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Mis recuerdos de la Academia de Ciencias de Nicaragua (ACN)

La fundación de la Academia de Ciencias de Nicaragua estuvo precedida por la creación de la Asociación Científica Nicaragüense, constituida por catedráticos de asignaturas científicas de las universidades y gracias a los esfuerzos de los doctores Jorge Huete y Ernesto Medina.

La Asociación promovió los seminarios “Ciencia y Sociedad”, impartidos por científicos nicaragüenses y extranjeros. Se establecieron vínculos con instituciones nacionales e internacionales promotoras de la ciencia y la tecnología. A nivel nacional, principalmente, con el Consejo Nicaragüense de Ciencia y Tecnología (Conicyt), adscrito a la Vicepresidencia de la República y, a nivel internacional, con InterCiencia, la Red Interamericana de Academias de Ciencias (Ianas) y la Comunidad Científica del Caribe (CCC).

La fundación de la Academia de Ciencias de Nicaragua (ACN) tuvo lugar el 30 de abril de 2009, con la firma del acta fundacional en las oficinas de la Vicepresidencia de la República en presencia de los académicos fundadores y contando, como testigos, con el vicepresidente de la República, licenciado Jaime Morales Carazo; la rectora de la Universidad Centroamericana, doctora Mayra Luz Pérez y el presidente de la Academia de Ciencias del Caribe, doctor Nelson Caballero. El doctor Jorge A. Huete Pérez, vicerrector de la UCA, fue el primer presidente de la Academia, cargo que desempeñó durante dos períodos consecutivos hasta 2014. Le sucedió en la presidencia el doctor Manuel Ortega. Cuando fue despojada de su personería jurídica, ejercía la presidencia la doctora María Luisa Acosta.

Los Estatutos de la Academia fueron elaborados por el doctor Julio Francisco Báez Cortés, miembro de número de la Academia. La personería jurídica fue inscrita en el Departamento de Registro y Control del Ministerio de Gobernación.

En la última Asamblea General Extraordinaria de la Academia, el 10 de mayo de 2022, con motivo de la cancelación de su personería jurídica, los académicos tomaron la decisión que, aún sin personería jurídica, continuarán trabajando con la disposición de seguir sirviendo al país en la promoción del desarrollo científico-técnico.

Durante su existencia la Academia fue muy activa, como puede comprobarse con la lectura de su Anuario 2019, intitulado: Una década trabajando por la cultura científica para el desarrollo humano”. También publicó un Informe sobre políticas y prioridades para enfrentar la pandemia, con recomendaciones técnicas para mitigar el impacto de la pandemia en el país. Este trabajo fue elaborado por 21 científicos de todo el continente que participaron en el Seminario Internacional Virtual sobre el Covid-19 en Nicaragua, organizado por la ACN y la Red Interamericana de Academias de Ciencias (Ianas).

Muy importantes fueron los seminarios que la Academia auspició sobre la problemática de la posible construcción de un canal interoceánico en Nicaragua. Los resultados de estos foros, en los que participaron especialistas nacionales y extranjeros, están compilados en el libro Aportes sobre el canal Interoceánico. El último libro publicado por la ACN se intitula: Ciencia para el Desarrollo Humano Sostenible: Reflexiones sobre políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación en Nicaragua, (diciembre 2021).

Según sus Estatutos, el objetivo general de la Academia era fomentar y difundir la Ciencia, la Investigación y la Educación Científica, para que sirvieran de elementos intrínsecos del desarrollo humano sostenible.

Entre sus objetivos específicos podemos mencionar: “a) Fomentar el desarrollo de la investigación científica en el país, a través de la generación de estrategias intersectoriales e interinstitucionales, proponiendo políticas públicas que puedan ser sostenibles, y permitan el diseño de programas de ciencia y tecnología coherentes con nuestra realidad nacional, y b) Impulsar y promover el papel de la ciencia, como parte integral de la cultura nicaragüense, en todos los niveles del sistema educativo”.

Con orgullo me reconozco entre los miembros fundadores de la Academia de Ciencias de Nicaragua, en mi calidad de Miembro Honorario. Cuando se instaló la Academia saludé públicamente este acontecimiento, señalando que con la fundación de la Academia culminaba una vieja aspiración de la comunidad científica del país, que desde hacía tiempo venía demandando la existencia de un organismo que auspiciara el diálogo entre los científicos e investigadores nacionales; estimulara los contactos con la comunidad científica mundial; promoviera la investigación científica, la formación en ciencias y colaborara en los esfuerzos conducentes al diseño de una política científica y tecnológica, tema que ha estado presente en mis preocupaciones desde hace mucho tiempo y al que dediqué un libro en 1992, publicado por la desaparecida Fideg.

Puedo ahora asegurar que muchos de estos objetivos han sido cumplidos o están en vías de cumplirse, ya que nuestra Academia dio importantes aportes tanto al diseño de un Plan Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, indispensable en el contexto actual de la sociedad del conocimiento y la información, como a la elaboración de una política científica-tecnológica, todo esto gracias a las magníficas relaciones de trabajo que por un tiempo sostuvo con el Consejo Nicaragüense de Ciencia y Tecnología (Conicyt).

La desaparición institucional de la ACN deja un sensible vacío que, más temprano que tarde, será indispensable llenar para el desarrollo de la ciencia y la tecnología en Nicaragua, ahora que hemos entrado a un mundo de “sociedad del conocimiento”.

El autor es Miembro Honorario de la Academia de Ciencias de Nicaragua.

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