Recién reciben en el hogar del general Torres su incensario, doy a sus familiares mis fraternas condolencias. Junto a Carlos Fonseca, fui su jefe en el clandestino y ejemplar Frente Sandinista. También lo fui en el Ejército Popular Sandinista, y en el Ejército de Nicaragua, hasta el 21 de febrero de 1995, cuando paso a mi retiro, flanqueado por el general Torres, quien observa sereno y solidario ese trascendental hito, de traspasar el mando ordenadamente, en el marco de la ley, y del sagrado respeto a la institución militar.
Hugo Torres fue un militante sandinista relevante, por sus convicciones y coraje para superar los duros retos de la lucha en contra de la sanguinaria dictadura militar, dinástica de los Somoza, y la Guardia Nacional. En los momentos más difíciles de nuestra lucha supo ser un abnegado combatiente. Símbolo del guerrillero de la selva, de los comandos urbanos, y de la insurrección final que derroca al régimen genocida somocista. Precisamente, por ser un cuadro político destacado, obtiene el reconocimiento de comandante guerrillero, y es incorporado en la estructura partidaria de la Asamblea Sandinista. Y, por mi parte, como jefe del Ejército, lo incorporo al Consejo Militar, y lo nombro jefe de la dirección política castrense, y llega a ser general de brigada, grado que coloco en sus hombros.
En febrero 1934, a raíz de la masacre, en mera negociación por la paz, del general Augusto César Sandino, don Daniel Simeón Ortega Cerda, mi padre, es capturado por intercambiar cartas con Sandino, y un teniente GN decide incumplir la orden de asesinarlo; seguidamente su padre, el destacado maestro y dirigente conservador, Marco Antonio Ortega, quien impartió clases al general Anastasio Somoza García, utiliza este vínculo, para lograr su libertad. Por mi parte sufrí prisiones en Managua, en una de ellas en 1967, en la misma celda con el mártir Pedro Joaquín Chamorro, y fuimos liberados por una amnistía; en otra ocasión, en 1970, en Costa Rica, fue una acción del comando Juan Santamaría, que dirige el heroico guerrillero Carlos Agüero, la que permite ser liberados de la cárcel Carlos Fonseca y mi persona. Y, en 1979, a raíz del derrumbe del régimen somocista, el presidente de Costa Rica don Rodrigo Carazo, otorga indulto a mi persona y al tico Plutarco Hernández, condenados en ausencia, a 18 años de prisión por haber asaltado el cuartel de Alajuela 10 años antes, para rescatar a Carlos Fonseca, intento fallido con muertos y heridos.
Daniel Ortega, sufre desde joven prisiones y torturas, y es puesto en libertad a través de diferentes mecanismos legales gestionados por mis padres y compañeros. El más inhumano de sus encierros, durante 7 años, logra alivio a las duras condiciones carcelarias y visitas familiares, gracia a las luchas de las ejemplares madres de reos políticos acusados de terroristas, entre ellas, doña Lidia, nuestra madre. Y, alcanza su libertad, en diciembre 27, 1974, por el comando urbano Juan José Quezada, que manda el comandante “Marcos”, Eduardo Contreras, que lleva como jefe de una de las 3 escuadras a Hugo Torres, quien, en 1978 en agosto 22, es el Uno, segundo al mando, del comando Rigoberto López Pérez, que encabeza el comandante cero, Edén Pastora. Audaces acciones, que liberan a prisioneros políticos de las cárceles de la tiranía somocista, duros golpes políticos-morales al régimen de Somoza, operaciones sin retirada, bajo la consigna: “Todas las órdenes serán cumplidas, menos una: rendirse”. Con ese mismo espíritu de lucha, ahora en el campo cívico, Hugo Torres integra una de las varias fracciones en que el antiguo FSLN se divide desde la década de los noventa, y no rehúye el sacrificio, la cárcel, en la que una vez más demuestra sus convicciones revolucionarias, y muere, como cualquiera a su edad y condiciones físicas, al ser expuesto en el cruel encierro.
Carlos Fonseca elabora el juramento sandinista, que en parte reza: “Ante la imagen de Augusto César Sandino y Ernesto Che Guevara, ante el recuerdo de los héroes y mártires… juro defender… el decoro nacional y combatir por la redención de los oprimidos y explotados de Nicaragua y el mundo…”. Hoy, este lamentable, doloroso desenlace de un compañero de luchas, que cumple hasta el final consecuentemente este juramento, debe contribuir en la ruta de solución a la crisis política que padece nuestra patria, que requiere urgentemente un clima de reconciliación, que lo genera de ser puestos en libertad los encarcelados políticos, por medio de cualquiera de los instrumentos jurídicos, legales requeridos.
El autor es dirigente e ideólogo revolucionario sandinista, fundador del Ejército de Nicaragua. Miembro de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua.