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La crisis de confianza y el valor de la desconfianza

LA PRENSA ha publicado en su edición de este miércoles 19 de enero, una amplia información sobre un informe del Banco Interamericano (BID) acerca de la situación de confianza versus desconfianza que existe actualmente en América Latina y el Caribe. 

Salta a la vista en dicha información, el dato de que apenas el once por ciento de las personas cree que se puede confiar en las demás. El dato se refiere al período de 2016 a 2020, indicando que la desconfianza se duplicó en relación con el lapso de 1981 a 1985.

América Latina y el Caribe es la región del mundo con el nivel más bajo en la confianza de la gente, lo cual es grave porque “provoca que el crecimiento económico se reduzca, la informalidad laboral aumente, las políticas públicas se vuelvan más difíciles de implementar y la democracia se debilite”, se asegura en el informe.

Por supuesto que el índice de desconfianza de la gente es distinto en cada país, Por ejemplo, en Uruguay el 21 por ciento de las personas confía en las otras, pero en Brasil apenas el 5 por ciento. En Centroamérica los nicaragüenses son los más desconfiados, pues solo el 7 por ciento confía en los demás mientras que Guatemala con 17 por ciento enseña el índice más alto.

La mayor desconfianza de la gente es hacia las instituciones del poder político, lo cual es absolutamente comprensible. Mientras que la Iglesia católica es la que más merece la confianza individual y publica entre todas las instituciones sociales y políticas. Lo cual es también muy comprensible, sobre todo en Nicaragua donde la Iglesia se ha comprometido plenamente con la población y ha tenido que sufrir mucho por la actitud humanitaria de sus pastores.

La confianza, en su definición más simple significa la “esperanza firme que se tiene de alguien o algo”, así como la “seguridad que alguien tiene en sí mismo”. Así lo dice el diccionario de la lengua castellana de la RAE.

Se trata de un valor humano indispensable para el buen funcionamiento de toda organización, desde la familiar hasta la economía nacional. Por eso es que se dice en el estudio del BID que la confianza es esencial “para crear sociedades más prósperas, inclusivas y democráticas…”

Pero si la confianza es un valor positivo eso no significa que lo contrario, la desconfianza, sea un valor negativo o contravalor, como se le llama.

El sociólogo español Amando de Miguel asegura que “la actitud de desconfianza es un hecho general en todas las sociedades (porque) cumple una función tácita en el proceso evolutivo de la especie. Es una defensa natural desconfiar de las personas que nos pueden hacer algún daño, aunque sea para mantener sus propios intereses.”

Por lo consiguiente desconfiar de las instituciones públicas controladas por personas sin escrúpulos, como son los políticos autoritarios y corruptos, es más necesario e importante todavía porque además de ser una protección natural, es una defensa política racional de los depredadores humanos de la sociedad.

El eximio filósofo español José Ortega y Gasset señaló que “mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede destigrarse, el hombre vive en peligro permanente de deshumanizarse.”

Por eso es bueno, además de tener confianza en quienes son confiables, desconfiar siempre de los que no lo son, aunque aparenten serlo.

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