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Hambruna

Un predio barrido por las lluvias donde antes hubo plantíos de frijol, malanga y yuca. LA PRENSA/Cortesía

Inundaciones dejan sin alimentos a comunidades indígenas de la Costa Caribe nicaragüense

El hambre que sufren los pueblos indígenas de esa zona no existe para el régimen orteguista. “La indiferencia nunca había sido tan grande", lamentan comunitarios.

“¡Ahí viene la comida!”, gritan los niños que salen en tropel cada vez que un bus de pasajeros llega a su comunidad, en la Costa Caribe del país. La escena pasaría desapercibida de no ser porque desde hace meses solo hacen uno o dos tiempos de comida al día. Y en realidad el bus no lleva comida para ellos.

La falta de comida ya es una realidad en cientos de los pobladores, cuya dieta está basada en arroz, frijoles, malanga, quequisque y yuca. Estos cultivos no han podido recuperarse desde las precipitaciones que cayeron en mayo de 2020.

De acuerdo con líderes comunitarios nunca habían visto inundaciones como las que están viendo ahora.

“Además, el paso de los dos huracanes, Eta y Iota, y las continuas inundaciones que hemos sufrido en los últimos meses no nos han permitido recuperarnos”, relata Juan Carlos Ocampo, coordinador de Prilaka, un movimiento social de las comunidades indígenas en la zona.

El dirigente señala, solo por ejemplificar, que la frecuencia de las lluvias desde abril de este año ha sido de al menos dos veces por semana y duran horas. “No tenemos en la memoria que antes haya pasado algo así. El daño en las cosechas de primera y postrera o de apante es trágico”.

Para tener una idea doña Esther Laínez, de 60 años, agricultora y habitante de Butku, en Bilwi, narra que antes ella podía sacar de “5 a 7 quintales de frijoles en una sola tarea (que equivale a 50 metros cuadrados de tierra). Ahora el frijol está nacido por el exceso de agua y tenemos que ‘expulgarlo’. De un quintal solo quedan como 20 libras para comer”, dijo.

Doña Esther además de pasar hambre tiene problemas de salud que no puede atender porque la clínica más cercana le queda a una hora de camino y se siente muy débil para ir hasta allá. “Y no es seguro que encuentre al médico, solo hay enfermeras. Nunca hay medicinas”.

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En cada quintal de frijoles tienen que botar unas 80 libras de grano “nacido”. LA PRENSA /CORTESÍA.

Don Mateo Flores, otro agricultor de la zona, agrega que la falta de trabajo empeora la situación de muchas familias.

“Nunca antes habíamos tenido que comprar la comida. Todo lo producíamos en el patio, pero como no tenemos semillas para sembrar tenemos que ir al centro (Bilwi) a rebuscarla (a conseguir trabajo) y no hay. Sin dinero no podemos comprar y aunque tengamos no hay nada en los mercados”.

Don Mateo tiene 37 años y trabaja en la construcción para poder subsistir. Cuando logra encontrar empleo gana 2,500 córdobas a la semana y con esa cantidad mantiene a sus seis hijos y a su esposa. Actualmente tiene ocho meses sin trabajo y para no morir de hambre va al río a pescar. “Pero en esta época es más difícil porque los ríos se secan y todos andamos en lo mismo”.

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Limborth Bucardo, activista de Prilaka. LA PRENSA/CORTESÍA.

“Colonos y Gobierno son los responsables”

Según el coordinador de Prilaka, las comunidades de los llanos son las más afectadas porque la mayor parte de las familias subsisten gracias al cultivo de pequeñas parcelas de tierra y todo lo que producen es para autoconsumo. “Como no producimos para abastecer al país, no somos importantes para el Gobierno central”, enfatiza.

Entre las comunidades más afectadas por la hambruna están: Sangnilaya, Il Tara, Butku, Panua, Auhya Tara y Auhya Pihni. Al menos unas 900 familias de esa zona perdieron sus cultivos y no tienen insumos para producir.

En Nicaragua la Ley 693 de Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional obliga al Gobierno a garantizar el derecho a la alimentación de todos los nicaragüenses. Esta ley no se está cumpliendo en la Costa Caribe.

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Juan Carlos Ocampo, coordinador de Prilaka. LA PRENSA/CORTESÍA.

Por otra parte, el activista de Prilaka, Limborth Bucardo, señala que “la invasión de los colonos ha provocado las inundaciones porque (ellos) han despalado los bosques. Por eso el suelo no puede absorber el agua y todo se inunda”.

Para Bucardo, la Costa Caribe “no es parte de la agenda de gobierno. Somos un espacio de extracción y propaganda en época de elecciones, pero no recibimos ningún beneficio. Además el Gobierno apoya a los colonos”.

El descontento hacia el gobierno orteguista se dejó sentir al llegar los primeros camiones de ayuda en noviembre pasado. “Se aparecieron con botellas que contenían una cuarta de aceite y 10 libritas de cada cosa. Todos se enojaron y no aceptaron eso. Lo sintieron como una burla. La mayor parte le quedó a los orteguistas”.

Bucardo es enfático al señalar que la hambruna también afecta al medioambiente. “La gente busca medios de subsistencia y muchos optan por vender carbón que obtienen de la quema de pequeños arbustos de pino. Existen grandes áreas de llano sin pinos”.

Don Mateo agrega que “más allá de las láminas para construir y la comida que nos pueda traer el Gobierno, lo que necesitamos es insumos para hacer producir nuevamente las parcelas. Lo que traen se acaba rápido y ¿después qué?”, se pregunta.

No piden nada, solo exigen sus derechos

Bucardo manifiesta que los pueblos indígenas “no estamos pidiendo nada, estamos exigiendo nuestros derechos. Ya estamos acostumbrados a que el Gobierno central nos ignore, pero este ha sido demasiado indolente”.

El activista con voz entrecortada por la tristeza cuenta que una madre indígena hace poco le dijo: “Bibi ki nani plun daukan ini banhwisa taim, laima Kriwi sa, que traducido al español quiere decir, ‘Cuando mis hijos lloran de hambre, se me quebranta el corazón’. Eso le parte el alma a cualquiera”.

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