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Debilidad del movimiento libertario

Ortega sabe que con la represión brutal no ha debilitado la rebelión en su contra, solo hizo que muy dolorosamente tomara un respiro para cambiar su línea de ataque, como una finta en el baloncesto. Pero, cree que los paramilitares han fortalecido la lealtad de sus bases, propensas a disgregarse si ven a su caudillo debilitado. Lealtad ciega que, para Ortega, es una prioridad de vida o muerte.

No obstante, en política como en economía no hay almuerzo gratis. Esa represión criminal le costó un aislamiento extremo en el plano internacional, que al fin de cuentas le llevará a negociar su salida a muy corto plazo, sea por los múltiples intereses económicos de su entorno (que si el país cae en el despeñadero se perjudican), sea porque sabe que no puede permitirse que la crisis avance hasta obligarle a reducir drásticamente el gasto de planilla en las dependencias del Estado. Porque ese sería el peor escenario para acudir obligadamente al proceso electoral.

No obstante, al emprender un repliegue estratégico, Ortega pretenderá conservar el máximo de sus fuerzas para gobernar desde abajo. En tal sentido, lo que más le favorece, pese a su debilidad estratégica actual, es que el movimiento autoconvocado no tiene una dirección estratégica, por lo que tiende a la dispersión, a la variedad de mandos contradictorios, a la disputa por la prevalencia de intereses dispares, y a la confusión política paralizante.

La razón de los ciclos repetitivos de ingobernabilidad y de destrucción radica en la falta de maduración de una clase que, en vez de enriquecerse vía privilegios por el control compartido de un aparato estatal autoritario, planificadamente complaciente, sin rendición de cuentas, pudiera desarrollar las fuerzas productivas. Ortega confía, como aventurero, en esos intereses espurios, tanto de la burocracia como del poder económico.

Ya hoy, con nueve mil manzanas de tierras tomadas por precaristas manipulados, tiene una baza clientelista para extorsionar un futuro acuerdo divisionista. Las deudas y la destrucción que hoy deja Ortega inseminan el embrión del próximo orteguismo opresivo y violento.

Mas se muestra irreflexivo, hasta llevar al país al borde del abismo, y más pronto dará un próximo viraje repentino para negociar con rapidez su salida del poder, por vía electoral, que le permita conservar cierta influencia en el poder formal, y mucha en el poder de agitación, para extorsionar al próximo gobierno con revueltas callejeras que propicien la anarquía, que solo él podría apaciguar a su conveniencia. El orteguismo puede resurgir, esencialmente, por la destrucción actual del futuro. El movimiento libertario autoconvocado no está preparado para impedir que se repita la pasada aventura orteguista por el poder.

Sin que importe quién sea el caudillo, el orteguismo yace incrustado en nuestro atraso productivo y cultural.

El autor es ingeniero eléctrico.

Opinión Daniel Ortega Movimiento Libertario Nicaragua archivo
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