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Contradicciones en la lucha contra el cambio climático

Nuestro actual debate sobre el clima engloba dos afirmaciones descaradamente contradictorias. Por un lado, los expertos advierten que las políticas climáticas prometidas serán económicamente devastadoras. En un nuevo informe la Agencia Internacional de la Energía (AIE) afirma que alcanzar el nivel cero en 2050 será probablemente “el mayor reto al que se haya enfrentado la humanidad”. Se trata de una vara muy alta, que supera a la Segunda Guerra Mundial, la peste negra y la pandemia de la Covid-19.

Por otro lado, los políticos venden planes climáticos de cero emisiones netas casi como una utopía que todos los países se apresurarían por adoptar. Como dijo John Kerry —enviado del presidente estadounidense Joe Biden para el clima— a los líderes mundiales reunidos en la Cumbre del Clima realizada en abril: “A nadie se le pide un sacrificio”.

Ambas afirmaciones no pueden ser ciertas. Sin embargo, los mismos defensores del clima las defienden a menudo en distintas partes de su circuito publicitario. Las palabras duras pretenden sacudirnos para que pasemos a la acción, y las promesas de arco iris ocultan el riesgo político cuando llegan las facturas.

George Orwell llamó a esta disposición a defender afirmaciones contradictorias doble pensamiento. Es políticamente conveniente y hace que los políticos alarmados por el clima sean reelegidos. Pero si queremos arreglar el cambio climático, necesitamos honestidad. Las políticas climáticas prometidas actualmente serán increíblemente caras. Aunque aportarán algunos beneficios, sus costes serán mucho mayores.

Sí, el cambio climático es real y está provocado por el hombre, y deberíamos solucionarlo de forma inteligente. Pero no lo hacemos porque los impactos climáticos suelen ser muy exagerados, lo que nos hace entrar en pánico. El Grupo de Expertos sobre el Clima de la ONU estima que, si no hacemos nada, los daños climáticos en 2100 equivaldrán al 2.6 por ciento del PBI mundial. Eso es un problema, no el fin del mundo.

Cuando Kerry y muchos otros políticos insisten en que las políticas climáticas no suponen ningún sacrificio, están claramente fingiendo. En la revisión del Panel Climático de la ONU, todas las políticas climáticas tienen costos reales. ¿Por qué, de otro modo, necesitaríamos cumbres climáticas recurrentes para convencer a los políticos que no están dispuestos a hacer promesas cada vez más importantes?

El nuevo informe de la AIE sobre el consumo neto cero muestra que en 2050 tendremos que vivir con un consumo de energía mucho menor que el actual. A pesar de ser más rico, el ciudadano medio del mundo podrá consumir menos energía que el pobre medio de hoy.

Pero los sacrificios de la política climática aún podrían tener sentido si sus costos fueran menores que los beneficios climáticos logrados. Si pudiéramos evitar el 2.6 por ciento de daño climático a cambio de un sacrificio de, por ejemplo, el 1 por ciento, sería un buen resultado.

Desgraciadamente, nuestro doble pensamiento actual arroja el resultado contrario. Un nuevo estudio revisado por expertos concluye que el costo de la reducción a cero después de 2060, mucho más tarde de lo que la mayoría de los políticos prometen, nos costará más del 4 por ciento del PBI ya en 2040, o alrededor de 5 billones de dólares anuales. Y esto supone impuestos sobre el carbono coordinados a nivel mundial. De lo contrario, los costos serán más del doble. Pagar un 8 por ciento o más para evitar parte del 2.6 por ciento de daños medio siglo más tarde es simplemente una mala economía.

También es una política inverosímil. Solo en el caso de China, el costo de alcanzar el nivel cero supera el 7-14 por ciento de su PBI. En cambio, China utiliza la retórica verde para aplacar a los occidentales, pero aspira al desarrollo con 247 nuevas centrales eléctricas de carbón. Por primera vez, China emite más gases de efecto invernadero que todo el mundo rico.

La mayoría de los países más pobres esperan seguir el rápido ascenso de China. Tres cuartas partes de las futuras emisiones proceden de los países más pobres, cuyas prioridades de desarrollo son evitar la pobreza, el hambre y las enfermedades.

Como la mayoría de los grandes retos a los que se ha enfrentado la humanidad, no los resolvemos con sacrificios interminables, sino con innovación. La pandemia de la Covid-19 se arregla con vacunas, no con interminables encierros. Para hacer frente al clima, tenemos que aumentar drásticamente nuestras inversiones en la innovación de la energía verde. Actualmente, el aumento de la energía verde requiere subvenciones masivas, pero si pudiéramos innovar su precio futuro por debajo de los combustibles fósiles, todo el mundo la adoptaría. La innovación es la solución climática más sostenible. Es mucho más barata que las políticas actuales y exige menos sacrificios, al tiempo que aporta beneficios a la mayoría de la población mundial.

El autor es presidente del Copenhagen Consensus Center y profesor visitante de la Copenhagen Business School.

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