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LAPRENSA/TOMADA DE INTERNET

¿Precarización laboral o flexibilidad de horario? Así es un día de trabajo para los repartidores en Managua

Repartidores de pedidos a domicilio cuentan su experiencia en este trabajo, sus condiciones laborales y las dificultades que enfrentan en las calles

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A las 10:00 de la mañana, Andrew Úbeda sale de su casa en su motocicleta rumbo al centro comercial Metrocentro, en Managua. Al llegar, estaciona su moto, se dirige al área de comidas a sentarse cerca de los establecimientos, empieza a revisar su celular y espera que le “caiga un pedido”.

Desde hace cuatro meses, el joven de 22 años recorre Managua repartiendo pedidos a domicilio como agente de Hugo, una empresa de servicio de delivery que funciona a través de una aplicación digital.

Antes de ser repartidor, Andrew trabajaba como instructor en un gimnasio de la capital. Pero desde el inicio de la pandemia por el Covid-19 en Nicaragua, el gimnasio cerró y el joven se vio obligado a dejar de un lado las pesas.

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Quedó en el desempleo como otros miles de nicaragüenses en el país, que al cierre del año podrían sumar entre 59 mil y 123 mil desempleados por efectos de la pandemia, según proyecciones de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social, (Funides).

“Yo soy el apoyo de mi familia, de mi mamá, y la comida a cualquiera le preocupa porque no tenía apoyo, no tenía ingresos algunos”, cuenta, en referencia a los dos meses que estuvo sin trabajo.

Fue entonces cuando en medio de su necesidad, vio en su moto la oportunidad de gestionar un empleo como repartidor, uno de los pocos trabajos que floreció en medio de la crisis sanitaria y que se volvió vital para mantener los negocios como restaurantes a flote. Con la autocuarentena muchos prefieren comer en casa lo que antes ordenaban en la mesa. Ellos son los trabajadores emergentes que les atienden.

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Ahora agarra su moto desde en la mañana y no la suelta hasta la noche. Como todos gana según la cantidad de pedidos que atienda. En una ocasión, cuenta, le llegó una notificación a mediodía para un pedido, salió y al retornar al centro comercial, su celular sonó de nuevo y tenía otros pedidos pendientes.

“Ese día me fue bien”, recuerda. “Entonces yo empiezo a meterle más velocidad a las entregas porque obvio quiero más pedidos”, reconoce. Cuando terminó el último pedido pendiente, vio de nuevo el celular y se percató hasta entonces que eran las 3:30 de la tarde. “Las horas pasan y hasta se te olvida de comer por que vos querés trabajar, porque vos querés ganar dinero por que hay una familia que ayudar”, argumenta. Unos quince pedidos sería en máximo en día bueno como repartidor.

Apuestan a contratiempo

La historia de Andrew es muy parecida a la de otros repartidores que, por generar más ganancias, trabajan a un ritmo acelerado, como es el caso de Jairo Leiva, otro repartidor de Hugo App.

Él comienza su jornada laboral a las 7:00 de la mañana y casi siempre la termina a las 9:00 de la noche “para entregar más pedidos”, lo que se traduce en llevar más dinero a su casa. “A veces nos toca difícil”, dice, refiriéndose al tráfico con el que tienen que lidiar. Sortear atrasos, acelerar o frenar en seco. “Trabajamos con tiempo y hay vehículos que no respetan a los motorizados”, lamenta Jairo, quien asegura que “es difícil saber si vas a llegar a casa cada vez” que entrega un pedido. Conducir en el indómito tráfico de Managua representa en sí un riesgo diario.

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La ganancia por cada pedido depende del kilometraje, la distancia que deben recorrer desde el punto donde recogen el pedido hasta entregarlo en casa. De 0 a 3 kilómetros son 50 córdobas; de 3 a 6 kilómetros reciben 60 córdobas; de 7 a 9 son 85 y de 10 a más son de 120 o 150, contaron otros motorizados que conversaron con LA PRENSA.

Pero no siempre los pedidos de larga distancia son una buena opción, porque después de haberlo entregado, otros pedidos con distancias cortas habrán sido llevados por otros motorizados. Deben elegir a conveniencia si tomar un pez gordo o varios pequeños.

Por ejemplo, Jairo cuenta que cuando está bueno el día “no nos conviene un tiro largo”, por lo que prefiere hacerlos cerca “porque así lo hacemos y ahí no más nos cae otro”.

“Joaquín”, quien pidió no usar su nombre, sabe de lo hablan los motorizados que hacen entregas. Los últimos dos años se ha dedicado a hacer delivery y, aunque ahora trabaja exclusivamente en su empresa, estuvo seis meses trabajando como “deliver” a través de estas aplicaciones.

