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Blanca Campuzano, carga a su hijo que a la vez es su hermano. LA PRENSA/Foto: Archivo

Grandes crímenes | El asesinato de Santiago Campuzano, el carpintero que violó y embarazó a su propia hija en 1950

La esposa del carpintero y su hija planificaron su muerte para vengarse por las constantes violaciones. Esta es la historia de un crimen que conmocionó a León

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Este reportaje fue publicado en el Diario Hoy el 10 de marzo de 2019

La noche del 25 de mayo de 1950, después de haber tomado alcohol hasta más no poder, el prestigioso carpintero Santiago Campuzano, de León, estaba resuelto a continuar la fiesta en casa, por lo que se apuró a terminar el último trago y salir de la taberna, acompañado únicamente por los perros callejeros y los espantos de esa ciudad colonial.

A pocos metros de su casa, el alcohol le tendió la mala jugada del sueño, y no pudo más que resignarse e ir a dormir. Sobre la cama, Santiago Campuzano, cubierto de telas blanquísimas —como acostumbraba vestir siempre— parecía un santo, incapaz de hacer el menor daño.

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Pero la realidad era chocante, el carpintero no era el hombre intachable que todos creían sino un desalmado. Por esa razón fue asesinado esa misma noche, por órdenes de su esposa Gertrudis Sequeira y su hija Blanca Campuzano, quienes contrataron a tres secuaces para llevar a cabo el crimen: Francisco Solís, Francisco Morán y Pedro Mena.

Francisco Morán y Francisco Solís, autores materiales del crimen del carpintero Santiago Campuzano. LA PRENSA/Archivo

La sangre habló

Los mares de sangre mancharon la pulcra vestimenta de Santiago Campuzano. Pedro Mena fue quien le asestó el primer martillazo en la frente…. después de ese primer golpe, llovieron más. Luego, Francisco Solís, de 18 años, excitado por el miedo y las amenazas de Mena rebanó el cuello del carpintero de un tajo; el tercero, Francisco Morán, apoyó en lo que pudo y estuvo al cuidado de las puertas.

Finalizada la sangrienta tarea, madre e hija corrieron a cambiar las vestiduras del carpintero, le pusieron ropa limpia y junto a sus cómplices lo trasladaron a la calle, para posteriormente fingir un asalto violento.

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El plan se lució por su torpeza, puesto que al llegar las autoridades y los vecinos notaron que las gotas de sangre salían de la casa. Gertrudis y su hija, arrodilladas cerca del cuerpo de Campuzano, no convencieron a nadie con sus lágrimas y como a eso de las 11:30 p.m. confesaron lo ocurrido.

El crimen de Campuzano fue uno de los más grandes escándalos de la época. El 26 de mayo de 1950, LA PRENSA escribió: “La ciudad entera se halla horrorizada ante el que probablemente sea el más atroz asesinato cometido en León, y uno de los más atroces de que hay memoria en todo el país”.

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Lo que sobrevino después de las primeras declaraciones resultó aún más espantoso. La joven Blanca Campuzano, de 19 años, estaba embarazada, a punto de dar a luz, y quien había engendrado a su hijo era nada más y nada menos que su propio padre, el occiso Santiago Campuzano.

Gertrudis Sequeira planificó la muerte de Campuzano. Se vengó. LA PRENSA/Archivo

Violada desde niña

En días posteriores al 26 de mayo, la propia Blanca Campuzano relató a LA PRENSA que su padre abusaba sexualmente de ella desde que tenía 11 años. “Mi madre no quería creer… y tuve que recurrir a darle una demostración para que ella viera cómo resolver el caso”, dijo la joven desde La Candileria (cárcel de Mujeres de León) al reportero Francisco Tijerino Prado.

La noche en que Gertrudis Sequeira descubrió a su marido abusando de su hija, también recibió una de las más grandes palizas de su vida. Campuzano, en vez de asustarse, se comportó como una fiera con la mujer que horrorizada se le abalanzó. La golpeó hasta inmovilizarla y luego, con una convicción enfermiza, continuó abusando de su hija frente a ella.

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Según el archivo del caso que posee el escritor Sergio Ramírez y que compartió con Revista Domingo en 2016, el placer de Campuzano era que la madre viera lo que le hacía a la hija y viceversa. “De ahí fue naciendo en nosotras un espíritu de rebeldía. Yo sentía repugnancia por mi padre… unidas marchamos no hacia la venganza, sino en busca de la libertad, y fue así como mi madre planeó y dirigió la muerte de mi padre con mi consentimiento”, dijo la joven.

Captura y defensa

Tras conocerse los hechos con mayor profundidad, las autoridades de León procedieron a notificar el arresto de todos los implicados en el crimen. De inmediato, se desplegó la Guardia Nacional a la finca que el occiso había vendido por 10 mil córdobas, horas antes de su muerte.

Según la viuda de Campuzano, Francisco Solís, Francisco Morán y Pedro Mena estaban ocultos en dicha propiedad, lo que facilitó el apresamiento de los dos primeros, pero, en el caso de Pedro Mena, este huyó despavorido sin dejar rastro.

Meses después, luego de una intensa búsqueda, fue visto y abatido a tiros tras oponerse a ser capturado.

La fuerte descripción del asesinato del ebanista, sumándole el incesto y la violencia intrafamiliar, generó sentimientos contradictorios en los leoneses. El 30 de mayo de 1950, LA PRENSA escribió: “El pueblo con las Campuzano”, sin embargo, el apoyo no fue completo. Porque mientras unos se conmovían con la tragedia de “Blanquita”, quien había parido en prisión a su hijo y hermano, otros partían las mesas a golpe de puño a favor del carpintero.

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Incluso, fue difícil conseguirles defensa a las dos mujeres. Ningún abogado con trayectoria estaba dispuesto a darse semejante color. Fue entonces que los recién doctores Alí Vanegas y Fernando Centeno Zapata, con total osadía y corriendo el riesgo de arruinar sus carreras, aceptaron la tarea de defender a las Campuzano. Ambos ganaron méritos por sus alegatos, pero solo el abogado Fernando Centeno Zapata logró que Blanca Campuzano saliera de la cárcel con su hijo en brazos, seis meses después del asesinato.

Pese a la libertad, Blanca jamás superaría el infierno de su pasado. Sus heridas eran profundas y vivía avergonzada por su tragedia.

El día que salió de La Candileria, todo León la miró suspirar con tristeza. Besó la frente de su pequeño, Francisco José Campuzano, que lloraba por el hambre y se perdió entre las polvorientas calles para siempre, al abrigo del buen Dios.

La paga por el crimen

Francisco Morán declaró que las Campuzano, cuatro meses antes del asesinato, les habían dicho a Francisco Solís, Pedro Mena y su persona que si aceptaban matar a Santiago, ellas les iban a dar mil córdobas en efectivo a cada uno y una casa que estaba situada en el barrio San José de León. “No queríamos aceptar la propuesta que nos hacían, pero ellas siguieron insistiendo hasta el extremo de hacer un contrato en el que hacían constar, que nosotros mataríamos a Campuzano”, dijo Morán a LA PRENSA.

Francisco Morán, Francisco Solís y Gertrudis Sequeira de Campuzano, según la publicación de LA PRENSA, del 20 de octubre de 1950, fueron condenados a 20 años de prisión.

En torno a los 10 mil córdobas que el carpintero logró por la venta de una finca, el día de su muerte, no se supo nada. La viuda de Campuzano refirió que Pedro Mena, acribillado por la Policía, los robó.

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