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Paz en la tierra, sin presos políticos

Y “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Lucas 2:14; reza un destellante salmo bíblico blanco de espíritu y rosa de amor culminando el avenir de ejércitos de ángeles, anunciando la paz en la tierra por la gloria de Dios en las alturas. Algún progresista dirá que no es un lenguaje inclusivo, por tanto, semejante libro deja al hombre como el estandarte de toda la humanidad; pero no es más que una mención esencial que solo pretende un llamado a la buena voluntad en nuestra sociedad.

Somos muchos quienes hemos acuñado estos versos en nuestras vidas como frases que depuran nuestro comportamiento, como cristiano, llamándonos a nosotros mismos a dejar los juegos de guerra, de envidia y egoísmos por siempre, o al menos en Navidad. Salta tan solo como un pequeño pero portentoso momento de respiro, regocijo y tranquilidad personal.

Siempre lo he percibido como implorado por la autoridad espiritual y moral, “dejemos que el mensaje de Dios nos bañe al menos por unos instantes” y abracemos a nuestros semejantes.

Recuerdo especiales momentos de mis juveniles años, cuando en algarabías soñadoras de muchachos y muchachas, corríamos alegres a abrazar a nuestros seres queridos y recibir de cada uno ese abrazo que confortaba y estrechaba pechos, como si de piel a piel se transmitiera una frase de calor “te quiero, yo también”.

Hoy ya no están mis padres a quienes abrazar, ni algunos de mis hermanos y amigos, pero igualmente abrazaré a todos mis inmediatos seres queridos, sin dejar atrás en mi mente aquellas algarabías que todavía disfruto y me impulsan a seguir abrazando en paz. El destino así lo ha forjado, los tiempos se han descolgado y nuestras vidas en un rito natural continúan, siempre teniendo presente el salmo y sus versos.

¿Qué dirán aquellas madres e hijos de quienes no podrán abrazar a sus seres queridos por circunstancias ajenas a sus vidas, recluidos, por solo diferir en su pensar y así con derecho a manifestarlo? No hay explicación moral ni de sentimientos que se pueda esgrimir, y menos, sin lesionar leyes fundamentales de la vida como es el libre discernimiento y desplazamiento.

No tendrán ese estrecho y ardoroso abrazo lleno de calor humano; quizás solo llantos y resignación. No puede haber tanta crueldad que permita tal hacinamiento en lúgubres espacios, solos de espíritu, aislados de cariños y cercados de fríos barrotes. No puedo siquiera imaginar, brazos y manos extendidas queriendo con su imaginación alcanzar ese ser querido.

Navidad en Nicaragua, sin presos políticos, es una gran y esencial razón moral, social y legal; llámenlo como quieran; indulgencia o perdón; magnificencia o de gran conciencia; nueva oportunidad o limpieza un tanto del espíritu; o, por último, una mezcla de “nos equivocamos un poco”. Nicaragua necesita de todos sus hijos y esos prisioneros son hijos de Nicaragua y en cada una de sus casas, hay más hijos que los quieren abrazar y madres que quieren sus llantos en ellos verter. Libérenlos, no cuesta nada.

El autor es ingeniero civil.

Opinión Dios presos políticos archivo
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