo que al estar ahí encerrado no recibió suficiente sol. El estar en esa situación va deteriorando a las personas”, se lamenta.
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Pinita Gurdián asegura que la muerte de Torres la marcó porque en el pasado ella y su esposo el ex ministro de Vivienda, Miguel Ernesto Vijil comulgaron con la revolución sandinista. Sin embargo, fue decepcionante que el hombre que arriesgó la vida al liberar de la cárcel a Daniel Ortega hace casi cincuenta años muriera en prisión a manos de su verdugo.
“¡Ah no! ¡Eso fue terrible! Sobre todo, porque conocía a Hugo Torres de cerca. Era un hombre buenísimo. Agradable. Muy congruente con sus ideales. Conocer su muerte fue tremendo. Eso le puede pasar a cualquiera de los que están ahí porque a veces es insoportable el calor y a veces es insoportable el frío, dependiendo del clima”.
La única tranquilidad que concibe esta madre y abuela es que recientemente, las autoridades del Chipote le permitieron el ingreso de una colcha para Tamara Dávila. Se logró después de varias negaciones de recibir ropa de cama. “Todos los presos políticos que están en el Chipote han adelgazado escandalosamente. Tamara pesaba más o menos 140 libras, ahora está pesando 94 libras, aproximadamente”.
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Tortura blanca
A través de sus redes sociales, Pinita denuncia las violaciones de derechos humanos cometidas a los más de 190 presas y presos políticos. Reclama que tampoco tienen las condiciones básicas de una prisión. Señala que todos han sido condenados al aislamiento.
“Creo que es una crueldad invisible. Una tortura blanca. No se ven los daños físicos porque no las golpean. Pero no les permiten hablar con nadie ni hacer señas. No tienen un lápiz ni un papel o tan siquiera una Biblia para poder leer. Entonces es una tortura terrible”, dice vía telefónica a la Revista Domingo.
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Le preocupa que, en el caso de su nieta, le sigan negado las visitas y llamadas de su hija de seis años. “Tamara no puede recibir ni el dibujo de la niña. Está encerrada completamente. Le entra el sol por un hueco y es el único que ha recibido en todo este año”.
En noviembre de 2021, Pinita Gurdián pensó que el régimen de Daniel Ortega liberaría a todos los presos políticos de cara a las elecciones presidenciales. Se equivocó. “Fueron votaciones. Todo estaba arreglado para ganar. Creí que los iban a liberar. No pasó nada. Hemos estado de espera en espera”.
Duras críticas contra la Iglesia
Pinita Gurdián lamenta la expulsión del país de las Misionera de la Caridad el 6 de julio de 2022. “Ellas lo único que tenían era la intención de hace el bien”. No obstante, cuestiona la pasividad de la Conferencia Episcopal (CEM) de Nicaragua al callarse y guardarse las injusticias cometidas de los últimos meses, contra la misma Iglesia. Recordó que tampoco se pronunciaron en el enjuiciamiento del sacerdote Manuel García quien fuera acusado por violencia hacia una mujer, pese a que la misma víctima lo desmintió.
Dice que no hay punto de comparación entre la CEM de hoy y la labor de mediador del fallecido cardenal Miguel Obando y Bravo que ejerció primero con la dictadura del dictador Anastasio Somoza y luego en el primer régimen sandinista entre los años 1979 y 1990.
“Obando en su momento no tenía miedo de hablar con lo que estaba pasando en la revolución sandinista. Siempre protestó. Después se pasó al lado de ellos, pero al menos en esa época él protestaba con firmeza. Ahora no se oye esa voz. Fuerte. Que haga que la gente recupere la esperanza y que haga que su voz sea escuchada. Yo no sé qué les pueda pasar a ellos. No creo que se atrevan a mucho. Seguramente los tienen amenazados, quizás con su familia. No le sé decir, pero es lo que uno piensa. ¿Por qué se han callado?”, se cuestiona Pinita intentado comprender el silencio del clero.
Aunque hasta ahora no observa soluciones a la crisis política, se considera una mujer de fe y cree en los milagros.
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Si Pinita tuviera de frente a Daniel Ortega y Rosario Murillo, les pediría que tengan “un poco de corazón” para liberar a todos los presos y presas políticas. “Yo no les deseo mal a estas personas. Lo que les deseo es que cambien sus corazones. Que nos dejen en paz. Que podamos vivir en paz, en democracia y en libertad”.