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¡Hará falta Enrique Bolaños!

¡Hará falta Enrique Bolaños! El Bolaños que sembraba diez mil manzanas de algodón todos los años, hasta que le confiscaron sus tierras. El que se involucró como director, y luego como presidente del Cosip (después Cosep), que se enfrentó sin miedo a una de las tiranías más sangrientas de América, sin preocuparse demasiado por no dañar los capitales, incluyendo su propio capital. Él entendía que cuando el ambiente empresarial no es fecundo para la inversión, ningún crecimiento es perdurable.

¡Hará falta Enrique Bolaños! Hizo falta en los gobiernos que le sucedieron hasta hoy y los que vendrán después. Hará falta el hombre que vino a servir y no a servirse. Hará falta este gigante que dejó “la cornucopia de la abundancia”, a su sucesor, con un plan de inversión pública completo y financiado. Y cuando terminó los cinco años de trabajo duro que significó su Presidencia, se fue a su casa para seguir trabajando por Nicaragua. Lo hizo hasta el último día, fundando, fondeando, alimentando y enriqueciendo la más completa y versátil Biblioteca Presidencial en Centroamérica: la Biblioteca Virtual Enrique Bolaños. Después de retirado trabajaba con tanto ahínco que llegó a crear su propio buscador: Sajurín. Este buscador tiene una característica especial; es bicultural, es decir que sirve para encontrar y canalizar los diversos documentos descubiertos sobre Nicaragua, tanto en el español antiguo del Siglo XVI, como en castellano moderno, sea en las entrañas del Archivo de Indias en Sevilla como en otras fuentes históricas.

El Sajurín sirvió para encontrar la información que él necesitó, entre otras cosas, para sacar una edición corregida y aumentada de los gobernantes de Nicaragua de Andrés Vega Bolaños, pero a diferencia de la de su tío que era una pequeña colección de información histórica, La Lucha por el Poder de don Enrique es inteligencia histórica. No se limitó a narrar los vericuetos de la sucesión, sino que interpretó las innumerables guerras, la toma del poder, la onda de las constituyentes, los indultos, la entronización de los caudillos y las revoluciones que han hecho dar vueltas, a toda velocidad pero sin ir a ningún lado, como “rueda de hamsters” o “jaula giratoria de ardillas”, la historia de este país.

¡Hará falta Enrique Bolaños! Le hará falta a sus colegas presidentes de entonces: viejos robles de la integración como Abel Pacheco, Ricardo Maduro, Leonel Fernández, Luis Guillermo Solís, Omar Torrijos (hijo) y otros estadistas de una Centroamérica que no dudaba en ponerse a favor de la democracia sin temor de que al hacerlo les desnudaran sus propias falencias. Le hará falta a los colegas que le acompañaron en sus iniciativas que resultaron en el Cafta, en la Interconexión eléctrica con México y Panamá, en el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea-ADA, y le hace falta a sus colegas de hoy en día que bien podrían inspirarse en su valor y en su valía para tomar pasos firmes en pro de la integración centroamericana, cada día más lejana.

¡Hará falta Enrique Bolaños! Le hará falta aún a los adversarios políticos del partido de las cuatro letras que sabían que él era entero; cuando decía sí, era SÍ, sin dobleces ni medias tintas: cuando decía NO, era, sin dudas, ¡no! Y cuando no estaba claro, tenía dudas o había incógnitas que despejar, ofrecía discutir hasta llegar a un acuerdo.

¡Hará falta Enrique Bolaños! El que demostró que la vida no es un juego de suma cero, que cuando se hace un buen trato, ganan los dos. El que le propuso a Nicaragua: ¡hagamos un trato! Y los nicas respondimos tratando de hacer.

¡Hará falta Enrique Bolaños! Con la consecución de la Cuenta del Reto del Milenio vino el mayor impulso a la infraestructura que gobierno alguno haya organizado para Nicaragua, dejó listo para que su sucesor, una plataforma de lanzamiento que hubiese permitido el despegue de la economía de forma sostenible.

Hará falta Enrique Bolaños en esta etapa convulsa por la que se encamina el paisito, porque siempre iluminó con su visión de estadista, el camino que no le teme a las pedradas ni a las asonadas ni a las tropas nicolasianas de las dictaduras de ayer ni de hoy.

El autor fue canciller de Nicaragua durante el gobierno de Enrique Bolaños.

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