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Inconformidades diferentes

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Inconformidades

Es importante tener en cuenta que no todos queremos por las mismas razones que la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo se caiga. Entender esto, considero, nos llevará reconocer a todos los que se le oponen, aunque no estemos de acuerdo con ellos, ni pretendamos hacer equipos con ellos. Ortega ha hecho daño a todos. A los suyos, a los nuestros e, incluso, a aquellos que pretendían no meterse en nada. Se ha convertido en un problema generalizado y por eso tiene sus días contados como dictadura.

Historia

Lo que pasó esta semana con los “sandinistas históricos” es el reflejo de esa descomposición que viene acusando la dictadura. No es un paso adelante, es un paso atrás. Crearon un monstruo. Les dieron armas de guerra y licencia para matar. Los engancharon de que esta es una guerra, aunque no lo parezca. Que los muchachos con morteros y banderas en las barricadas o tranques son los mismos guardias de los 70 o los contras de los 80 y ellos tienen que hacer lo que saben hacer: matar. Volvieron a sentirse importantes. Tuvieron poder. Empezaron reclamar que, gracias a ellos, la “revolución” vive todavía. Y, así, se volvieron una amenaza. Por eso los desactivan antes de que sea muy tarde. Que sean historia. Meterlos de nuevo al cajón donde estaban guardados.

Callejón sin salida

También hay que reconocer que el escenario ideal para salir de la dictadura fracasó. Tal vez solo por ahora. El camino de inconformidad, reclamos, elecciones, cambio el gobierno, democracia y justicia no funcionó porque del otro lado está un régimen que vistió esta salida civilizada e ideal con ropajes de “guerra”, “golpe de Estado” y “terrorismo” para justificar la violenta y sangrienta respuesta con que la desarmó. La oposición cívica y pacífica fracasó. Pero eso no quiere decir que el régimen triunfó, porque al responder como respondió se metió en un callejón sin salida, con cada vez más enemigos acorralándolo.

Enemigos

Si se han percatado, a pesar de que la oposición formal en Nicaragua quedó desbaratada, el régimen parece estarse cayendo a pedazos. ¿Quién lo bota?  El peor enemigo de Rosario Murillo y Daniel Ortega son Daniel Ortega y Rosario Murillo. Han apostado a la fuerza bruta, al terror y al garrote contra todos para sostenerse. Eso solo les ha dado tiempo. Como fieras acorraladas tiran dentelladas contra todo lo que sienten como amenaza. Echan presos a los opositores, dictan leyes que convierten los derechos ciudadanos en delitos para que todos seamos culpables de algo; insultan y agreden a los diplomáticos extranjeros que no se creen su cuento, echan del país al nuncio y al representante de la Cruz Roja al menor indicio de discrepancia y desbaratan las redes paramilitares porque temen a todo lo que no pueden controlar por completo.

Implosión

El futuro de Nicaragua es tan incierto que no sería extraño que entre los mismos que actualmente defienden al régimen terminen sacado a la familia Ortega y Murillo porque se ha convertido en un lastre para ellos. La famosa implosión que se ha pronosticado. Eso de ninguna manera significa buenas noticias porque sería estúpido pensar que, teniendo el control, entregarían el poder a la oposición para que haga un gobierno azul y blanco, democrático, como Nicaragua merece. No. Van a tratar de hacer algo igual o peor a lo que tenemos.

Pleitos

Yo confío en que no todo está perdido. Que esa salida “ideal” de la que les hablaba antes es posible, aunque por ahora haya fracasado por los motivos expuestos. La inconformidad creciente entre las bases del régimen es un síntoma de su descomposición, pero mal haríamos al apostar a un cambio de ese tipo. Si se fijan, los pleitos internos y públicos se han trasladado al régimen. La oposición formal debería hacer con Ortega lo que hizo Ortega con la oposición todo el tiempo: atizar las diferencias entre ellos y mantenerse unidos al otro lado. Cada ficha que deja al régimen es ganancia para la oposición, aunque no necesariamente tenga que ser “azul y blanco”.

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