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Engendros

“Anastasio Somoza engendró a Ortega”, afirmó el laureado  escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado ante la asamblea de la SIP y tiene razón.

Lo que le faltó decir es que lo amamantó Fidel Castro. Amamantado, criado y adoctrinados como viene ocurriendo con un sinnúmero de dictadores y aspirantes, que pululan y azotan al continente. Socialistas y progresistas, una flamante especie de neocomunistas. Todos al frente de regímenes en que se niegan las libertades, se  reprime y encarcela a los ciudadanos.

Los castristas hacen cosas malas, y las hacen muy bien. No fallan. Por ejemplo el pasado 11 de julio los cubanos se lanzaron a las calles a protestar y fueron duramente reprimidos.

 También en los regímenes democráticos se reprimen  manifestaciones, se dirá. Sí, pero con muchas diferencias que sería largo de enumerar y con una gran diferencia que es harto elocuente. En las democracias la prensa es libre y a los días siguientes informa con lujo de detalles. Periodistas, corresponsales, enviados especiales no tienen trabas para informar. En casos lo hacen exageradamente; se rasgan las vestiduras. 

En Cuba, en cambio, al día siguiente y hasta hoy las fuerzas de represión se han dedicado a identificar, hostigar, castigar y apresar a los protestantes; hasta destruirlos y aplastarlos. La consigna es la de siempre: “Al que asome la cabeza, duro con él”. Así sucede como sucedió con Cienfuegos y con el general Ochoa.

   Lo mismo hace Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua y el gobierno de Bolivia, al ritmo que le  marca Evo Morales. Un grupo en el que encaja y podría colarse perfectamente el ya graduado de dictador de El Salvador, Nayib Bukele, y en el que no sería extraño que se integrara  el Perú, aunque todavía no está claro lo que puede engendrarse  bajo ese gran sombrero.

Y si los castristas están dese hace 62 años, por qué les va a ir mal a ellos, calcularán. Además, con tantos mediadores, socios disimulados y gente que mira para el costado sienten que lo pueden hacer. Hasta el papa de alguna forma los bendice.  ¿Creerá que va a ir al cielo?, me pregunto.

Son implacables y no descansan. El blanco ahora es la OEA, que no es la misma que intervino en Honduras para defender al castro-chavista Zelaya que quería violar la Constitución para eternizarse en el poder.

Quieren acabar con ella y con su secretario general. También cuentan con la ayuda de los miedos, la  cobardía y la negligencia de muchos de sus miembros. El miércoles 20 la OEA aprobó una nueva declaración contra Nicaragua. La votaron 26 de sus 34 miembros; hubo siete abstenciones. Entre ellas las de Argentina y México. 

  En  Argentina es el kirchnerismo —al presidente Alberto Fernández ya nadie lo tiene en cuenta— y México es el de siempre o peor que siempre. López Obrador (AMLO)  posa en la OEA para quedar bien con el castrismo, mientras reprime a los migrantes con el beneplácito del imperio.

Hace unos días ante esa salvaje represión un asesor de Biden —según lo consignó José Miguel Vivanco de HRW— dijo que era un hecho desafortunado pero que no podía criticar “lo que está haciendo México porque está defendiendo sus fronteras…” ¡Qué triste lo de AMLO!  

En eso se está. Aunque no nos guste. Los castristas neocomunistas lo hacen bien y el resto los dejan hacer.

El autor es periodista uruguayo. Fue presidente de la SIP.

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