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Cristhian Josué Mendoza Fernández, mejor conocido como “El Viper”. TOMADA DE EL 19 DIGITAL

¿Qué ha pasado con El Viper, el hombre que “mandaba” desde el tercer piso de la UPOLI?

A Cristhian Josué Mendoza, mejor conocido como “El Viper”, lo asedia la Policía, dicen quienes lo conocen. Estuvo exiliado. “Traidor” e “infiltrado” son algunas de las cosas que se han dicho del hombre que se sentaba en la silla del centro del tercer piso de la UPOLI.

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A dos años y diez meses después de que El Viper salió de la cárcel, no le está yendo muy bien en su vida. “Vive encerrado, pero vive en una situación caótica. A veces solo hace un tiempo de comida”, dice un amigo que solicita anonimato no por temor a represalias, sino porque no quiere que El Viper se moleste con él.

Su nombre es Cristhian Josué Mendoza Fernández, pero todos los conocen como “El Viper” aunque nadie sabe con exactitud cuál es el origen de su apodo. Algunos creen que se lo pusieron en la Universidad Politécnica (Upoli) donde estuvo atrincherado en 2018.

Sus conocidos dicen que padece de esquizofrenia desde hace varios años. Hoy, tiene problemas de ansiedad y a veces pide dinero a quien lo visita en la casa donde vive con una tía en Managua, para comprarse pastillas.

“Tiene que usar pastillas porque él padece de esquizofrenia. También tiene problemas de la presión, por el peso y no sé si tiene problemas de azúcar”, cuenta la persona cercana a él.

Revista DOMINGO habló brevemente con El Viper y confirmó lo que su amigo cuenta. “Mi vida está por el piso. No tengo trabajo, no me quedan amigos, ni siquiera salgo de mi casa. Estoy enfermo, cansado, solo, sin reputación, sin futuro visible o palpable”, respondió cuando nos comunicamos con él para solicitarle una entrevista.

El Viper estuvo 13 meses detenido, entre mayo de 2018 y junio de 2019. Fue excarcelado junto a otros 55 presos políticos tras la aprobación de la Ley de Amnistía en 2019.

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Según contó él mismo a LA PRENSA cuando salió de prisión, sufrió torturas por parte de paramilitares y maltrato por parte de policías. Las amenazas y las torturas fueron las que lo obligaron a grabar un video en donde incriminó a varios opositores como supuestos financistas de las protestas en contra del régimen de Daniel Ortega.

“Empezaron a mencionarme los nombres de mis familiares. Sabían cosas de mi infancia. Era una amenaza, quería que me aprendiera el discurso que delataba a dirigentes opositores al gobierno, entre ellos Félix Maradiaga, Moisés Hassan, Hugo Torres, Pio Arellano”, dijo en esa ocasión.

También incriminó a Luciano García, presidente de Hagamos Democracia y quien tuvo que salir al exilio en 2018.

Desde entonces, los atrincherados de la Upoli y varios opositores consideraron que El Viper era un “infiltrado” del Frente Sandinista, sin embargo, quienes lo conocen, entre ellos algunos excarcelados, dicen que El Viper es un buen joven a quien las amenazas lo hicieron prestarse a grabar ese video.

En la actualidad, El Viper es asediado por la Policía. “No puedo ir a la esquina sin que se dé cuenta toda la estación 4”, dijo él mismo a la revista DOMINGO.

Por otro lado, su amigo detalla que cada vez que El Viper sale para buscar trabajo o para visitar a su abuela, la Policía lo retiene en algún lugar y le advierte que lo tienen vigilado.

El Viper después de que salió de prisión habló con LAPRENSA y dijo que quería limpiar su nombre. ARCHIVO

La celda 25

“El Viper es barítono”, dice un excarcelado político que estuvo con Cristhian Josué Mendoza en las celdas de El Chipote. Otro de los excarcelados lo confirma. “Todos los días a las siete de la mañana se ponía a cantar canciones cristianas”, relata.

El Viper estuvo solo en la celda 25 de El Chipote, cuentan los dos excarcelados por separado. Eran celdas pequeñas y por su contextura física, probablemente no alcanzaba nadie más, explican.

A veces, y sin razón alguna, El Viper comenzaba a gritar y a golpear las rejas de la celda. Pasaba horas haciéndolo, hasta que llegaba un policía a sacarlo y se lo llevaba por largos ratos.

“Ya después lo llevaban de vuelta y ya le preguntábamos dónde lo llevaron. Decía que lo tuvieron afuera agarrando aire”, y llegaba más tranquilo, cuenta uno de los ex reos políticos.

Otras veces, entre todos los detenidos se ponían a gritar consignas y a cantar canciones “azul y blanco”, pero siempre “llegaba un Policía y nos amenazaba: si seguís jodiendo te vamos a meter donde El Viper para que te coja. Entonces todo mundo le tenía miedo al Viper por la fama que él tenía”, relata otro de los excarcelados.

Con el tiempo, algunos presos políticos consideraron a El Viper como uno más de ellos y se dieron cuenta que padecía de esquizofrenia.

El Viper había sido señalado de infiltrado desde antes que los medios oficialistas publicaran el video de él repitiendo el discurso del régimen. Los estudiantes de la Upoli se dieron cuenta que él trabajaba para el Ministerio de Transporte e Infraestructura (MTI), y no lo tomaron de buen gusto.

El amigo de El Viper confirma que él trabajó como supervisor y tenía a cargo vigilar a los buses de la ruta Managua – Masaya para que cumplieran con los tiempos y que no viajaran con exceso de pasajeros.

