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Cynthia Acevedo se encontró con su madre biológica por vez primera tras años de búsqueda. CORTESIA/ CYNTHIA ACEVEDO

Después de 16 años de búsqueda encuentra a su padre y a su madre biológicos

Hace 37 años Cynthia Carolina Acevedo Ortiz fue entregada en adopción a una desconocida cuando ella solo tenía unos segundos de nacida. Cuando supo la verdad comenzó la búsqueda

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Cynthia llegó a la prisión un miércoles y aprovechó para matar dos pájaros de un tiro: visitar a su esposo, que tiene tres años encarcelado y, encontrarse con la mujer que por WhatsApp le dijo que era su verdadera madre. “Hija, soy tu mamá. Perdóname”.

El 25 de abril de 1985, Cynthia fue entregada para siempre a los brazos de Concepción Ortiz, una enfermera del hospital capitalino Fernando Vélez Paiz que no había podido tener hijos. Creció llamando mamá a Concepción Ortiz. Fue hasta que cumplió 16 años que se enteró por una vecina que había sido adoptada desde el día que nació.

Cynthia Acevedo posa junto a su madre y su hermano que recién había conocido. CORTESIA/CYNTHIA ACEVEDO

La mujer se acerca hacia Cynthia. Están pálidas. Sonríen y lloran al mismo tiempo, pero solo es cuestión de rendirse al impulso que las envuelve en un entrañable abrazo para enterrar las dudas. “Me pidió perdón y yo solo sentí amor por ella”, narra a la revista Domingo desde Rivas.

Siente que sigue soñando. Le parece milagroso que un solo comentario escrito en una red social con el nombre de su madre desaparecida llegara hasta familiares que conocían la historia y la contactaran días después.

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Tenía dieciséis años buscando a Astrid Torres Talavera. Antes de morir, su madre adoptiva le dio los pocos datos de su progenitora. Le habló que era de Estelí y tenía un niño de dos años. “Me dijo que cuando nací ella no me quiso ni ver, pero me pidió que no le guardara rencor y que la buscara porque no conocíamos sus circunstancias”.

Concepción Ortiz fue la madre adoptiva de Cynthia Acevedo / CORTESIA

Ese 8 de junio de 2022 marcaría un antes y un después en sus vidas. “Sigo impactada.  Estoy feliz. Por mi mente nunca pasó que un día mi hija me iba a buscar y menos que me iba perdonar”, dice la madre de Cynthia desde un salón de belleza del mercado Oriental donde labora como estilista. “La amo con todo mi corazón, aunque me critiquen”.

Astrid Torres nació en Estelí, pero a los 16 años se mudó a la capital a casa de su hermana mayor siendo ya madre adolescente. “Mi familia me aceptó mi primera caída, la segunda ya no”.

Astrid trabajó como bailarina, vendió su cuerpo y sufrió agresión sexual siendo joven. Hace un mes, pensó que estaba convidada a morir en soledad. Solo eran su hijo y ella. “Ahora, encontré a mi hija y cinco nietos y pronto voy tener un biznieto. Soy una mujer realizada. Puedo morir tranquila”.

Cynthia lleva los apellidos de sus padres adoptivos, aunque confiesa que jamás tuvo una figura paterna. Su crianza estuvo a cargo de su madre y su abuela. “Mi mamá renunció al hospital por temor a que me arrebataran de su lado”. Aunque, su infancia estuvo rodeada de privaciones, abundó el amor de madre. “Pasamos hambre y por mí se quitó el pan de la boca”.

Doble sorpresa

Astrid llevó a Cynthia a su casa. Le presentó a su hermano. Narra que de todos los detalles que su madre adoptiva le soltó en su lecho de muerte para dar con su madre biológica omitió uno muy importante en su comentario publicado, el nombre de la enfermera que la entregó en sus brazos. Luz Marina. Pieza clave para Cynthia. “Yo le hice preguntas y ella me las respondía y cuando me dijo el nombre de la enfermera supe que era mi madre. No había duda”.

