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Fanor Téllez, poeta nicaragüense. LA PRENSA/Cortesía

Fanor Téllez, poética de la alegría, el exilio y la libertad

A partir de su poemario “Edad Diversa” (1993), su obra adquiere una madurez plena, junto a la de otros de su generación como Edwin Yllescas, Iván Uriarte y Roberto Cuadra

El poeta nicaragüense Fanor Téllez (Masaya, 1944), perteneciente a la Generación del 60 continúa creando poesía metafórica, de verso libre, armada de una sintaxis sin precipitaciones verbales y cargada de una fecunda imagen de ensueño y pasión amatoria, del amor filial y fiel; a la vez una poesía religiosa sin extremismos,  conversacional, triste y  alegre.

Dicha poesía — sin los aspavientos de la metralla post vanguardista —resulta de una lucidez espléndida; una de la mejor poesía escrita en la república de Rubén Darío, Salomón de la Selva, Carlos Martínez Rivas, Pablo Antonio Cuadra y Álvaro Urtecho.

Téllez además ha publicado una docena de poemarios, ha sido un profesional del Derecho, un maestro oral en la transmisión de la cultura nacional y de la poesía en particular desde la plática doméstica interpersonal.

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Del coloquio impronto, del diálogo poco frecuente de la perforada, bonachona y rica bohemia de antaño, de aquella, de la vieja Managua fracturada por los vaivenes políticos, naturales, sociales, y asonadas de la izquierda vocinglera.

Por los terremotos,  huracanes, y los retardados proyectos de una derecha ligeramente consciente de lo bueno de la cultura y de la creación artística para una nación en formación democrática.

Con “Edad Diversa” su obra adquiere una madurez plena

A partir del poemario “Edad Diversa” en 1993 — su obra adquiere una madurez plena, junto a la de otros de su generación como Edwin Yllescas, Iván Uriarte y Roberto Cuadra. Antes de esta fecha publicó: “La vida hurtada” (1973), “Los bienes del peregrino” (1974), “El sitial de la vigilia” (1975) y “El don afluente” (1977).

En su canto poético hay también temáticas libertarias y exiliares. Cito una estrofa de uno de sus poemas:

“…Todo es extranjero para el hombre,
Él mismo lo será
donde la noche levante su tienda de abismo,
 y hasta su patria es ajena si sólo es del tiempo…”, fin de cita.

Conocí al poeta en 1991, en el restaurante Bambana de Managua, en una reunión que nada tenía que ver con los oficios literarios.

Conversamos animadamente sobre los tiempos de reconciliación que se gestaban, sobre el estado regional de la literatura, de la que estaba bien informado, y de los nuevos proyectos culturales.

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Poseía un humor depresivo y una no muy placentera visión de la realidad imperante, de la cual no estaba equivocado. Tampoco estaba equivocado de lo importante de la poesía y sus desmesuradas, libres e indomables estructuras y vertientes, que él continua escribiendo prolíficamente en el marco de la Primavera nuestra.

Después de “Edad Diversa”; de su inserción laboral y cultural en Managua — tras una estadía en Venezuela a finales de los 80 donde estudia la obra del poeta Vicente Gerbasi — aparecen sus  nuevos libros: “El pie sobre el camino” (1996), “Boca del vino” (1998), “Oficio de amarte” (1999), “Días  del hombre” (2001), “La maravilla de saberte un ser” (2013) y “Dónde no eres más la lejanía” (2014); todos de abierta complicidad lírica.

Fanor — como le dicen los amigos y como le gusta que le nombren —,  en paralelo de ser un buen poeta, es un buen arquero que da en el blanco con la metáfora concebida. También ha ejercido la comunicación oral, anecdótica, y riquísima en argumentos sobre poetas y poemas.

Vale mencionar la primera antología de la mejor poesía nicaragüense escrita por mujeres: “Poesía escogida de mujeres nicaragüenses” (1975, Universidad Nacional de Nicaragua, UNAN-León); de igual manera ha sido un locuaz ensayista y comentarista de la poesía en general, así de autores diversos en particular.

