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El negocio de repartir comida a domicilio le da trabajo a cientos de jóvenes que no encuentran otras oportunidades para tener un buen salario. LA PRENSA/ ISTOCK

“Su pedido va en camino”: el riesgoso mundo de los repartidores de comida

El pago es bueno. Los horarios son flexibles. La necesidad es mucha. El trabajo de repartir comida a domicilio ya existía en Nicaragua, pero creció con la pandemia del Covid-19. El riesgo está en la velocidad y en un panorama de dudosa armonía con las leyes laborales del país

Ernesto trabajaba en una tienda de ropa. Con su moto iba a dejar pedidos a varios sitios de Managua. Se ganaba 266 córdobas diarios, los cuales resultaban insuficientes para irse a vivir a una casa rentada junto a su compañera de vida y sus dos hijos. Para mientras, vivían donde unos familiares.

Era urgente encontrar otro trabajo donde ganar mejor, pero parecía imposible. “La mayoría de los trabajos solo te ofrecen seis mil, ocho mil córdobas mensuales y te explotan”, explica Ernesto.

Hace siete meses un amigo le habló de Pedidos Ya. Ernesto abrió un link de esa empresa y comenzó a aplicar para trabajar ahí. Iban paso por paso. Primero, en el link, le pidieron que presentara la cédula de identidad. Lo desbloquearon para el siguiente paso y le pidieron otros documentos: licencia, seguro, circulación de la moto, récord de policía.

Lo hicieron firmar un contrato por seis meses y empezó a trabajar. Ahora se gana entre 20 mil y 24 mil córdobas al mes. Renta una casa de 150 dólares mensuales y vive tranquilo con su familia.

Sin embargo, las cosas no son perfectas. Ahora su esposa y su madre lo cuestionan desde que falleció en un accidente de tránsito el también repartidor de Pedidos Ya, Eduardo Pilarte. “Tenes que andar con cuidado”. “Mirá que esa gente no te paga seguro”. “Si te pasa algo ellos no responden por vos”. “Aquí tenés quien te espera”. Esas son algunas de las reprimendas que Ernesto escucha desde el fallecimiento de Pilarte.

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Los tiempos modernos, la pandemia del Covid-19, las necesidades actuales de la sociedad, hicieron que los servicios a domicilio proliferan en Nicaragua, una labor que es riesgosa porque implica la velocidad en las calles. A eso se le suma un panorama de dudosa armonía con las leyes laborales del país.

La muerte del motorizado Eduardo Pilarte puso en escena el riesgoso trabajo de entregar comida a domicilio. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

El trabajo

Ernesto y otros repartidores se encuentran a menudo en una cafetería de Los Robles. Ahí se reúne también Pablo. En muchas ocasiones compartieron momentos gratos con Pilarte, a quien definen como un joven alegre, amistoso, agradable y, sobre todo, buen compañero.

En esas reuniones se contaban los aciertos y los problemas del trabajo. Si a alguien se le dañaba la moto, entre todos recogían para reparársela. Un grupo muy unido. En lo que no han podido unirse es en la creación de un sindicato.

Una vez quisieron hacer una protesta cuando Pedidos Ya bajó el precio del kilometraje de nueve a casi siete córdobas. Fue cuando más alto estaba el precio del combustible, antes que Daniel Ortega congelara el precio, pero alguien filtró que la protesta se haría un sábado por la noche, cuando más demanda de trabajo hay y fueron despedidos casi 50 motorizados. No se hizo la protesta.

Pedidos Ya les explicó que se bajaba el precio del kilómetro pero que se les iba a pagar desde que les cayera el pedido, mientras que antes se pagaba desde que el motorizado llegaba al restaurante.

Pablo trabajaba en otra aplicación que se llama Aventón, donde ganaba cerca de 1,800 córdobas semanales. Consiguió trabajo en Hugo y ahí conoció a Pilarte, quien le enseñó a manejar la aplicación.

En esa aplicación caen los pedidos y Pablo debe aceptarlos. Si el viaje es menor a tres kilómetros entre el restaurante y el lugar de destino, le pagan 50 córdobas. Si el viaje es entre 3.1 y 4.5 kilómetros, le pagan 60 córdobas. El pago va aumentando según los kilómetros hasta 85, 100, 125, 150 córdobas. En Hugo es donde pagan mejor, explica.

