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Nicaragua sin embajador de Costa Rica

Esta es la segunda vez que escribo sobre Costa Rica y su actual primer mandatario Rodrigo Chaves, quien al día de hoy ha venido realizando una buena gestión presidencial, tanto en sus gerencias públicas como a nivel internacional, en el campo diplomático.

El presidente costarricense ha descartado de una buena vez enviar un embajador ante al régimen de Daniel Ortega, quien sigue cometiendo abusos de poder, desgobernando al país y violando reiteradamente los derechos humanos y la institucionalidad del resorte administrativo nacional.

Pero el presidente Chaves, cuyo apellido no lleva acento ni termina con la z como el del dictador de Venezuela ya fallecido, Hugo Chávez, descartó nombrar a alguien en dicho cargo por la confiscación de la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA). Esto lo hizo pocos días después de la expulsión de los diplomáticos de ese organismo continental y de que retirara las cartas credenciales de sus representantes en Washington. Insólita y descabellada esa actitud que ha generado rechazos de diversas instituciones y personalidades.

En Costa Rica viven más de medio millón de nicaragüenses, según cifras oficiales, pero a diario emigran forzosamente muchos hermanos en busca de trabajo, seguridad y sustento económico para enviar a sus familiares; quienes también al no poder viajar por diversas causas familiares y domésticas, viven una continua pesadilla debido a la represión de la dictadura, la cual cada vez más hunde a nuestra nación en un torbellino de inseguridad y temor social.

La vecina “tiquicia” en medio de sus problemas, ha brindado hospitalidad, refugio, trato cordial a los niños de padres inmigrantes independientemente de su estatus migratorio y ha regulado sus permisos de trabajo a quienes, a su vez, han demostrado una eficaz mano de obra pinolera, sobre todo en las faenas agrícolas y en la construcción.

Por otra parte, el tejido institucional del Sistema de Integración Centroamericana es muy frágil, burocrático y caro para la realidad económica de la región. Es por eso que Costa Rica, sensatamente, no se ha incorporado a esa trenada de instituciones que en la práctica no sirven para nada, como el Parlamento Centroamericano (Parlacen), el cual lo integran veinte diputados por cada país: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá, República Dominicana y otros como observadores. ¿Qué hacen? ¿Qué leyes importantes han aprobado? ¿Qué avances han habido? Nada, ninguna y cero avance.

Después existe la Corte Centroamericana de Justicia (CCJ), otro elefante blanco, pues sus honorables magistrados no interfieren en demandas contra los gobiernos de la región y están a merced del presidente de cada República para que les apruebe su presupuesto, viáticos y grandes salarios. Sin embargo esta Corte no ha pasado de estar conformada únicamente por tres países: El Salvador, Honduras y Nicaragua.

Y así sucesivamente hasta llegar a otras instancias como el Sieca, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), el cual ha concedido grandes préstamos a Daniel Ortega, actitud deplorable en medio del dolor que vive nuestra república.

Costa Rica no pertenece a ninguno de esos organismos, y hace bien, pues estaría desangrando su presupuesto y fomentando vicios oficiales al mandar a esos “exilios dorados” a políticos que siendo parte del eje de poder, están en los segundos aros de confianza por parte de sus presidentes y gabinetes. Estos pasan a formar parte de las abultadas burocracias como en el caso de los veinte diputados del Parlacen.

Por estos antecedentes, Cosa Rica ha sido criticada de ser antintegracionista, pero en realidad mientras exista un sistema de integración desfasado, amorfo y sin una agenda realmente propositiva, bien están así las cosas.

Volviendo al caso de la decisión de no enviar embajador a Managua, dicho por el canciller costarricense Arnoldo Andre Tinoco, esta iniciativa debería ser puesta en práctica también por el resto de naciones no solo centroamericanas sino también del continente entero, ante abusos desmedidos como la confiscación de la sede de la OEA, y por la Unión Europea. Otro caso negativo fue también la ruptura de las relaciones diplomáticas con Taiwán, país que tanto dio a Nicaragua al que Ortega expulsó para recibir a la China comunista.

Es cierto que Nicaragua y Costa Rica son naciones vecinas, que juntas conllevan un flujo comercial fuerte, como lo hace a lo interno todo el istmo. Pero, ¿valdrá la pena mantener esos flujos económicos ante tanta agresión hacia un pueblo al que le ha sido vedada la libertad y la democracia, por sostener una ridícula dictadura que es parte del llamado socialismo del siglo XXI y del Foro de Sao Paulo? La verdad que no. Más bien, de ser así, pondrían en aprietos al régimen de El Carmen para buscar cómo salir de dicho sistema.

¡Enhorabuena presidente Chaves! Costa Rica merece seguir siendo esa lúcida democracia, que aun con sus imperfecciones es una de las más grandes en todo el continente.

La autora es nicaragüense nacionalizada estadounidense, empresaria, emprendedora y escritora. Actualmente se ha postulado al cargo de comisionada por el Condado de Miami.

Opinión Costa Rica OEA Rodrigo Chaves archivo
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