El Día Mundial de la Libertad de Prensa se celebra hoy cuando este preciado bien jurídico está siendo más menoscabado y asediado por sus enemigos, viejos y nuevos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que promueve esta celebración en todo el mundo, propuso como su lema para este año: “La información como un bien común”. Con esto, ha dicho la directora general de la Unesco, señora Audrey Azoulay, se “subraya la importancia indiscutible de disponer de una información verificada y fiable. También pone de relieve el hecho de que, para producir y difundir esa información, resulta esencial que periodistas libres y profesionales hagan frente a la desinformación y otros contenidos perjudiciales”.
Este llamamiento es pertinente y oportuno. El predominio omnímodo de las grandes plataformas tecnológicas de la comunicación, y el desborde de la manipulación de las noticias y las falsas informaciones, o fake news, son una grave amenaza a la integridad de la información. Pero, paradójicamente, al mismo tiempo reafirma el valor de los medios de comunicación tradicionales y formales, que informan verazmente a la gente porque investigan, comparan las fuentes y velan por la ética de la información.
De allí que sea oportuno el llamamiento de la Unesco, a celebrar este año el Día Mundial de la Libertad de Prensa poniendo énfasis en tres imperativos: Uno, “medidas para garantizar la viabilidad económica de los medios de comunicación”. Dos, “mecanismos para garantizar la transparencia de las empresas de internet”. Y tres, “mejora de las capacidades de alfabetización mediática e informacional que permitan a la gente reconocer y valorar, así como defender y exigir al periodismo como parte fundamental de la información como un bien común”.
Pero además, la libertad de prensa sigue bajo ataque de sus enemigos tradicionales: los regímenes autoritarios de toda índole que practican la censura directa e indirecta, reprimen a los periodistas y niegan el derecho de acceso a la información pública. De modo que también la defensa del derecho a la libertad de expresión e información, se debe enarbolar en este Día Mundial de la Libertad de Prensa.
Ahora bien, el ejercicio de la libertad de prensa exige responsabilidad y por tanto los medios debemos ser autocríticos, reconocer y corregir los errores que cometemos y ofrecer disculpas toda vez que esto sea necesario.
Hace 17 años, el 3 de mayo de 2004, dijimos en este mismo espacio editorial que “el mejor tributo que se le puede y se le debe hacer a la libertad de prensa; y la mejor manera de defenderla, es practicando la autocrítica, revisando los errores y sometiéndose a las responsabilidades profesionales y éticas” del periodismo.
Esto no debería ser una simple frase, o una hipocresía como las que habitualmente señalamos a los políticos tradicionales. Si exigimos respeto a la libertad de expresión y de información, también nosotros deberíamos respetar siempre el derecho de los demás, sobre todo a su propia imagen, y cumplir rigurosamente los dictados de la ética del periodismo. No siempre lo hacemos. Cuesta aceptarlo y más ponerlo en práctica. Pero tenemos la obligación de seguir esforzándonos por cumplirlo.