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Bicentenario de la independencia y derechos humanos

Nicaragua arriba a sus 200 años de vida independiente, tiempo que parece suficiente para alcanzar condiciones de bienestar generalizadas en su población, pero esto no ha ocurrido, ya que somos el segundo país más pobre de la región y estamos gobernados por una criminal dictadura. ¿Qué diferencia existe entre nuestra independencia y otros procesos políticos de la época que hoy pueden estar marcando una diferencia?

En el libro Law and Revolution de Harold Berman se define revolución como un cambio rápido, violento y fundacional de un nuevo orden jurídico. Bajo esta premisa, son las revoluciones y no un cambio de estafeta en el ejercicio del poder lo que impacta en el establishment, por tanto, si el proceso de independencia en Nicaragua fue más una consecuencia de la orfandad derivada los procesos políticos que se vivían en Europa y particularmente en España, esperar que nuestra independencia terminara en un cambio en los estamentos sociales de entonces, era una expectativa carente de objetividad.

Por otra parte, si analizamos la Revolución americana y la Revolución francesa, nos daremos cuenta que el hecho que la soberanía ahora residiera en el pueblo, obligó a plantear como fuente de legitimidad del ejercicio del poder el respeto y la protección de un catálogo de derechos. En el caso de la Revolución americana, si bien se adopta un texto constitucional el 17 de septiembre de 1787, no es hasta el 15 de diciembre de 1791 que se adopta la Bill of Rights, la cual comprende 10 enmiendas a la Constitución y crea con ello un catálogo de derechos. Por su parte, como consecuencia de la Revolución francesa, la Asamblea Nacional adopta en 1789 la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, que, aunque más amplio o pormenorizado que la Bill of Rights, fueron procesos jurídicos diferentes, ya que de la propia Declaración Francesa se desprende que una sociedad sin garantía de los derechos y sin separación de poderes, carece de una Constitución y no fue hasta el 3 de septiembre de 1791 que formalmente Francia adopta su primera Constitución escrita.

El inicio de la vida independiente en Estados Unidos y el cambio de régimen político en Francia trajeron consigo la instauración de un catálogo de derechos, de manera tal que parte de la identidad de esos cambios jurídicos fundacionales está vinculada con el reconocimiento de un catálogo de derechos. Esos procesos fueron significativamente distintos a lo que vivió Nicaragua, de hecho, también fueron distintos a otras luchas por la independencia en Latinoamérica.

Cuando se estudia la gesta de Miguel Hidalgo y José María Morelos y su accionar militar contra tropas realistas, nos damos cuenta que existió una auténtica guerra en México por obtener su independencia, una guerra que contó con varias etapas incluso. Una situación muy similar ocurrió en Suramérica, ya que resulta imposible no conmoverse con las proezas e innumerables batallas que libró Simón Bolívar, quien combatió durante años a las tropas realista, en sus inicios con inferioridad numérica, escaso y rudimentario armamento, de hecho, su ejército de descamisados luchó en condiciones climáticas y geográficas extremas. Bolívar ha sido, sin lugar a dudas, uno de los más grandes estrategas militares que la humanidad ha visto.

La independencia de Nicaragua no es consecuencia de sangrientas batallas con cuantiosas muertes como el caso mexicano y suramericano, porque obviamente y para la buena fortuna de quienes vivieron entonces, los intereses de la corona eran menores. Pero la independencia tampoco nos legó una cultura jurídica con profundo apego por un catálogo de derechos, por ser más un proceso político circunstancial, que consecuencia de un ideario motriz. En todo caso, es justo señalar también que los procesos de independencia no son garantía de mejora en las condiciones de bienestar generalizadas en la población, basta echar una mirada a los procesos de descolonización en África para confirmar que así es.

Desconozco si a doscientos años de vida independiente, mostrar a Nicaragua en cifras sea motivo de orgullo para alguien, aunque admito que las condiciones actuales que vive el país no es responsabilidad de las generaciones presentes. Sin embargo, tengo el convencimiento de que concretados nuestros actuales anhelos de libertad y depuesta finalmente la noche oscura que vivimos, tendremos la oportunidad inmejorable y deber moral de colocar al centro del accionar político los derechos humanos. Solo de esta manera se podrán generar los consensos necesarios para superar las carencias humanas que enfrenta la gran mayoría y evitar la instauración de más regímenes autoritarios, tal vez nos tome el esfuerzo persistente de dos o tres generaciones, pero el resultado será irreversible, debemos hacer que la construcción de la nueva Nicaragua se convierta por sus resultados en un verdadero orgullo nacional.

El autor es maestro en derechos humanos.

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