“Yo era de los que me desconectaba para comer, pero es común quedarse activo porque uno lo que quiere es ganar. En mi caso era mi trabajo paralelo a mi negocio porque necesita reunir dinero para invertirle capital a mi empresa que estaba en punto bajo en ese momento”, cuenta Joaquín quien se ha consolidado con su pequeña compañía que se dedica exclusivamente a entregas de artículos varios. “No entrego comida, decidimos no hacerlo, yo manejo mi tiempo y le aviso a mis clientes cuando estamos fuera de servicio”, aclara.

Si bien, todos reconocen haber leído los contratos y estar de acuerdo con ellos, aprovechar la apertura de horarios para cubrir jornadas enteras hasta el anochecer para “salir bien” en el pago semanal o quincenal, reconocen que “como en todo trabajo tiene sus partes malas”,

Para ellos lo más engorroso sería desde un choque leve que les atrase o dañe su moto, hasta una colisión seria que los deje aturdidos en el pavimento por la gravedad del impacto.

En caso de sufrir un accidente, cuenta Jairo, el motorizado llama su jefe inmediato, quien a su vez envía a otro repartidor para que se haga cargo de entregar el pedido. El trabajo no se detiene si las llamadas no se detienen. Llueva, truene o relampaguee, si alguien ordena a domicilio, un motorizado saldrá a llevársela.

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Según consultas realizadas a la empresa Hugo App, los repartidores cuentan con flexibilidad de horarios para conectarse y realizar entregas, “esto significa que cada driver decide en qué momento conectarse con total libertad, sin limitaciones como cantidad mínima de órdenes por día”.

El área gris del derecho laboral

Según José López, especialista en derecho laboral, la modalidad de trabajo empleada por esta empresa, bajo contratos de servicios de pago por demanda, no existe en el código laboral de Nicaragua.

“Es como que me pregunten si en Nicaragua existe el teletrabajo. No existe en la legislación laboral. La empresa está actuando dolosamente, con ánimo de causar un daño a otro trabajador, ¿cuál es?, que está haciendo una simulación jurídica desde el punto de vista laboral. Lo que podría ser en este caso es un Ius variandi, un contrato abusivo”, explicó López.

Lo que explica el experto equivale a alterar unilateralmente las condiciones no esenciales del contrato individual de trabajo, en este caso bajo la figura de “Contratos de servicio de transporte a demanda”, que es la usada por la empresa. Según disponibilidad del empleado se trabaja, pero de acuerdo a entregas exitosas se le paga. Tienen libertad de desconectarse del servicio, pero mientras más tiempo en línea pasan son mejor evaluados o tomados en cuenta, con respecto a otros que toman recesos.

Para López, la empresa “está obligada a pagar el salario mínimo de conformidad a la Ley del Salario Mínimo, en este caso pagaría el salario mínimo según el sector en el que esté”.

Pero ni el Ministerio del Trabajo, ni ninguna otra organización que defienda derechos laborales ha objetado sobre este tipo de contratos, y los trabajadores por su parte dicen aceptar los términos al ser una alternativa viable y flexible, pero sobre todo rentable en tiempos de crisis.

Polémica por video

Andrew es ahora popular en redes, no precisamente porque quiera. Desde el domingo se viralizó un video donde se le acusaba de manipular uno de los pedidos. Se ve a Úbeda comiendo mientras empaca otros alimentos en la mochila donde traslada los pedidos. Luego mete a la mochila una bolsa de papel y desde ahí saca un puñado de papas fritas y continúa comiendo mientras termina de acomodar todo.

Ese mismo día el joven aclaró: “Eso pasó ayer domingo a las 5 de la tarde mientras trabajaba y no había almorzado a esa hora. Me compré una hamburguesa en el McDonald’s de Metrocentro para comer, en eso me cayó un pedido de Little Caesars y ya no me dio tiempo de terminar la hamburguesa”, escribió Úbeda desde su perfil de Facebook.

Tras consulta de LA PRENSA, la empresa Hugo aseguró que luego de la denuncia en redes procedieron a contactar al repartidor “para conocer los hechos que sucedieron, simultáneamente verificamos con el comercio y con nuestro sistema de registro e historial de pedidos, constatando que se trataba de su propio almuerzo”.

Pero también lanzaron su respuesta en redes como especie de campaña donde contaban que Andrew “decidió comprar un combo con sus papas fritas favoritas, minutos después recibió una orden de otro comercio que se dispuso a entregar con rapidez y el compromiso por servirte dejando a un lado su propio almuerzo para llevar tu orden”. En la misma publicación invitaron a utilizar la etiqueta #TodosSomosAndrew y, a las primeras 200 personas que hicieran pedidos utilizándola, tenían un envío gratis.

La reacción de los usuarios de redes sociales, en su mayoría, fueron críticas a la empresa Hugo por considerar que dicha publicación supone una normalización de lo que tildan como explotación laboral y minimiza la falta de condiciones de sus motorizados que saltan las horas regulares de comida. Otros hablan de precarización laboral.

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