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La patria soy yo

Cuenta la historia que hace casi 400 años Francia fue gobernada por el rey Luis XIV (1638 – 1715) también conocido como el Rey Sol. Se dice que al nacer ya traía dos dientes y que por las extrañas circunstancias que rodearon su advenimiento, fue considerado como milagro de Dios. Gobernó 72 años, durante los cuales  implantó un régimen autoritario y era considerado como el prototipo de la monarquía absoluta en Europa. Como algunos dictadores actuales, amaba sobre todas las cosas el poder y según Saint Simón “no había nada que le gustara más que la adulación”. Como se consideraba el Ejecutor de Dios sobre la tierra, no admitía en el reino otro poder que no fuera el suyo, por lo que siempre terminaba las discusiones de los asuntos de gobierno con su famosa frase: “El Estado soy yo”.

Algunos de mis lectores dirán que esas cosas ocurrieron en tiempos remotos y que sería inconcebible que sucedieran hoy, cuando lo que rige en los países es el Estado de derecho y proliferan las comisiones de Derechos Humanos. No obstante lo anterior, veamos lo que está pasando en la actualidad en Nicaragua:

Es verdad incontrovertible que desde que regresaron al poder en el 2007 el binomio Ortega-Murillo, su principal función ha sido destruir la poca institucionalidad democrática que habíamos alcanzado. Esta destrucción nefasta no habría sido posible sin la complicidad del PLC presidido por Arnoldo Alemán y del Cosep, respaldados por los insaciables micropartidos zancudos a quienes no les importa el destino nacional. Igualmente hay que incluir en este funesto compendio al Ejército que actúa como un Ejército de ocupación y a la Policía que funciona como una banda de mercenarios, al servicio de los bastardos intereses de la familia Ortega-Murillo y sus secuaces.

Todo lo anterior nos lleva a la dolorosa situación por la que hoy atraviesa Nicaragua, en la que el dúo dictatorial hace y deshace lo que se les antoja con la Constitución y las leyes; viola sistemáticamente el derecho a la libertad de expresión, reprimiendo periodistas, clausurando arbitrariamente medios de comunicación social (más de 20 en los últimos 3 años) o como lo está haciendo ahora con LA PRENSA, a la que valiéndose de la policía orteguista le impide el acceso a los insumos necesarios para su publicación y se posesionan violentamente de sus instalaciones, amenazando a los periodistas y resto de personal en grave violación a sus derechos humanos; quita la nacionalidad a personas como doña Kitty Monterrey y se la otorga a los corruptos expresidentes salvadoreños; elimina la personería jurídica a partidos políticos reconocidos y a ONG de interés social; tiene alrededor de 150 personas secuestradas y a menos de 3 meses de la farsa electoral del 7 de noviembre próximo a 7 de los pre-candidatos presidenciales encarcelados; echa preso a quien quiere y cuando quiere por medio de sus esbirros disfrazados de policías y para lo demás, tiene en el Poder Judicial a magistrados  y jueces genuflexos, que inventan patrañas inverosímiles para condenar a 90 días de cárcel para investigarlos,  a personas honorables como la doctora María Oviedo de la CPDH, José Antonio Peraza, Francisco Aguirre Sacasa, Mauricio Díaz Dávila, Juan Lorenzo Holmann de LA PRENSA y muchos más.

Debo hacer notar que en todas esas leyes absurdas y violatorias de nuestra Constitución, que han sido aprobadas por la Asamblea Nacional —vil instrumento al servicio de la tiranía—, se insiste en que se está defendiendo la soberanía y la independencia de la patria, como si la patria fuera el dictador Ortega, por lo que parodiando a Luis XIV, no es remoto que a este se le ocurra decir uno de estos días: La Patria soy yo. Para los líderes de la izquierda democrática latinoamericana como Lula del Brasil, Pepe Mujica de Uruguay y otros más, la pareja dictatorial de Nicaragua constituye un anacronismo histórico que hay que extirpar, porque están fuera de tiempo y de lugar. Es lo correcto.

Hoy más que nunca los nicaragüenses de principios democráticos debemos unirnos, no solo porque la situación por la que está atravesando nuestro pueblo ya es intolerable, sino porque está de por medio el futuro  de nuestra nación.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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