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Las aplicaciones abren operaciones entre las 7:00 de la mañana y las 12:00 de la medianoche y cada motorizado debe elegir cuántas horas desea trabajar, de qué hora a qué hora y qué día desea tener libre. Eso lo debe agendar todos los miércoles o los jueves.

A Pablo le regalaron la primera camiseta de Hugo, pero después tuvo que comprar la siguiente en 14 dólares. El contenedor donde traslada la comida tenía que irlo a traer diario a la empresa, que queda cerca de los semáforos de la Vicky. Y por la noche tenía que ir a dejarlo. Se aburrió de eso y compró el propio en 2,200 córdobas.

Al final, las empresas no ponen nada. Solo pagan por los kilómetros recorridos. No pagan horas extras ni vacaciones. “Te pagan solo por el viaje. Si te pasa algo no podés reclamar. Ni siquiera te dan copia del contrato”, explica Pablo.

En Pedidos Ya, a Ernesto le pagan 6.70 córdobas por kilómetro. El kilometraje comienza a contar desde que le cae el pedido y va hacia el restaurante y termina cuando entrega la comida. Cada semana, después que le pagan, él debe apartar para el combustible de la semana y el cambio de aceite, un total de 1,050 córdobas semanales.

Ernesto debe aceptar todos los pedidos, le convengan o no.

Cuando le cayeron los primeros pagos semanales, Ernesto vio que eran puntuales. Le quitaban un dos por ciento por retención de impuesto sobre la renta (ISR), lo cual después descubrió que es porque la empresa tiene base en Guatemala. Es lo que en Nicaragua se llama IR.

También le quitan 28.60 córdobas por pago de un seguro. En caso de muerte por accidente, el seguro es por dos mil dólares más gastos de servicios fúnebres. Sin embargo, ese seguro no les sirve para ir a una clínica previsional.

En otro aspecto en el que están desprotegidos es en los robos. Con frecuencia les roban las motos o los teléfonos celulares. A veces andan dinero producto del pago de los pedidos.

Las empresas

Antes de que iniciara la pandemia del Covid-19, en febrero de 2020, ya existían las empresas de delivery, pero se agigantaron a raíz de la pandemia. Entre las primeras empresas que funcionaron en Managua están Piki y Get my food. Luego llegaron Hugo y hace siete meses Pedidos Ya.

La mayoría de ellas tienen el mismo sistema de trabajo.

A la revista DOMINGO la única que accedió a brindarle información fue Pedidos Ya, a través de su gerente Moisés Núñez y de la relacionista pública Eugenia Áramburu.

“PedidosYa, a través de su modelo de contratistas independientes, permite el acceso fácil, cómodo y seguro a oportunidades de generación de ingresos para decenas de miles de personas en Latinoamérica”, empezó diciendo Áramburu.

Según la relacionista pública, con los jóvenes motorizados Pedidos Ya establece acuerdos o contratos de prestación de servicios, que son ajenos a la normativa y encuadramiento laboral. “Como sucede con cualquier tercero que presta sus servicios a empresas o personas conforme a la normativa vigente”, indica.

Áramburu asegura que la empresa se preocupa por los repartidores que son parte de su ecosistema, ya que cuentan con seguro de vida y contra accidentes personales, además de que les dan charlas.

Cuando ocurre un accidente, la mujer explica que se debe investigar para determinar las responsabilidades y motivos que lo produjeron, sin embargo, ella no habla de que se responsabilicen por ellos. Cada motorizado enfrenta los accidentes sin el soporte de la empresa.

La falta de clientes en los restaurantes, debido al Covid-19, alentó el negocio de los repartidores de comida a domicilio. LA PRENSA/ ARCHIVO/ TOMADA DE FACEBOOK

Los comercios

“Acá no tenemos servicio delivery porque esas empresas cobran caro, se quieren llevar gran parte de la ganancia”, explica la dueña de un restaurante de mariscos en Managua.

Otra dueña de restaurante indica que las empresas como Hugo trabajan con los pequeños emprendimientos, pero les cobran un porcentaje que ella considera alto.