Su magisterio verbal, oral y conversacional

Pero, en otro orden, su talento literario y su magisterio poético ha sido desaprovechado al no existir una cadena generacional que absorba todos sus conocimientos, huellas y registros creativos, (es un gran conocedor y admirador de las letras castellanas) que beneficie a las nuevas generaciones, hoy día aglomeradas en el inmenso festín del internet y sus múltiples tropelías y aciertos.

El magisterio verbal, oral y conversacional ha sido de mucha importancia en la cultura y la poesía de Nicaragua, ejercido con anterioridad por poetas como José Coronel Urtecho y Pablo Antonio Cuadra, entre otros.

En este sentido Téllez también es un maestro en la disertación de registros y códices, marcas y sellos de determinados grandes poetas nacionales e internacionales, conocimiento al que se llega únicamente a través de la lectura y la solvencia creativa.

(Resulta curioso que en un país con tanta fama de “república de poetas”  no existan talleres de poesía con mayores solvencias institucionales, públicas o privadas).

Ariel Montoya junto al académico argentino Luis Alberto Ambroggio, durante el V Congreso de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional. Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en Washington. LA PRENSA/Cortesía

Su “toque de la gracia”

El poeta Roberto Cuadra, compañero  de generación y admirador de Téllez,  ha expresado que lo conoció en Masaya en los años 60.

“…Es poseedor de una poesía monacal, litúrgica, cincelada en base a sus profundas creencias religiosas, atávicas. Leyéndolo se tiene la impresión de estarse el lector enfrentando a un místico devoto salido de la baja y alta Edad Media, trasladado por la liturgia poética a su Masaya natal”, valora Cuadra.

Erick Aguirre novelista y periodista ha expresado su gran afecto literario hacia Téllez y su obra,  y  evocado que siempre le ha impresionado lo “brillante” que fueron casi todos los poetas y escritores nicaragüenses surgidos en esta época.

También ha resaltado, que de todos ellos Fanor parece ser “uno de los más prolíferos”, o más bien de los más heterodoxos; aunque también uno de los más claros, menos abstractos y sin duda muy tenaz a la hora de batirse con determinados temas, algunas veces quizás predeterminados; otras, tal vez simplemente motivados por el “toque de la gracia” que se suele llamar inspiración.

En cuanto a mi experiencia con él, debo decir con cierta nostalgia de amigo y de aprendiz de poeta, que siempre hizo falta un acercamiento mayor con su persona,  acercamiento acrecentado ahora por la distancia geográfica,  pues a pesar de que es un poeta activo en las redes sociales, no deja de ser un tanto huraño, distanciado pero siempre a la disposición cuando en un sitio cualquiera, se le encuentre, y se le sepa llegar al territorio de la musa, es decir de la poesía.

¡Cómo olvidar los encuentros en casa del poeta ya fallecido Edwin Yllescas! , donde aprendí mas a amar a algunos poetas juglares, a Darío mismo y a otros en tardes de tertulia y amena conversación. O bien, oyéndolo pronunciar uno de sus poemas,  como aquel llamado: “En un bar de la Costa Atlántica”:

…Miss Babian, en este bar costeño,
atiende a rudos negros
recién llegados,
que tienen sombreritos comprados
en la Quinta Avenida de Nueva York. 
Es la reina de Saba,
sonriente y frágil 
con cejas tupidas finas
y falda como bolsón
pero debajo está su carne tensa,
toda la piel nocturna
con la luna de los dientes
y las dulces lascivas estrellas de sus ojos
ardiendo al sonido de su corazón-tambor
de África. 
Miss Babian camina
como que danzara
y una oscura cintura te mostrara
en prolongaciones de onda,
pulidos de luz vientre o caderas,
adentrándote al sueño elíptico
en eternal copulación…

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(Texto leído en el Congreso de Literatura Hispánica en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de América en Washington, el sábado 22 de junio de 2019).

 

 

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