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El derecho de obtener refugio y de poder regresar a su patria

El 20 de junio se celebra el Día Mundial del Refugiado. Este es un tema de gran contenido humanitario, que hasta hace poco en Nicaragua se pensaba que no volvería a ocurrir y se le miraba como algo ajeno y distante. Pero desde 2018 volvió a ser de palpitante interés para la sociedad nicaragüense.

El sentido de esta celebración internacional es que todas las personas del mundo, cuando lo necesiten “tienen derecho a buscar protección, sin importar quiénes sean, de dónde provengan ni cuándo hayan tenido que huir”.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) explica que se ha designado este día “para enaltecer la fuerza y el coraje de las personas que se han visto obligadas a abandonar su hogar para escapar de conflictos o persecuciones”.

Agrega Acnur que “el Día Mundial del Refugiado es una ocasión para fomentar la comprensión y la empatía hacia las personas refugiadas y desplazadas en consideración de las difíciles circunstancias en las que se encuentran; asimismo, la fecha permite reconocer su capacidad de resiliencia en la reconstrucción de sus vidas”.

Según informa la misma entidad humanitaria de las Naciones Unidas, en la actualidad hay más de 45 millones de “personas refugiadas, desplazadas y/o apátridas en el mundo. De ellas, aproximadamente la mitad son desplazadas internas, desarraigadas dentro de sus propios países…”

En Nicaragua no existen los refugiados y desplazados internos, porque gracias a Dios tampoco hay una guerra, que es la que los genera. Pero muchos compatriotas han debido buscar refugio en el exterior, particularmente en Costa Rica, donde hay más de 150 mil refugiados políticos nicaragüenses, según informó Acnur en marzo del corriente año.

La misma agencia de las Naciones Unidas dijo que la guerra rusa en Ucrania monopoliza actualmente la atención mundial, pero que a pesar de eso la comunidad internacional debe “continuar apoyando sus esfuerzos en Costa Rica y a otros países que acogen a personas provenientes de Nicaragua”.

Se estima que alrededor de un millón de nicaragüenses se han ido del país, obligados por las circunstancias. Sin duda que muchos no regresarán jamás, pero también una gran parte de ellos volverían a Nicaragua si cambiara o mejorara lo suficiente la situación socioeconómica y sobre todo política del país.

Como se es bien sabido, un sector numeroso de familiares de presos políticos ha emitido en lo que va del año dos cartas públicas, llamando a un “encuentro constructivo” (que se entiende como un diálogo por la reconciliación nacional), entre el régimen, “las fuerzas vivas del país” y la Iglesia católica.

Ojalá que se atendiera esa petición, pues de ser atendida y puesta en práctica, ayudaría notablemente a mejorar el clima político nacional. Y sobre todo permitiría la liberación de todos los presos políticos y el regreso de muchos nicaragüenses que se han visto obligados a refugiarse en otros países y tratan de sobrevivir lejos de sus hogares y de su propia patria.

Editorial Nicaragua archivo
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