“Si somos exclusivos de ellos, nos quitan el 18 por ciento de la venta por cada servicio de comida. Y si se dan cuenta que estamos con otra aplicación, nos quitan el 22”, explica la mujer, quien pide el anonimato.

Los restaurantes deben de tener un menú de al menos 12 comidas y deben pagar 100 dólares semanales si desean aparecer primeros en las listas de búsqueda de los clientes dentro de la aplicación.

Según la fuente anónima, Hugo ofrece mejores alternativas, mientras que Pedidos Ya es más “fregado” y más caro, porque cobra 30 dólares por inscripción.

“Pedidos Ya cobra el 24 por ciento sobre la venta de cada servicio de comida, más un 3.6 por ciento de impuesto”, indica la mujer.

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Un dueño de restaurante señala que Pedidos Ya solo cubre ocho kilómetros alrededor del negocio, pero cobra barato el delivery, hasta un máximo de 60 córdobas por viaje. Mientras, Hugo cobra más caro el delivery, pero cubre toda la ciudad de Managua y también van hasta afuera de la misma. Un viaje a Masaya podría costar algo más de 250 córdobas.

Las aplicaciones de delivery ganan mediante el motorizado, ganan mediante el comercio y también mediante el producto, porque lo ponen más caro en la aplicación que comprándolo en el propio negocio. Si una sopa cuesta 140 córdobas en el local, en la aplicación cuesta 180 córdobas, por ejemplo.

La ley

“Detrás de esos negocios tiene que haber alguien del gobierno, sino no estarían con impunidad”, explicado un abogado experto en derecho laboral que pide el anonimato a la revista DOMINGO, y señala a Rafael Ortega Murillo como uno de los de la familia gobernante que estaría inmiscuido en este tipo de negocios.

El abogado explica que estuvo conversando con algunos motorizados y, según lo que ellos le explicaban, estas empresas están violentando los derechos de estos trabajadores porque, sin importar a como le llamen al contrato, existen dos condiciones básicas para que ellos deban de estar afiliados al Seguro Social: están subordinados a un jefe y perciben un salario.

“Bajo esa modalidad (contrato por prestaciones de servicio) ilegalmente les conculcan las prestaciones, aguinaldo, vacaciones. Lo más grave es la afiliación al INSS. Estas empresas están violando el artículo 5 de la ley de Seguridad Social…, siempre que este trabajador esté subordinado a un jefe, y le pague un salario, será un trabajador y deberá estar cubierto por el Seguro Social”, indicó.

Sobre el seguro de vida que Pedidos Ya ofrece a sus repartidores, el abogado manifestó que en realidad la empresa no les da nada, porque el costo se los deduce del salario a ellos. “Esa empresa no les da ninguna prestación”, aseveró.

Todos los contratos que los repartidores firman con esas empresas deben ser anulados por un juez, manifestó el abogado, ya que en el mismo los trabajadores renuncian a sus derechos laborales y eso no está permitido en las leyes nicaragüenses, en las cuales el Código del Trabajo es tutelar y por lo tanto se tratan de derechos irrenunciables.

Según el jurista, el código mismo está elaborado para proteger al trabajador de sí mismo, cuando firman contratos lesivos por la necesidad de un empleo.

Los repartidores de comida a domicilio trabajan sin la protección de las leyes laborales de Nicaragua. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

“Estos derechos no se pueden tutelar si el Mitrab no toma cartas en el asunto. Las autoridades deberían de mandar una inspección a estas empresas y aplicar la multa correspondiente por estar violando el Código del Trabajo y normalizar esa relación con un contrato de trabajo legal”, declaró el abogado.

El jurista añadió que mientras los repartidores no se unan en un sindicato se les seguirán violentando sus derechos, porque ya hicieron un intento de protesta y se despidió a algunos de ellos, lo cual fue ilegal y debieron ser reintegrados en sus puestos pagándoles el salario que dejaron de percibir.

“Lo que se da es una especie de tercerización, algo que en su momento condenaba Luis Barbosa, de la Central Sandinista de Trabajadores (CST), pero ha agarrado gran fuerza en Nicaragua”, señaló.

“Este trabajo es altamente riesgoso. Se exige cierta velocidad para evitar que se enfríe el producto”, terminó diciendo el abogado.

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