Astrid entregó a la recién nacida a su sobrina Luz Marina, enfermera del hospital. Luz Marina fue quien eligió a su compañera para entregarle a la pequeña Cynthia. La madre dice que no la quiso ver cuando estaba en la cuna por temor a no soltarla. “Yo sabía que me iba doler entregar a mi hija”.

Cynthia Ortiz posa junto a su padre a quien había acabado de conocer dos días después de conocer a su madre biológica / CORTESIA

Madre e hija se despidieron y prometieron volverse a ver pronto. Cuando Cynthia viajaba en el bus que la devolvía a San Juan del Sur, Rivas recibió una llamada de su madre. “Hija, quiero que sepas que tienes un padre y se llama Santiago Matus. Es de Jinotepe, Carazo. ¿Lo quieres conocer?”.

Cynthia enmudeció. Sintió que era demasiada información para procesar en poco tiempo. Previendo ser rechazada de niña y ahora siendo una adulta de 37 años, se negó a conocerlo. “Yo le pedía a Dios cada noche encontrar a mi madre, solo a mi madre y Él me dio el milagro de encontrar a mi padre también”.

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Su madre contactó a Santiago y él le escribió un mensaje. “Soy tu padre”, acompañado de la foto de su cédula. Cynthia lloró y lloró. No podía creer que en solo dos días habían terminado décadas de espera por conocer su origen. Supo que cuando nació su padre la buscó sin éxito. “Lloramos y me dijo que me quería conocer y nos encontramos en Rivas. Nos abrazamos y me dijo que siempre ha tenido amor para mí porque en su corazón sabía que yo existía”.

Como una novela

En la actualidad, Cynthia es madre de cinco hijos entre los 9 y 20 años de edad. Su vida la define como una novela. Pasó de prostituirse dentro y fuera de Nicaragua a predicar la palabra de Dios en las calles de Rivas.

Por más de diez años ella estuvo sumergida en el alcoholismo y las drogas. Sin embargo, jamás dejó de ocuparse de sus hijos. “Yo era madre soltera de dos niños que tienen un año de diferencia y fui llevada con engaños a un centro de masajes en Managua”.

Cynthia junto a sus hijos mayores y su madre adoptiva cuando tenía 19 años de edad / CORTESIA

Fue a través de la prostitución que Cynthia llegó a San Juan del Sur y ahí conoció al padre de sus tres hijos menores. “Me llamaban la Wendy. Él me sacó de ese mundo, me embarazó, pero a los tres meses me abandonó”.

Se marchó a Costa Rica para trabajar como sexoservidora mientras sus tres hijos eran cuidados en Nicaragua por la abuela paterna y amistades. “Yo volvía cada mes y les daba todos los gustos a mis hijos. Mis compañeras decían que yo era p***, pero una madre responsable como ninguna”.

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A los tres meses de vivir entre Nicaragua y Costa Rica, Cynthia recibió una llamada. Le informaron que su esposo había sido detenido. La Policía le encontró 190 mil dólares y fue condenado a seis años de prisión por el delito de lavado de dinero. “La primera vez, lo acusaron siendo inocente. Fue contratado como chofer para hacer un viaje de Rivas a El Rama”.

Cynthia no lo abandonó estando en la cárcel y se embarazó en dos ocasiones cuando hacía las visitas conyugales. “Mis hijos son idénticos a él ni como negarlos, aunque todo ese tiempo le oculté que yo seguía en la prostitución”.

Cynthia junto a sus cinco hijos y su esposo /CORTESIA

Al salir de prisión, el esposo de Cynthia trabajo como taxista. Le construyó su casa y ella se convirtió en ama de casa por primera vez. Al cuarto año dice ella que la avaricia condujo a su esposo a participar en negocios ilícitos y su familia estuvo rodeada de lujos, lujos que perdió en menos de un año, hasta que fue detenido por segunda vez. “Lo agarraron con 500 kilogramos de cocaína y lo condenaron a 16 años de prisión. Lleva tres años preso”.

Un año antes del arresto de su marido, Cynthia se había convertido al cristianismo y se alejó de la prostitución definitivamente. La necesidad la orilló a trabajar, dice ahora “con honradez y dignidad”. “Aprendí a depender de Dios. Ya no dependo de mi cuerpo ni del narcotráfico de mi esposo”.

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