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La ruptura con Taiwán

Al comentar la ruptura de relaciones diplomáticas de Nicaragua con Taiwán, prácticamente todos los analistas y expertos en relaciones internacionales coinciden en decir que era inevitable con el régimen sandinista. Este rompimiento  quedó predeterminado desde que Daniel Ortega recuperó el poder en enero de 2007, pero lo postergó hasta ahora por conveniencias económicas y financieras.

En realidad, el régimen de Nicaragua no comparte ningún valor cultural,  ideológico y político con Taiwán, país donde funciona una democracia robusta, institucionalizada y arraigada, que se basa en los cuatro pilares democráticos fundamentales: elecciones libres y alternabilidad en el poder, libertad de expresión y de prensa, Estado de derecho y reconocimiento y respeto a los derechos humanos.

Con la que tiene afinidad plena el régimen actual de Nicaragua es con la República Popular China, porque allí no hay elecciones libres ni cambio de partido en el poder, el régimen político es autoritario y absolutista, no se permite la libertad de prensa, no hay Estado de derecho basado en la separación de poderes, el gobierno es despótico y los derechos humanos no son reconocidos y mucho menos respetados.

La amistad entre los gobernantes de Taiwán y Nicaragua de la que tanto se hablaba en los medios de propaganda oficialista, era fingida por conveniencia mutua. El gobierno taiwanés simulaba ser amigo del régimen nicaragüense y lo financiaba generosamente, por la necesidad de Taiwán de seguir existiendo como Estado independiente,  pues China comunista trata de convertirla en una más de sus  provincias subyugadas.

Ya  solo quedan 14 países que reconocen al Estado democrático taiwanés. Cada vez que el gobierno de un país deja de reconocerlo, China comunista avanza en dirección a  apoderarse de Taiwán e imponer allí su dictadura totalitaria.

Este proceso comenzó cuando casi todas las democracias del mundo, encabezadas por Estados Unidos y Europa Occidental, claudicaron ante China comunista y traicionaron Taiwán. La traición se consumó en 1971, cuando la gran mayoría de países del planeta aprobó en las Naciones Unidas la Resolución 2758, mediante la cual reconocieron a la dictadura comunista de Pekín como  representante única de China.

Nicaragua fue uno de los pocos países que mantuvo las relaciones diplomáticas con Taiwán. Pero en los años ochenta la primera dictadura sandinista rompió con el Estado democrático taiwanés y reconoció a la China con la cual se identificaba ideológica y políticamente.

En 1990 el gobierno democrático de doña Violeta restableció las relaciones  de Nicaragua con Taiwán. No las rompió con China comunista, pero esta decidió ponerles fin porque en su extrema arrogancia imperialista no acepta que se tengan al mismo tiempo relaciones diplomáticas con el Estado taiwanés.

Desde entonces todos los gobiernos de Nicaragua, pero sobre todo el de Daniel Ortega en los últimos quince años, se lucraron con su  relación con Taiwán que basa sus relaciones internacionales en la “diplomacia de la solidaridad”. Pero  mayormente se benefició  el pueblo nicaragüense, con los diversos programas de desarrollo económico y progreso social y humanitario financiados por el gobierno taiwanés.

Poco o nada de esto es reconocido ahora por el régimen y los sectores radicales de la oposición, por la extrema polarización política que hay en Nicaragua desde los sucesos de abril de 2018.

Sin embargo es necesario destacar que el gobierno taiwanés reaccionó con mesura y educación –como es propio de las democracias— a la decisión del régimen de Nicaragua de romper las relaciones con Taiwán y restablecerlas con la dictadura comunista de la República Popular China.

“Una larga amistad y exitosa cooperación que beneficiaba a ambos pueblos fueron despreciados por el gobierno de Ortega”, declaró el Ministerio de Relaciones Exteriores taiwanés.  Y aseguró que “Taiwán permanece indoblegada y continuará siendo una fuerza para el bien en el mundo”.

Nosotros esperamos que las democracias del mundo no permitan que la poderosa y agresiva China comunista se apodere de Taiwán y le arrebate su libertad al noble pueblo taiwanés. 

Editorial China Taiwán archivo
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