“Eso solo era un medio de sustento. Yo lo abandoné (el trabajo) y al ver que atacaban las universidades, me sumé a la lucha”, explicó El Viper en 2019, cuando una periodista de LA PRENSA le preguntó cómo se había involucrado en las protestas.

El 20 de mayo de 2018 fue el último día que El Viper estuvo atrincherado en la Upoli. Él contó en 2019 que un grupo de hombres que no tenían pinta de ser estudiantes entraron a la universidad con intenciones de matarlo, pero él pudo escapar.

Estuvo escondiéndose por seis días en distintas casas de amigos y conocidos, hasta que el 26 de mayo de 2018, cuando llegó donde su madre a buscar ropa, varios paramilitares en camionetas Hilux llegaron a traerlo. Lo detuvieron a él y a Kenneth Israel Romero.

Según contó a LA PRENSA, los paramilitares lo estuvieron interrogando por cinco días y lo mantuvieron bajo torturas. Lo tenían sentado, preguntándole que quién financiaba a los estudiantes mientras le lanzaban baldes de agua helada y le aplicaban descargas eléctricas.

“La última vez que me hicieron eso yo creo que miraron que me puse mal. Solo recuerdo que me decían “pero qué tenés”. Me quedé dormido, desmayado. No sé, pero dejaron de torturarme”, dijo.

Después, lo llevaron a un cuarto y le dijeron que tenía que aprenderse un discurso para hacer un video. “Cuando me di cuenta que querían embarrarme me rehusé, pero empezaron a mencionarme el nombre de mi mamá, el nombre de mis tías, de niños de la familia”. Cedió ante las amenazas.

La Policía presentó a El Viper hasta el cinco de junio de 2018 como líder de la banda “El Viper”, y a la que se le atribuía el asesinato de Keller Pérez y Erick Espinoza, además del robo y quema de un vehículo propiedad del Ministerio de Salud (Minsa), incendio a edificios públicos, autobuses, quema de las unidades móviles de Canal 8 y saqueos a los supermercados Palí y El Gallo más gallo.

Esta es la estructura que presentó la Policía sobre la supuesta banda delictiva. Señaló a El Viper como el líder de la banda.

Después de grabar el video, fue llevado a las celdas de El Chipote. Ahí estuvo siete meses, hasta que, en enero de 2019, se lo llevaron para el Sistema Penitenciario La Modelo en donde estuvo en la galería 300, conocida como El Infiernillo, hasta el día en que lo liberaron.

El tercer piso de la Upoli

En la silla del centro de una de las aulas de clases del tercer piso de la Upoli, y que los estudiantes habían convertido en una oficina improvisada, se sentaba El Viper.

Entre los atrincherados, nadie recuerda con exactitud cómo fue que llegó a la Upoli y cómo se hizo con el mando del tercer piso, pero algunos como Edwin Carcache recuerdan que El Viper prácticamente vivía ahí.

El Viper dijo a LA PRENSA que él llegó a la Upoli a ofrecerse como voluntario para atrincherarse. “Yo dije lo que sabía hacer y me quedé. Poco a poco el estallido estudiantil se volvió una lucha de todo el pueblo y no nos faltaron municiones para repeler a las turbas. Empezaron las entrevistas, el figureo. Yo preferí quedarme con el bajo perfil”, relató.

En un reportaje de DOMINGO, publicado en agosto de 2019, una estudiante que se identificó como Junni, aseguró que a El Viper le tenían “miedo” y por eso no hacían nada que pusiera en duda su autoridad.

–¿Miedo a qué?

–A que ordenara llevarnos al tercer piso y nos torturaran.

–¿Los torturaba él?

–No, él solo ordenaba las torturas y las ejecutaban otros. Hasta usaban ácidos para torturar.

En el mismo reportaje, la joven Elsa Valle contradice esa versión. “Lo que se hacía es que si agarraban a un infiltrado le quitaban el celular y lo golpeaban en la salida y le decían que no volviera. Pero cuarto de tortura no. Yo que entraba a ese tercer piso nunca vi un cuarto de tortura”, dijo Valle.

Uno de los excarcelados políticos también considera que “todo lo que se ha dicho de El Viper en mayor parte es falso. Yo estuve en la Upoli. El Viper no vendió a nadie. Cachimbeó a un policía, eso sí”.

El Viper fue capturado el 26 de mayo de 2018, pero fue presentado hasta el cinco de junio.

En las malas

Antes de 2018, además de trabajar en el MTI, El Viper había trabajado en call centers y cursaba el cuarto año de Ingeniería en Sistemas en La American University (LAU), pero desde que salió de prisión, no ha podido retomar sus estudios y tampoco conseguir trabajo.

Debido al asedio de la policía después de que salió de prisión, El Viper estuvo exiliado en Costa Rica, pero se tuvo que regresar porque sus ingresos no eran suficientes para vivir en ese país.

“Le mandaban una ayuda de 250 dólares. Pagaba 200 de alquiler, le quedaban 50 para la comida y ¿vos sabes lo que significan 50 dólares en Costa Rica para un mes? Eso no es nada”, cuenta su amigo.

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El Viper a veces no anda de buen humor. Aunque con sus amigos se da bromas pesadas, hay momentos en que no aguanta y se molesta. En sus redes sociales se nota que mantiene contacto con algunos excarcelados políticos y que se ha dejado crecer el cabello.

Usa pastillas para dormir. De hecho, en la entrevista con LA PRENSA, él mismo dijo que se había vuelto “adicto” a los sedantes que le ayudaban para dormir y a calmar sus crisis de ansiedad.

Después de la cárcel, su problema de esquizofrenia ha empeorado, dice su amigo, quien también asegura que El Viper ha bajado de peso.

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