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La estrella polar de la libertad

En la sección de Opinión del Diario LA PRENSA se publicó el jueves 23 de diciembre un artículo del doctor José Azel titulado “Una revolución en la mente del pueblo”, que vale la pena comentar.

Pero digamos primero que el doctor Azel es escritor, profesor universitario e investigador sénior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami. Además, regularmente escribe artículos de opinión que se publican en periódicos de Estados Unidos y diversos países de América Latina. Sus artículos son distribuidos por Firmas Press que dirige Carlos Alberto Montaner, y se publican sin costo en LA PRENSA como una muestra de apoyo solidario ante la difícil situación que afronta este periódico. 

De hecho todos los artículos distribuidos por Firmas Press que son publicados en LA PRENSA, incluyendo los del mismo Montaner, así como las columnas de Sergio Ramírez y Danilo Arbilla, son una cortesía solidaria que ahora  estamos agradeciendo públicamente.

Pues bien, en su artículo mencionado el doctor Azel dice que la Revolución Americana se originó en la mente del pueblo, como lo explicaron los próceres estadounidenses Thomas Jefferson, John Adams y Thomas Paine.

Cita el doctor Azel a Jefferson, quien en una carta dirigida a John Adams escrita en agosto de 1815, dice: “¿Qué entendemos por revolución? ¿La guerra? No, ella no fue la revolución; solo fue su efecto y consecuencia. La revolución fue en la mente del pueblo…”

Se puede decir que el hecho histórico trascendental y singular, de que la Revolución Americana ocurrió primero en la mente de la gente, es lo que explica la excepcionalidad de EE. UU. a lo largo de su historia como república, desde fines del siglo 18 hasta ahora.

Y seguramente es también la explicación de que al triunfo de la Revolución que independizó a las colonias norteamericanas de Inglaterra y fundó los Estados Unidos de América, no siguiera una orgía de violencia, terror, odio y venganza, de destrucción de lo que había como condición indispensable para construir lo nuevo. Que fue lo que ocurrió prácticamente con todas las revoluciones posteriores, en Francia, Rusia, China, Cuba y Nicaragua, para mencionar las más conocidas.

Lo que siguió al triunfo de la Revolución en EE. UU. fue la consagración y protección de la libertad personal de los ciudadanos y el establecimiento de la democracia republicana. Fue, como dice el profesor de Filosofía Política en la Universidad de Clemson, Bradley Thompson, citado por el doctor Azel, el reconocimiento de que “…los individuos deben ser libres de actuar según su criterio, como valor necesario para mantener y hacer avanzar sus vidas”. Y por eso, “posiblemente, el mayor logro de la Revolución Americana fue liberar a los hombres para que siguieran los dictados de sus propias mentes, guiados por la razón”.

La experiencia de la Revolución Americana no se ha repetido en ninguna otra parte. Pero como dice el doctor José Azel en el escrito que comentamos, el cambio “en los principios, las opiniones, los sentimientos y los afectos del pueblo; esta revolución en las mentes de las personas, es la estrella polar de la libertad”.

Editorial Revolución Americana archivo
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