Desde hace décadas, partidarios de eliminar las fuerzas armadas de los países argumentan para ello razones morales, filosóficas, políticas y también económicas, por considerar que se trata de un negocio ruinoso.
Lo cierto es que en el caso de Costa Rica, que este 1 de diciembre celebra 70 años desde la abolición de su ejército, la decisión le resultó bastante rentable.
Esa es la conclusión de un reciente estudio realizado por el Observatorio del Desarrollo de la Universidad de Costa Rica, que asegura que la decisión de deshacerse de las fuerzas castrenses significó un incremento de casi un punto porcentual en el crecimiento anual promedio del Producto Interior Bruto (PIB) per cápita entre 1950 y 2010.
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En ese periodo, el aumento promedio del PIB per cápita anual fue de 2,28% en comparación con el 1,42% en el que se habría ubicado en un escenario simulado en el que esta medida no se hubiera tomado.
Firmado por los investigadores Alejandro Abarca y Suráyabi Ramírez, el estudio “Adiós a las armas: los efectos en el desarrollo de largo plazo de la abolición del ejército de Costa Rica” es el primero en estimar los efectos económicos que tuvo este hecho sobre el desarrollo del país centroamericano.
En la década de 1940, Costa Rica vivió varios episodios de violencia política que derivaron en la guerra civil de 1948.
Tras el fin del conflicto, el gobierno del presidente José Figueres Ferrer suprimió las fuerzas armadas y la medida fue consagrada después en la Constitución de 1949.
Más crecimiento
Los expertos responsables del informe usaron una amplia base de datos para comparar los resultados obtenidos por Costa Rica entre 1920 y 2010 con el resto de países de América Latina, no solo tomando en consideración el PIB sino también otros indicadores relacionados con el desarrollo.
Descubrieron que Costa Rica era el cuarto país latinoamericano con menor tasa de crecimiento del PIB per cápita antes de la abolición del ejército. Sin embargo, tras su eliminación, se convirtió en el segundo de mayor crecimiento (solo por detrás de Brasil).
La pequeña nación centroamericana también se ubicó como el segundo país de la región, después de México, cuyo crecimiento del PIB per cápita anual promedio se incrementó en mayor medida al comparar los períodos previo y posterior a la supresión de las Fuerzas Armadas: un 0,97 anual.
Además, logró reducir el plazo requerido para duplicar su PIB per cápita de 49 a 30 años.
Entre los países utilizados como punto de comparación, este estudio no incluyó a Panamá -el otro país latinoamericano que no posee ejército- debido a que no existían suficientes datos disponibles de ese país correspondientes al periodo previo a 1949.
Ganancias adicionales
Pero los beneficios de la eliminación del ejército no se limitan al ámbito económico, sino que afectan también otros aspectos de la vida del país.
Según señala el estudio, uno de los efectos de esta medida fue permitir la reorientación del uso de los recursos del Estado.
Así, por ejemplo, mientras entre 1940 y 1948 el gasto en seguridad pública se ubicaba en torno al 10% del presupuesto fiscal, tras el fin de la guerra civil comenzó un declive que se mantuvo de forma constante durante los siguientes 25 años.
En cambio, pese a que el gasto en infraestructura se estaba viendo reducido durante la década de 1940, comenzó a aumentar después del conflicto interno y se ubicó, en promedio, en el 13.8% del gasto público hasta el año 1974.
En cuanto a la inversión en educación, entre 1920 y 1949 se ubicó en promedio en el 15% del presupuesto fiscal. A partir de entonces, en cambio, comenzó a crecer hasta alcanzar casi el 35% en 1969.
De manera similar, el presupuesto destinado a salud comenzó a incrementarse en la década de 1960. Para 1974, representaba el 29% de todo el gasto público.
Los autores también destacan que, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, los países de América Latina vivieron numerosos episodios de violencia y represión mientras que los avances democráticos se estancaban o incluso se revertían.
“Al final, solamente Costa Rica (tras la guerra civil de 1948) mantuvo la continuidad institucional democrática durante el periodo de posguerra. Esto es consistente con el hecho de que Costa Rica apenas sufrió violencia política y civil desde 1951″, apuntan.
Desde ese año hasta 2010, se produjeron en la región 97 intentos de golpes de Estado, 21 episodios de violencia política internacional, 134 episodios de violencia política civil y 35 de violencia étnica. Costa Rica estuvo prácticamente al margen de estos hechos, así como de las dictaduras y gobiernos autocráticos.
“Una vez que se considera esto, Costa Rica es un país excepcional”, concluyeron los investigadores.