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El calvario de Nicaragua

En estos días de Semana Santa, los nicaragüenses solemos recordar con especial unción la vida, pasión y muerte de Jesús de Nazaret, quien murió clavado en la cruz, no por la salvación de unos pocos sino por la salvación de la humanidad entera. De igual manera es justo recordar que nuestro pueblo también ha tenido su calvario, pues como dijo monseñor Silvio Báez pocas horas antes de partir obligado al ostracismo: “El pueblo nicaragüense está siendo crucificado”.

Por si hay alguno que duda, nada mejor que hacer un símil sobre lo afirmado: Cristo fue acusado injustamente ante Caifás de querer alterar el orden establecido, y nuestro pueblo fue acusado ante los jueces de la dictadura de impulsar un golpe de Estado; Cristo fue traicionado por Judas Iscariote, y nuestro pueblo está a punto de volver a ser traicionado por los sempiternos zancudos, que no quieren la unidad de la oposición para derrotar a la dictadura; Cristo fue encarcelado y llevado ante Pilatos por predicar su misión divina, y más de mil nicaragüenses y aún más de cien siguen encarcelados, por reclamar y querer ejercer sus derechos humanos; Cristo fue juzgado y condenado por jueces espurios manipulados tras bambalinas por los fariseos, y nuestros presos políticos han sido juzgados y condenados por jueces manipulados por los Ortega-Murillo.

Asimismo, Cristo fue víctima de la befa y burla de los centuriones, y nuestro pueblo fue vejado y maltratado por la policía y por los paramilitares orteguistas; Cristo fue herido en su rostro cuando le pusieron una corona de espinas, y más de dos mil nicaragüenses fueron heridos como resultado del “vamos con todo” ordenado por Rosario Murillo; Cristo fue asesinado en una cruz por su amor a la humanidad, entre 350 y 500 compatriotas fueron masacrados por su amor a Nicaragua, esto último por órdenes del déspota Daniel Ortega. En medio de tanta amargura, Cristo tuvo su Simón de Cirene que le ayudó a cargar la cruz, y nuestro pueblo ha tenido la solidaridad internacional que ha sido como un bálsamo sobre sus heridas que no dejan de sangrar.

También la Semana Santa es ocasión propicia para reflexionar no solo sobre nuestro comportamiento personal y familiar, sino también sobre la situación de nuestro país, que sigue ocupando los últimos lugares en el escalafón mundial en materias tan importantes como lo son el bienestar y el desarrollo humano. Es por tal razón que invocando la asistencia divina, me permito hacer las siguientes observaciones:

Primero: A los compatriotas de la Alianza Ciudadana y más directamente a los Ciudadanos por la Libertad, donde tengo muchos amigos y amigas, les insto a que contribuyan de manera patriótica a superar el estancamiento en que se encuentra actualmente la unidad total de la oposición democrática para garantizar el 7 de noviembre próximo el triunfo de la democracia en Nicaragua. No es verdad que de las opciones que se perfilan, los que no tenemos partido vamos todos a correr a votar en una sola casilla. En el 2006 se demostró que esta apreciación era equivocada y en 1990 eran otras las circunstancias las que nos motivaron a votar en una sola casilla, muy diferentes a las que prevalecen actualmente.

Segundo: A los que propugnan por la cohabitación y el aterrizaje suave, como mi buen amigo Arturo Cruz Sequeira, les recuerdo que desde abril del 2018, el pueblo de Nicaragua se ha manifestado en diferentes formas demandando primero libertad y luego justicia por los más de 350 compatriotas asesinados, por los presos políticos, por los torturados y por los miles de exiliados que nos encontramos fuera de nuestra querida patria. No queremos más impunidad en Nicaragua.

Lo más importante en la actual coyuntura histórica es no correr el riesgo de que los nicaragüenses sigamos oprimidos bajo la dictadura. Cuando recuperemos todos nuestros derechos conculcados, estoy seguro de que el sol de la democracia brillará y que el país podrá desarrollarse con trabajo, justicia y libertad para todos. Esto solo lo lograremos si los auténticos demócratas nos unimos en defensa de nuestros valores y principios y marchamos juntos bajo la bandera azul y blanco hacia un mejor destino para nuestra nación, que hoy se encuentra infamemente secuestrada.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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