(FIRMAS PRESS) ¿Se puede conspirar en contra de aquellos que conspiran? La subversión es la búsqueda del cambio sociopolítico. Trastocar lo establecido. Redirigir la estabilidad. Es tratar de tocar los pies de los dioses. Beber del cáliz de la omnipotencia y caer fulminado por el venenoso efecto de su deslumbramiento. La subversión nos rodea, vivimos inmersos en ella. Nos necesita, se nutre de nuestra ignorancia. Igual que Lucifer, su mayor obra es hacer creer a la gente que no existe. La opinión pública es una herramienta subversiva. Es la responsable del auge y la caída de imperios. De ella nacen las modas y el olvido. Es capaz de movilizar a las masas en contra de gobiernos, gobernantes y monarcas.
Thomas Carlyle se lo acuñó a Edmund Burke. El Cuarto Poder, los medios de comunicación, el mecanismo subversivo más importante de la política. Los generadores de opinión. Una guerra por la relevancia. Pulitzer versus Hearst con distintos actores. Ahora aparece uno nuevo que consolida la subversión global, la lleva a lugares y a formas titánicas, magnifica su poder y control, el Quinto Poder. El internet. La red global. Pero ¿acaso ambos no se amamantan de una misma fuente? ¿Su poder no brota de otro sitio que el de trabajar con algo mucho mayor? Con el sentimiento, con el amor y el odio. Juegan con los factores intrínsecos de una comunidad, con la verdad, con las fantasías, con la alegría y con la tristeza. Las realidades alternas recubren el sueño de los que están debajo de sus tentáculos.
Los delgados hilos de lo establecido se dejan mover por el delicado aliento del cambio. La fundación de lo que creemos, de todo en lo que se basan nuestras ideas, de nuestra personalidad, de lo que somos, es arena mojada; sin querer, o tal vez queriendo, permitimos que modifiquen nuestro ser. Nos dejamos guiar por aquellos que maniobran a las manadas para conseguir una nueva constitución de lo real. Porque esa es nuestra naturaleza, mantenernos cerca del centro de la unión humana.
La humanidad se ha creado a base de cambios. Las pequeñas mutaciones son el fertilizante del progreso. Las desviaciones en las ideas, las reformas de pensamiento, el cuestionamiento de los antiguos dogmas son la maquinaria que pone a andar el espíritu humano. Pero hoy en día esas variaciones son demasiado rápidas para poder cuajar en algo mucho más grande. La velocidad con la que se implantan y se arrancan del subconsciente popular no permite la metamorfosis de las ideas. Y los mayores damnificados de esos volantazos son los que siguen fieles a las ideas, por muy ridículas y engañosas que sean.
Lo que está sucediendo: la crisis del petróleo, los nuevos vientos de guerra en el norte de África y en el Mar Amarillo, el decrecimiento en el apoyo al gobierno estadounidense, la subida en los precios de las materias primas, la inflación del dólar y los piques entre los países europeos son puntos críticos de algo que podría derivar en un nuevo cambio de ideas. La reconfiguración de una serie de ideas que no han hecho más que morir tratando de germinar. De suceder un efecto dominó, si la tormenta perfecta se posa encima de nosotros, muchas de las pugnas sociales que están dentro de nuestras sociedades, apoyadas en su gran mayoría por los miles de conglomerados que “buscan la igualdad social”, sacando la mayor cantidad de beneficio posible, verán cómo se les deja de prestar atención.
Ya pudimos ver la punta del iceberg en los días más oscuros de la pandemia, pero, de suceder la hecatombe, ni los bailes ni las canciones podrán sacar del mausoleo del olvido a los feligreses del posmodernismo. [FIRMAS PRESS]
El autor es escritor panameño.