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Una deriva muy preocupante

Las más recientes disoluciones de organismos de la sociedad civil, inclusive algunos ligados a personas con un largo historial sandinista, son muy preocupantes. Constituyen un signo ominoso de que el régimen está marchando hacia el totalitarismo.

En las ciencias políticas las dictaduras se clasifican en dos grandes clases: Dictaduras simples, sin adjetivos, y dictaduras totalitarias. Las primeras exigen a la ciudadanía no oponérsele ni criticarla. Quienes lo hacen se exponen a distintos grados de acciones represivas. Pero quienes no se meten con la dictadura pueden seguir sus vidas tranquilos. Las dictaduras totalitarias, en cambio, no sólo prohíben toda oposición sino que exigen la adhesión o respaldo de la ciudadanía. Quien no lo hace incurre en pecado de omisión, el cual también es castigado. Ante la dictadura totalitaria no hay neutralidad posible.

El hecho de que ahora el régimen esté golpeando a numerosas ONG apolíticas y, peor aún, a sandinistas o aliados tradicionales, es un buen ejemplo. Tal es el caso de la Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (Fideg), a la que le ha sido cancelada su personería jurídica. Este centro de investigaciones hacía un trabajo profesional y era dirigido por Alejandro Martínez Cuenca, empresario de larga tradición sandinista. No se oponía al régimen, pero al parecer ya no era de confianza. Eso fue suficiente. El mensaje que se está enviando entonces a las bases del mismo partido sandinista, y a toda la ciudadanía, es muy claro: “sólo los firme y públicamente fieles pueden gozar de inmunidad y libres movimientos; todos los demás están en la cuerda floja”.

Las dictaduras totalitarias se basan en el miedo. Como concentran todo el poder y no existen pesos ni contrapesos, ni ley que las limite, y como están listas a castigar a cualquiera que no se enfile, el ciudadano común y corriente vive con miedo y sabe que la única manera de sobrevivir tranquilo es apoyando al régimen. Es la pesadilla orweliana que se vivió en la Unión Soviética bajo Stalin y se vive actualmente en Corea del Norte y Cuba. Es a donde al parecer se está llevando a Nicaragua, a una situación que ni bajo Somoza, ni Zelaya, se había dado en el país.

Esto es algo grave y trágico para Nicaragua, acerca de lo cual debería reflexionar el presidente Ortega. Siempre hay tiempo y oportunidad para rectificar.

Editorial Daniel Ortega Nicaragua régimen orteguista archivo
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